CIUDADES LITERARIAS : FAROLAS, SOMBRAS Y ADOQUINES

 

 

“Existen tres elementos sin los cuales resulta imposible pretender que una ciudad sea literaria. Las farolas, los adoquines y las sombras deben darse conjuntamente en este orden –  así lo cuenta Nuria Amat en su interesante libroViajar es muy difícil”- . Las sombras a las que me refiero – comenta – pueden ser de personas o bien de apariciones fantásticas (…) Según Bioy, el puente Alsina de la ciudad de Buenos Aires aparece, por su aspecto, el más insignificante de todos los puentes de la ciudad fantasma. La visita cotidiana que Borges y Bioy solían hacer a este puente lo transforma en maravilloso. Más conocido para el lector corriente deben de ser el barrio de Palermo, el cementerio de la Recoleta, el parque Lezama, la Boca, Adrogué, o aquella esquina de las calles Belgramo y Pichincha (…) Nunca estuve en la calle Maipú pero me basta con escribir ahora esta palabra para ver el mundo, la puerta, la escalera y el apartamento del número 994 donde vivía Borges.

 

 

A diferencia de las sombras, las farolas son unas cajas de vidrio dentro de las cuales se pone una luz (…)  El colmo de las farolas de las ciudades literarias es el Faro o Pharo de Alejandría, situado en la isla del mismo nombre que linda con el puerto de la ciudad. El fuego del Faro de Alejandría ilumina día y noche la Biblioteca. Da luz al conocimiento. Los primeros escritores de Occidente disponían entonces de este instrumento imprescindible para acompañar sus noches.

 

 

Por lo que respecta a Tánger, cuando el que pasea por sus calles cree haber tropezado con un bulto móvil, se lleva la sorpresa de encontrarse con una  farola, y viceversa. Las farolas se confunden con las chilabas oscuras y blancas del hombre encapuchado. Pero las farolas tangerinas tienen fama de dar una luz muy escasa, al contrario de las petersburguesas. En San Petersburgo las farolas son exuberantes y están preparadas para engañar tanto a escritores adultos, como a adolescentes aprendices del estilo literario.

 

 

Si las farolas constituyen la parte blanca de la noche de los escritores, los adoquines conforman la parte negra. El suelo adoquinado de las calles concede al escritor, o a su sombra, particularidades interesantes. Gracias a ese variado crucigrama del suelo que cada paseante literato pisa una y otra vez se consigue por fin una mejor o peor literatura. Depende del adoquinado. James Joyce, por ejemplo, las noches en que no estaba ebrio, salía a caminar por las calles de la ciudad vieja de Trieste en busca de sus mejores frases. Se sabe por testimonios dignos de crédito que Joyce repetía una frase previamente concebida a la espera de que sus pasos la perfeccionaran o bien la condujeran al siguiente párrafo. Por su parte Pessoa bajaba en Lisboa por la rua dos Douradores hasta el café Brasileira, en el Chiado. Pessoa vivía prácticamente en este barrio donde las calles se distinguían por sus adoquines bicolores, ajedrezados y minúsculos, muy semejantes a mosaicos bizantinos”.

 


 

(Imágenes- 1-Brassai/ 2- André Kertész/3-San Petersburgo- 1869- Wikipedia/ 4-calle Mayor- Madrid- 1954/ 5-Niels Fisher)

VIAJES POR ESPAÑA ( 21) : LORCA Y GRANADA

 

 

“Granada tiene dos ríos, ochenta campanarios, cuatro mil acequias, cincuenta fuentes, mil y un surtidores y cien mil habitantes – iba narrando  Lorca en Buenos Aires, en 1933 -. Tiene una fábrica de hacer guitarras y bandurrias, una tienda donde venden pianos y acordeones y armónicas y sobre todo tambores. Tiene dos paseos para cantar, el Salón y la Alhambra, y uno para llorar, la Alameda de los tristes, verdadero vértice de todo el romanticismo europeo, y tiene una legión de pirotécnicos que construyen torres de ruido con un arte gemelo al patio de los leones, que han de irritar al agua cuadrada de los estanques.

La Sierra pone fondo de roca a fondo de nieve o fondo de verde sueño sobre los cantos que no pueden volar, que se caen sobre los tejados, que se queman las manecitas en la lumbre o se ahogan en las secas espigas de Julio.

 

 

Estos cantos son la fisonomía de la ciudad y en ellos vamos a ver su ritmo y su temperatura.

Nos vamos acercando con los oídos y el olfato y la primera sensación que tenemos es un olor a juncia, hierbabuena, a mundo vegetal suavemente aplastado por las patas de mulos y caballos y bueyes que van y vienen en todas direcciones por la Vega. En seguida, el ritmo del agua. Pero no un agua loca que va donde quiere. Agua con ritmo y no con “rumor”, agua medida, justa, siguiendo un cauce geométrico y acompasado en una obra de regadío. Agua que riega y canta aquí abajo y agua que sufre y gime llena de diminutos violines blancos allá en el Generalife.

No hay juego de agua en Granada. Eso se queda para Versalles, donde el agua es un espectáculo, donde es abundante como el mar, orgullosa arquitectura mecánica, y no tiene el sentido del canto. El agua de Granada sirve para apagar la sed. Es agua viva que se une al que la bebe o al que la oye, o al que desea morir en ella. Sufre una pasión de surtidores para quedar yacente y definitiva en el estanque.

(…)

Granada está hecha para la música porque es una ciudad encerrada, una ciudad entre sierras donde la melodía es devuelta y limada y retenida por paredes y rocas. La música la tienen las ciudades del interior. Sevilla y Málaga y Cádiz se escapan por sus puertos y Granada  no tiene más salida que su alto puerto natural de estrellas. Está recogida, apta para el ritmo y el eco, médula de la música”.

 

 

(Imágenes -1- Granada- wikipedia/ 2-  Granada- Sorolla- El patio de Comares- 1917- museo Sorolla/ 3- Betty Weis – 2005 – artnet)

MISTERIOSA BUENOS AIRES

«En la tibieza del atardecer, Luis de Miranda, mitad clérigo y mitad soldado, atraviesa la aldea de Buenos Aires, caballero en su mulo viejo – escribe Mujica Láinez en «Misteriosa Buenos Aires«, su bellísimo libro de cuentos donde se extiende la historia de la ciudad -. Va hacia las casas de las mujeres, de aquellas que los conquistadores apodan «las enamoradas», y de vez en cuando, para  entonarse, arrima a los labios la bota de vino y hace unas gárgaras sonoras. Por la ropilla entreabierta, en el pecho, le asoman unos grandes papeles. Ha copiado en ellos esta mañana misma, los ciento treinta y dos versos del poema en el cual refiere los afanes y desengaños que sufrieron los venidos con don Pedro de Mendoza. Describe a la ciudad como una hembra traidora que mata a sus maridos. Es el primer canto que inspira Buenos Aires y es canto de amargura. Cuando revive las tristezas que allí evoca, Luis de Miranda hace un pucherillo y vuelve a empinar el cuero que consuela. Tiene los ojos brillantes de lágrimas, un poco por el vino sorbido y otro por los recuerdos; pero está satisfecho de sus estrofas. A la larga los fundadores se lo agradecerán. Nadie ha pintado como él hasta hoy las pruebas que pasaron».

Las ciudades y los escritores, Buenos Aires y los escritores. «Siempre he sentido que hay algo en Buenos Aires que me gusta – le decía Borges a María Esther Vázquez -. Me gusta tanto que no me gusta que le guste a otras personas. Es un amor así, celoso. Cuando yo he estado fuera del país, por ejemplo en los Estados Unidos, y alguien dijo de visitar América del Sur, le he incitado a conocer Colombia, por ejemplo, o le recomiendo Montevideo. Buenos Aires, no. Es una ciudad demasiado gris, demasiado grande, triste – les digo -, pero eso lo hago porque me parece que los otros no tienen derecho de que les guste. Además, generalmente lo que les agrada a los extranjeros es lo que nunca le importa a uno».

Las ciudades y los escritores, Buenos Aires y los escritores.

“Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Aires – me decía hace unos años Mujica Láinez – ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo;  la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales«.

Las ciudades y los fotógrafos, Buenos Aires y los fotógrafos.

Buenos Aires y las imágenes de Horacio Coppola que hace unos días acaba de morir.

http://youtu.be/yQqaTx3fEo8

(Imágenes:- 1.-Horacio Coppola.-Buenos Aires.-la calle Corrientes desde el edificio Comega.-1936.-wikipedia/ 2.-Horacio Coppola.-Buenos Aires.-1936)

(Video: «Canto y Fuga, Tango».-Astor Piazzolla)


CONVERSACIÓN CON MUJICA LÁINEZ

«Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Airesme dice Mujica Láinez – ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo;  la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales: así escribí un cuento en el que un hombre, al fallecer hacia 1800, sólo entonces se da cuenta de que él es el hijo de Maria Antonieta; en otra narración, unos pilletes le envían una carta al niño enano del cuadro de Las meninas para entregarle una receta que quitara el embrujo del rey Carlos, etc.».

«Yo no he tenido nunca seguridad como escritor – me sigue diciendo el autor de Bomarzo -. ¿Qué escritor la tiene? Yo no marqué ningún camino, pero lo que sí es cierto es que he podido ver cómo los libros míos se dividen en distintos períodos: el período porteño; luego, los libros de reconstrucción histórica; después los libros en que despego de la historia; por fin, el retorno a los tiempos primeros. Esas distintas etapas se conjugan en cierto modo y sin duda crean una unidad: son como peldaños.

Pienso que una de mis grandes características ha sido quizá la inconsciencia; gracias a eso todavía ahora miro hacia delante como si me faltaran treinta o cuarenta años de existencia. Me ha ayudado mucho mi gran vitalidad, como también me perjudicó el periodismo, y respecto a la ilusión siempre he pensado que la justificación de mi paso por el mundo era la obra que pudiese hacer, puesto que no soy de los que anhelan sobre todo plantar un árbol o tener muchos hijos; los tengo, y por supuesto los quiero, pero algo ha habido en mí más principal».

«Quien conozca mis novelas verá cómo me gusta jugar con el tiempo – sigue diciéndome -. En Bomarzo o en El Unicornio voy y vuelvo hacia adelante y hacia atrás con el tiempo; lo mismo va a suceder con El escarabajo, donde van a tener tanto papel los dioses egipcios, como Mercurio, o como la Musa, o como los ángeles…, todos van a estar en el mismo plano. Para mí, la ciudad es menos inportante que las casas: las casas me importan mucho; las casas y lo que ellas encierran: lo mismo el castillo y el parque de Bomarzo que la vivienda de mi novela La Casa o la quinta de Aquí vivieron. Lo del pasado reconstruido, creo que proviene de tradición familiar; cuando escribo los libros sobre Buenos Aires, mucho elemento de la reconstrucción nace del anecdotario; en el caso de Bomarzo y El laberinto ellos me han exigido muchísimo estudio y rigor, los he ido haciendo como podía elaboraralos un historiador, y después se sumará a él un narrador, calculándolo todo para que no pese».

«Lo que más ha influido en mi obra literaria – me continúa diciendo – ha sido mi adolescencia. Mi primerísima juventud ha influido sobre las novelas, puesto que yo me dediqué a reconstruir un poco lo que fue la sociedad tradicional de Buenos Aires; como yo era un muchacho muy andariego y frívolo, iba de aquí para allá; eso luego me fue muy útil para escribir novelas. Me pasó algo parecido a Proust. Con todo ese material escribí libros de la sociedad de Buenos Aires e inluso esa novela que transcurre en el teatro Colón, tiene por origen aquellas épocas mías primeras.

Otra novela mía, en cambio, El escarabajo, es un libro aparte de lo que he hecho hasta ahora. (…) En cualquier cosa que he escrito, antes de empezar un capítulo trazo de modo exacto un plan, y me atengo a él; los personajes no me conducen, como a tantos otros autores les sucede; los reduzco a que vivan dentro del mismo plan; y lo mismo, los capítulos».

«Hay una tendencia en mí –me dice Mujica -a todo lo invisible, desde niño siempre he tenido la impresión de vivir rodeado de presencias invisibles. Me han sucedido en la vida cosas curiosas. No he podido apartar la idea de que algunas de esas ideas curiosas eran muy reales; por ejemplo, que cuando se apaga la luz y está la oscuridad todo cambia, y quién sabe qué habrá ahí en lugar de lo que había; eso me asusta un poco”.

De repente se apaga la luz. ¿Estamos en 1979 o en 2010? ¿ Soy yo el que está presente y Mujica Láinez es el desaparecido, o es él el que se me aparece en la oscuridad evocándome aquellas frases que me dijo en Madrid hace ya 31 años? Del  cansancio de los objetos me habló aquel día y lo reproducí en Mi Siglo. Como me habló de la misteriosa desaparición de su sortija y también lo conté. Le miro ahora fijamente con la luz apagada al autor de El Laberinto y parece que no hubiera pasado el tiempo, parece que fue ayer.

(«Diálogos con la cultura», pás 205-212)

(Recuerdo del gran escritor argentino en el centenario de su nacimiento: septiembre 1910-2010)

(Imágenes: 1.-Manuel Mujica Láinez.-foto Aldo Sessa.-lanación.com/2.-Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Mujica Láinez.-lanación.com/3.-Mujica Láinez en la presentación de su novela «El gran teatro», con Mirtha Legrand y Nicolás García Uriburu, en 1979.-foto La Nación.-lanación.com/4.-casa de Mujica Láinez en «El Paraiso» La Cumbre.-Córdoba.-alacumbre.com/5.-foto La Nación.-lanación.com)



PASEOS DE BORGES

Solía ir por las tardes a caminar por la calle Florida hasta Tucumán, donde había una confitería en la que él acostumbraba a tomar un café. Después seguía por Florida unos metros y volvía más tarde hacia Maipú; pero el paseo que más le gustaba era llegar hasta la librería La Ciudad
– «Era imposible -me decía un día charlando de todo esto Fanny Uveda de Robledo, la «Fanny» que durante tantos años le cuidó-, sí, era realmente imposible caminar algunos pasos sin que alguien le hiciera algún comentario, lo parara para preguntarle algo o simplemente para saludarlo. En una ocasión, ¿sabe usted?, noté que un joven que venía caminando de frente se sorprendió al verlo. Vi su cara de asombro y sorpresa y enseguida se le dibujó una sonrisa placentera en su rostro de felicidad. Durante todo el trayecto que hicimos ese día él nos siguió de cerca pero en ningún momento hizo ningún comentario, sólo lo miraba extasiado como si estuviera por tocar el cielo con las manos.
Fanny hizo una pausa y luego prosiguió:
-Al llegar a Maipú, fíjese usted, y cuando nos disponíamos a entrar en el departamento, el joven se me acercó y me preguntó si esa caminata era habitual y si era siempre a la misma hora. Le dije que sí, que el señor solía salir a caminar por las tardes, después de dormir la siesta. Pues fíjese, ese joven volvió a acompañarnos muchas veces en las breves pero intensas caminatas que hacía el señor, se paraba cuando nos parábamos, se sonreía por los comentarios que el señor Borges despertaba en la gente, o disfrutaba de las respuestas que daba a las muchas preguntas que le hacían. Jamás le dirigió la palabra al señor ni atinó a pedirle nada. Fue un compañero silencioso y amable.
Curiosa Fanny y curioso este desconocido. Aún vive, y cada tarde camina por la calle Florida hasta Tucumán, empuja la puerta de esa confitería, allí toma un café y sale luego otra vez a Florida caminando unos metros hasta Maipú. Es un recorrido breve pero intenso. Siempre lee Ficciones. Es un librito blanco que saca del bolsillo, un librito de cuentos que se bifurcan. Los cuchillos, los tigres, los espejos salen y entran de los laberintos pero él sigue leyendo imperturbable, como si viviera Borges, como si fuera a cruzarse con él. Es el gran ensimismado de Buenos Aires, el desconocido que todos quieren conocer.