“Yo todos los años me quedo asombrado en la primera hora de la primera clase del curso universitario. Vienen ante mí todos los alumnos de todos los puntos del país y se posan como bandada de ideas y de cuestiones sentados en semicírculo, absortos ante las cuestiones e ideas que se les pueda plantear. Aún no han sido tocados por la sombra del escepticismo ni les ha caído encima una mota de aburrimiento. Están allí sentados, abierto su cuaderno virginal de ignorancias en espera del alimento que reciban. Y prácticamente todos ellos – aun sin formularla de manera explícita – guardan una pregunta escondida que no sé qué padre ni qué madre ni qué escuela les haya podido señalar y tampoco imagino en qué momento.
¿Qué es la verdad? ¿Y la bondad? ¿Y la ética? ¿Dónde está el bien en este mundo tan injusto? ¿ Y la belleza? Naturalmente esa briosa acometida que siempre es la juventud – generación tras generación – en su perpetuo anhelo de ir en busca de la felicidad, del bien, de la verdad y de la belleza toma un impulso ascendente que se mantendrá hasta ser tentado por los anzuelos de la utilidad o quedar fatigado por el cansancio. Entonces los caminos del ver se bifurcan -o a veces se entremezclan -, y unos ven únicamente la utilidad de las cosas y otros tan sólo la belleza. De cualquier forma, ese empuje continuo de la juventud por remontar las fuentes siempre me ha dejado asombrado y uno procura, en su pequeña medida, responder alentando y manteniendo cada vez más vivo ese entusiasmo por el asombro”.
«Recuerdo las frases de Kafka paseando por Praga con su amigo Janouch. Decía Kafka: «La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad». Janouch le preguntó: «¿Entonces la vejez excluye toda posibilidad de felicidad?» Y Kafka respondió: «No. La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece«.
(J.J. Perlado: «Diálogos con la cultura», págs 316-317)
(Publicado este texto en Mi Siglo hace tres años, lo recupero hoy nuevamente porque es lo que siempre pienso sobre la juventud)
(Imagen: Marc Chagall.- Lunaria.-1967.- colección privada)