«No hay novelista de nuestro tiempo que no pueda aprender algo de Collins sobre el arte de interesar al lector – aseguraba Eliot – ; mientras perdure la novela, deberían explorarse de tiempo en tiempo las posibilidades del melodrama. La novela de aventuras contemporánea se repite peligrosamente: en el primer capítulo el consabido mayordomo descubre el consabido crimen; en el último, el criminal es descubierto por el consabido detective después de haberlo ya descubierto el consabido lector. Los recursos de Wilkie Collins son, por contraste, inagotables». La reedición de «La piedra lunar« (Navona) nos lleva a leer el prólogo que escribió Borges para su «Biblioteca personal» y a la vez nos proyecta a secuencias de la vida del autor inglés.
Recordaba Julian Symons en su «Historia del relato policial» que Collins, al poco tiempo de haber iniciado «La piedra lunar», pasó por los sinsabores de la enfermedad y muerte de su madre, y que en gran parte de la última fase de la obra se vio sometido a las torturas de la gota, con unos dolores tan intensos que algunos de los jóvenes empleados para escribir al dictado la novela tuvieron que abandonar el puesto por no poder soportar las quejas del autor. Sin embargo, nada de esto se refleja en la narración, – y así lo anota Symons – llevada con una seguridad y una maestría en las variaciones del estilo y ritmo que admiten parangón con lo mejor de la literatura victoriana.
Elogiada no sólo por Eliot sino también por Chesterton, Swinburne y muchos autores más, uno puede volver a la pregunta que se hacía el gran crítico norteamericano Edmund Wilson: ¿ por qué la gente lee novelas policíacas?. Quizás sea por la atracción del misterio, o por la atracción de la sorpresa o por las habilidades del detective. En este caso, el detective Cuff es un maestro de la observación, aparentemente irrelevante. Ante un problema en relación con el cual se inquiere de él cómo hay que proceder, se limpia las uñas o propone dar una vuelta por el jardín para contemplar las rosas. O cuando le preguntan quién ha podido robar la piedra lunar, contesta con voz suave que no ha sido nadie. La fascinación que sobre nosotros ejercen ese tipo de observaciones – comenta Symons – se debe a que se nos escapa su sentido».
(Imágenes-1.-Delphin Enjolras/ 2.-La piedra lunar- Wikipedia/ 3.- Wilkie Collins- Wikipedia)