«El Café de Flore – cuenta Léon Paul Fargue en su «Peatón de Parīs» ( estamos en 1939) , es conocido entre los parisinos, con toda la razón del mundo, como una de las cunas de la Acción Francesa y de las «Soirées de París» de Apollinaire… Hoy en día, el Café de Flore ha sido abandonado por los cabecillas del movimiento, pero los mercachifles responsables de pegar pasquines por el barrio no han dejado de aparecer por allí: beben a sorbitos el aguardiente con sirope de grosellas de las clases medias y se cruzan con Monsieur Lop, pequeño preceptor de un colegio. La casa se distingue por sus jugadores de bridge y su pelotón de literatos, puros o bohemios, que acarician con la mirada a unos pocos tránsfugas de Lipp, comerciantes letrados que se vieron obligados a emigrar ante la falta de terraza de la brasserie.
Por su parte (seguimos a finales de los años treinta), el Café de Deux Magots es un establecimiento asaz pretencioso y solemne donde cada consumidor representa un literato para el vecino, donde unas americanas casi ricas y bellas acuden para bostezar e insinuarse a los últimos surrealistas, cuyo nombre salva océanos a pesar de no trascender del bulevar. Como consecuencia de su inmensa terraza, tan agradable con la marea creciente de las mañanas o en el declinar del crepúsculo estival, y del elevado precio de sus consumiciones – las más caras de todo París -, el Deux Magots es muy codiciado por los esnobs… Cada mañana, Giraudoux tomaba allí su café con leche y recibía al puñado de amigos que no podīan pillarlo en ningún otro momento. A la una de la mañana, los mozos empiezan a empujar las mesas contra la panza de los clientes nocturnos – que a esas horas ya son sólo aguerridos burgueses del distrito Vl -, a pasarles la escoba por los zapatos, a meterles en el ojo los picos de las servilletas. Media hora más tarde, el Deux Magots se cierra como una trampa, sordo a las súplicas murmuradas de dos o tres alemanes que se plantan en el local, atraídos por los cuarenta años de vida literaria y alcoholes políticos del lugar. Pasados unos minutos, el Café de Flore, otra esclusa del cruce, se acurruca también, con los ojos ya legañosos…»
(Imágenes.-1.- Frank Horvat– café de Flore- 1959/ 2.-Les Deux Magots- Wikipedia)