LECTURAS DE BENET

 

 

La Biblioteca Nacional acaba de adquirir 9000 libros, 600 manuscritos, fotografías y anotaciones sobre las obras que iba leyendo el escritor Juan Benet, y en ese universo se adentra uno para intentar averiguar el espacio íntimo de su creación. “ Salvo excepciones – decía Benet – , yo suelo escribir cuando no tengo nada que hacer, cuando llego a casa y no viene ningún amigo ni nadie me dice que vayamos al cine. Y claro, son pocos días. Son tres o cuatro a la semana, como mucho. Cuando no tengo  nada que hacer y está todo en orden, pues entonces, voy a la habitación, me pongo delante de la máquina y entre ocho y diez, escribo un par de folios. Ése es mi sistema de trabajo. Yo tengo la virtud de que – debe ser una virtud – , no tengo ningún esfuerzo para reescribir. Yo puedo haber abandonado, a la mitad de la página, un párrafo, hace quince días: vuelvo a Madrid y lo encuentro y sigo. Y lo sigo a los cinco minutos. No necesito mucha preparación  El pensamiento…. las novelas las tengo como un tanto maduradas previamente.

 

 

(…) En mi juventud, mis amores literarios eran los escritores contemporáneos. Es lo que pasa cuando eres joven; entonces  lo último es lo que se considera más valioso. Mis amores empezaron por la Generacion Perdida, por Faulkner, por Kafka, para pasar a Mann y a Proust. Pero luego he perdido contemporaneidad. Los escritores contemporáneos me llaman menos la atención. Supongo que es un signo de envejecimiento. Me llaman más la atención los clásicos, incluso los clásicos grecolatinos (…) Cada vez leo menos a los contemporáneos, y, sobre todo, nunca leo un éxito de venta. Ya tiene que venir un libro con muchas canciones eclesiásticas para que me meta con él si es extenso. Cuando eras joven no te importaba mucho meter la pata, porque los jóvenes, todos, meten la pata; pero cuando llegas a cierta edad comprendes que el tiempo que has dedicado a la lectura ha sido poco y se empleó mal. Se emplea mal porque se lee mucho para estar al día,  haciendo caso de la propaganda que te inclina a leer bazofia, y para encontrar un buen libro entre los premios , entre la publicidad de las solapas, entre lo que te dicen los amigos, pues pierdes el tiempo leyendo cosas que no tienen ningún interés, cuando sabes que si mañana vuelves a leer a Shakespeare o a Cervantes la inversión está garantizada.”

 

 

(Imágenes -1- lourania tumblr/ 2- Shakespeare and company/ 3- biblioteca del convento – Palacio  de Mafra – Lisboa curious  expeditiion)

RECUERDO

 

retratos-hhnnn-Gerardo Diego- por Pelayo Ortega- bne es

 

Recuerdo, sí , lo recuerdo. Como así lo expresaba Marcello Mastroianni en sus Memorias y como así también le gustaba decir a Georges Perec. Paso con estos papeles y estas carpetas de sala en sala en la Biblioteca Nacional de Madrid y recuerdo, sí, lo recuerdo, el pasar de los dedos de Gerardo Diego sobre las teclas del piano en enero de 1966, en su casa de la calle Covarrubias cuando amablemente charlamos. Paso ahora bajo su retrato y le veo venir, alejándose del piano, para enseñarme dos versiones de su «Invocación al soneto» y hablarme de la creación en poesía. Asistí a la última lección que dio en su Instituto y recuerdo, sí, lo recuerdo, aquellas manos moviéndose en el aula, explicando la gran literatura.

 

retratos-nng- Dámaso Alonso- por Hernán Cortés- bne es

 

Recuerdo, sí, lo recuerdo. Recuerdo igualmente a Dámaso Alonso bajando las escaleras de su biblioteca con un libro suyo en las manos, «Poetas españoles contemporáneos». Nos sentamos, me lo dedicó con mucho afecto, y hablamos de clásicos y modernos, especialmente de Ernestina de Champourcin.

 

retratos-yybb-Luis Rosales- por Juan Antonio Aguirre-bn es

 

No hay ninguna vanidad en todo esto, ningún mérito personal. Han sido momentos privilegiados – buscados o no – que se han ido cruzando en mi existencia dejándome huella. Y recuerdo, sí, lo recuerdo (ahora que paso bajo el retrato de Luis Rosales en esta galería expuesta estos días en la Biblioteca Nacional) , recuerdo a Rosales en su casa de la calle de Vallehermoso, en 1977, aludiendo a Granada y a Lorca, a las palabras de Rilke: «Era poeta y odiaba lo impreciso.»

 

retratos-ytr-Onetti- por Rómulo Macció- bne es

 

Sigo pasando por estas salas en las que he escrito tanto, he escrito en el campo, bajo los árboles, en las madrugadas madrileñas, en días parisinos y romanos. Recuerdo, recuerdo lo que he escrito  también aquí, los libros elaborados en la Sala General o en la llamada de «Raros y Manuscritos».  Recuerdo al pasar bajo el retrato de Onetti, aquel febrero de 1979, en su casa de Madrid, él acodado en la cama, sus ojos mirándome tras sus gruesas gafas, desentranándome despacio el laberinto de sus personajes.

 

retratos-uuybb- José Hierro- por Rafael Cidoncha- rafaelcidoncha es

 

 

Recuerdo a Pepe Hierro en «La Estafeta Literaria», después en el autobús que nos traía a los dos desde Radio Nacional y Televisión, después en largas y gratas conversaciones sobre su poesía. Recuerdo, sí, lo recuerdo, con sus ojos muy vivos, su rompiente carcajada, hablándome de aquel bar de Madrid donde a veces, entre el ruido de tazas y cucharillas, él iba enlazando sus poemas.

 

retratos-bbhhu-Torrente Ballester- por Damián Flores Lanos- bne- es

 

Recuerdo, sí, recuerdo a Torrente Ballester en su casa madrileña, cuando acababa de fallecer su primera mujer, Josefina Malvido, a final de los años cincuenta. Recuerdo a Torrente mucho tiempo después coincidiendo en jurados de premios literarios. Recuerdo su ironía, las fatigas, la tenacidad de su trabajo.

Recuerdo, sí, lo recuerdo.

Ninguna vanidad en todo esto. Ningún mérito personal.

Paso, envuelto en recuerdos, bajo esta galería de retratos.

 

(Imágenes.-1.-Gerardo Diego.-Pelayo Ortega– bne.es/ 2.-Dámaso Alonso-Hernán Cortés-bne.es/ 3.-Luis Rosales- Juan Antonio Aguirre– bne.es/4.-Juan Carlos Onetti- Rómulo Macció.-bne.es/ 5.-José Hierro- Rafael Cidoncha- bne.es/ 6.- Gonzalo Torrente Ballester- Damián Flores Llanos– bne.es)

EL ÚLTIMO LOPE DE VEGA

La Biblioteca Nacional de España acaba de adquirir el llamado ‘Códice Daza, un manuscrito autógrafo único y fundamental de Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635).

«Escrito por Lope entre 1631 y 1634, sobre papel verjurado, tiene 532 páginas y mide 20,08 x 15,50 cm. Insertadas entre ellas – dice la Nota de la Biblioteca Nacional -,hay algunas banderillas (fragmentos de papel sobrepuestos) con enmiendas del texto, como era costumbre. Lo protege una encuadernación de época, en pergamino, con restos de broches realizados a base de tiras de pergamino entrelazadas, imitando cordel, y sobre la cubierta se lee la siguiente anotación en tinta: “Aquí están las églogas”. Curiosamente, una parte está encuadernada al revés (las 96 últimas páginas) y parece haber sido añadida forzando la encuadernación, para aprovecharla, quizás por alguno de sus sucesivos propietarios. (…)

Contiene una parte de obra inédita, sobre todo poética, y fragmentos varios de obras conocidas y publicadas, en algunos casos, con variantes. Por ejemplo: La Dorotea, de 1632, Amarilis, huerto desecho…. Todas ellas entremezcladas en el manuscrito, lo que demuestra la forma de trabajo de Lope, simultaneando la creación de varias obras a la vez. La gran importancia de la obra radica sobre todo en que se trata de un borrador, porque solo existen tres borradores de Lope en el mundo, ya que, como es sabido, escribía directamente sus comedias, por lo que aunque hayan llegado a nosotros llenas de tachaduras, son obras definitivas, es decir, redacciones manuscritas finales o copias destinadas a la venta, pero nunca borradores, lo que aumenta la rareza de los mismos«.

Hasta aquí la nota oficial de la Biblioteca Nacional. Nada se sabe aún de las églogas que puedan reunirse en este cartapacio pero posiblemente revelen datos de intimidad del poeta. Un amigo de Lope, Antonio de León, en sus Elogios panegíricos, publicados tras la muerte del poeta, recordaba:

«Sus églogas suaves

de diversos secretos fueron llaves».

Corresponden estos manuscritos a la etapa final de Lope de Vega y se crearon sin duda en el despacho que hoy día puede visitarse. Entre bravos gatos nocturnos recorriendo la llamada entonces callle Francos – por la colonia de franceses que la habitó en un principio -, entra el año de 1634 en el aposento en el que Lope escribe desde muy temprano, ya que era gran madrugador.

Tiene entonces el poeta setenta y dos años. Hay un clima de trabajo en esta habitación y también de desengaño. Un año después -el de su muerte – Juan Pérez de Montalván, «su alumno y servidor» como él mismo se llama – contaría: «No se fiaba de su salud, con ser tan buena, porque sabía que cualquier enfermedad tiene más peligros en los hombres muy sanos que en los muy achacosos. Fuera de que había tenido un  año a esta parte dos disgustos – como si para una vida no bastase uno -, que le tenían casi reducido a una continua pasión melancólica«. Eran estos dos disgustos muy probablemente la muerte de su hijo Lope Félix y el rapto de su hija Antonia Clara.

El día antes de su muerte aún escribió poesía. Pero el día de San Bartolomé, viernes, 25 de agosto de 1635 – cuenta también Montalván -,» se levantó Lope muy de mañana, rezó el oficio divino, dijo misa en el oratorio, regó el jardín y encerróse en su estudio».

Tenía Lope en su jardín – «más breve que una cometa«, así lo describió -el naranjo que se le helaba en el invierno madrileño, los rosales y las clavellinas, tulipanes , el jazmín.

«A mediodía – prosigue Montalván – se sintió resfriado, ya fuese por el ejercicio que hizo en refrescar las flores (…) Estaba convidado para la tarde para unas conclusiones de Medicina y Filosofía, que defendió tres días el doctor Fernando Cardoso, gran filósofo y muy noticioso de las buenas letras, en el seminario de los Escoceses. Y hallóse en ellas, donde le dio repentinamente un desmayo (…), en una silla le trajeron a su casa. Acostóse, llamaron los médicos, que le dieron un minorativo para purgarle, y luego, por la calentura, le sangraron. (…) El domingo 26, luego se conoció el peligro evidente, le trajeron el último remedio de la Extremaunción. Recibióla, llamó a su hija, echóla su bendición y despidióse de sus amigos como quien se partía para una jornada tan larga… Díjome a mí –termina Montalván – que la verdadera fama era ser bueno, y que él trocara cuantos aplausos había tenido por haber hecho un acto de virtud más en esta vida». Murió el lunes 27 de agosto.

(Imágenes:-1.- «códice Daza», perteneciente a la Biblioteca Nacional.- foto EFE.-elmundo.es/ 2.- despacho de Lope de Vega.-viajaramadrid. org/ 3.- jardín de la casa de Lope de Vega en la «Casa Museo de Lope de Vega».-cervantesvirtual)

TEATRO EN LA RED

 

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«TEATRO: ¿Es posible que no me ves herido, quebradas las piernas y los brazos, lleno de mil agujeros, de mil trampas y de mil clavos?

FORASTERO: ¿ Quién te ha puesto en estado tan miserable?

TEATRO: Los carpinteros por orden de los autores.

FORASTERO: No tienen ellos la culpa, sino los poetas, que son para ti como los médicos y los barberos, que unos mandan y los otros sangran.

TEATRO: Yo he llegado a gran desdicha, y presumo que tiene origen de una de tres causas: o por no haber buenos representantes, o por ser malos los poetas, o por faltar entendimiento a los oyentes: pues los autores se valen de las máquinas; los poetas, de los carpinteros, y los oyentes, de los ojos».

Esto hablaban el Teatro y un forastero en el diálogo que escribió Lope de Vega en 1622, como Prólogo dialogístico a la Décimasexta parte de sus Comedias.

Ya en otra ocasión Lope – que en 1618 había escrito 800 comedias y en treinta y un meses 127 comedias más,es decir, más de una por semana – había dejado dicho: «Dadme cuatro bastidores, cuatro tableros, dos actores y una pasión«.

noche-ren-quin-detalle-de-la-noche-lyceo-hispanicoEra y es siempre el Teatro. La pasión por la vida y por el misterio del Teatro. Cuarenta y cinco años antes de estas frases de Lope , «un asiento en una silla de brazos en un teatro de Madrid  en 1575– cuentan Macgowan y Melnitz en «Las edades de oro del teatro» (Fondo de Cultura)  – costaba un real y medio; un balcón, 6 reales. El administrador del teatro desempeñaba a veces el papel de revendedor de billetes de entrada, y subía el precio de los balcones hasta 32 reales. El producto de la venta del equivalente a las palomitas de maiz de hoy en el siglo XVl – fruta, agua y dulces – aumentaba sus ingresos. El comediógrafo vendía su obra totalmente. Los mejores tal vez obtuvieron 300 reales por un auto y 55o reales por una comedia. Con la última de las sumas mencionadas podía vivir durante un año o comprar 10 burros. Una comedia nueva raras veces se representó en Madrid más de 5 ó 6 veces«.

Ahora los textos que pudieron disfrutarse en el Corral de la Pacheca, por ejemplo, en 1574,  aquellos textos escuchados bajo un toldo tras subir por galerías y balcones, los textos repetidos en camerinos, recitados tras cortinas, declamados en el fondo del escenario, aquellos textos que paseó el actor vestido con una capa de 3.6oo ducados que había sido bordada con primor, atraviesan el tiempo y penetran en lo profundo de nuestras casas a través de la Red. La Red nos muestra lo que la  Biblioteca Nacional ofrece ya desde estos días:  los mejores textos del teatro clásico español – desde Calderón, Lope, Tirso de Molina, Vélez de Guevara y tantos otros. La audiencia se amplía casi infinitamente, el interés queda prolongado en los siglos, la curiosidad hojea estas simples palabras pronunciadas que levantaron tanta sonoridad de aplausos.

(Imágenes: 1.-National Geographic Collection/ 2.-Ren Quin: Tumba de Giuliano.-La Noche.-(detalle).-Lyceo Hispánico)

TIENDAS ESCOGIDAS

Me pregunta mucha gente a través de Internet dónde pueden comprar esos pequeños cuadernos de tapas rojas y páginas diminutas a los que yo me refería el pasado día 20. Con mucho gusto les contesto. Hay un pasaje en París que da a la rue de Rivoli, muy cerca ya de la Plaza de la Concordia, que tiene en su puerta y como elegante reclamo una pluma de ave y un tintero de bronce. Empujando esa puertecita de la entrada y apartando una cortinilla granate pronto aparece allí un mostrador repleto de cuadernos antiguos de todos los colores. A la amable empleada que suele atendernos no hay más que pedirle, por ejemplo, el cuaderno de Proust, y ella nos entregará por unos pocos francos ese oscuro cuaderno con tapas de hule negro en el que Proust escribía por las noches. Si se sale a la calle, la luz del sol ilumina esas páginas aparentemente blancas, pero es necesario esperar un poco ya que la luz se posa en el papel y del papel emerge lentamente la escritura del Tiempo Perdido en forma de notas y de proyectos varios, es decir, de repente tenemos en la mano los apuntes reales que Proust hizo, sus anotaciones nocturnas y el arabesco de su caligrafía sin tener necesidad de acudir a consultarlos a la Biblioteca Nacional Francesa.

( NOTAS A LECTURAS) (Umbral. 2)

Hoy Arcadi Espada en su columna de EL MUNDO habla de Anna Caballé a la que yo me referí en mi blog del 29 de agosto. El libro de la profesora sobre Umbral -«El frío de una vida»-«cuya sola mención – dice Espada-se ha eludido estos días como peste en el duelo por el escritor» abre, como dije, el panorama sereno de la crítica. ¿No es más alto y profundo en Lorca «Poeta en Nueva York» que otros «Romanceros» aplaudidos popularmente en un principio? ¿No hay obras teatrales de Valle-Inclán o novelas como «Tirano Banderas» que superan a algunas de sus «Sonatas»? ¿Qué ha quedado de la musical sonoridad de Gabriel Miró? ¿Qué lugar ocupan en Galdós los «Episodios Nacionales»? Es necesaria la distancia. Hacer crítica rigurosa y sosegada supone ir colocando-lo hacen los historiadores-las cajas de las obras en las estanterías de la gran Biblioteca. Además vienen luego las modas. ¿No nos trae el viento, por ejemplo, de nuevo a Stefan Zweig? Vientos y modas entran y salen por las ventanas de la Biblioteca del mundo cruzada de laberintos. «El tiempo lo cura todo», le dice un lector a otro mientras hojea en la penumbra un libro olvidado. Y el otro en silencio asiente mientras abre también otras páginas y, tras desempolvarlas, las vuelve a colocar cuidadosamente alineadas en su memoria.

BISTURÍ

Hoy ha venido a verme la policía. Están registrando muchos blogs. Estuvieron en el de «Bibliografhos» y en «Lo mejor de los libros». También en el de «Librosfera». Se trata de encontrar al ladrón de mapas de la Biblioteca Nacional. Escondido como estoy en este rincón no me explico cómo han dado conmigo. Me enseñaron el bisturí con carcasa plástica que han usado para cortar los mapamundis. Les dije que, efectivamente, yo tengo uno igual para uso privado, pero que lo empleo sólo para recortar los bordes de las ideas ajenas, como ya dije en mi blog del 25 de agosto. Creo que esa pista les ha traído hasta aquí. El inspector de conexiones informáticas, un tipo alto y huesudo, con bigote, me pidió que le hiciera una demostración. Me acordé del tranvía de Praga al que se refiere Kafka por la noche y del tranvía de Lisboa que evoca Pessoa. «¿Ve usted?-le dije-, los dos han tenido la misma visión. Las ideas están el aire. La ideas no tienen dueño. Lo único que yo hago es apropiarme de ideas que flotan gracias a este bisturí». Como me insistió y torció el gesto muy desconfiado no tuve más remedio que hacerle la demostración. Tomé del aire la idea del surrealismo, esa idea leve y nacarada que hay en todas las habitaciones, y empinándome un poco fuí cortando las esquinas con el bisturí. Lo que quedó fue una hermosa pieza repujada del tamaño de una manzana que bien podía ser de Breton o también de Dalí. «Ya esta idea es suya, inspector», le dije entregándosela, «¿ve usted?, ya no es de nadie». Pero el inspector, quizá por su profesión tan específica, nunca había tenido en la mano el surrealismo y lo dejó caer.
Al reventarse el surrealismo en el suelo dejó un aroma por toda la habitación, un aroma que aún hay por toda la casa.
«Volveré», dijo ofendido el inspector, «me volverá usted a ver cuando menos lo piense».
Con el bisturí, inclinado y muy despacio, estoy recogiendo ahora los gramos diminutos de esta manzana que brillan ahora en la oscuridad.

ROBO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

ROBO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

Hoy 25 de agosto anuncian los periódicos el robo de dos mapas en la Biblioteca Nacional, en la Sala Cervantes donde yo he trabajado tanto. Yo no los he robado. He robado ideas que estaban entre los pupitres, fogonazos encontrados en Bibliografías, enlaces de imaginación, viajes a autores que me han entreabierto sus puertas. Me acuerdo que el pasado viernes, mientras robaban los mapas del siglo XV con una cuchilla afilada, robé con mucho cuidado y sin hacer ruido una idea de Malraux sobre los jóvenes que aparecía doblada en la página izquierda de un volumen. Era una idea sugerente, leída por muchos, pero me dí cuenta de que era de todos, estaba al alcance de cualquiera, bastaba poner los ojos entrecerrados como la cuchilla del mapa e ir cortando la idea sin hacer ruido. Luego la metí entre otras ideas fotocopiadas y la saqué, pasando entre los controles, hasta llegar a la calle. En el autobús la leí. Ya no era una idea de todos sino mía y la extendí ampliándola, viéndola en toda su dimensión. Hablaba de la rebeldía y del nihilismo de los años sesenta y, como todas las ideas robadas, al hacerla mía quedó por todos sus bordes una pigmentación amarilla, como si Malraux mismo hubiera puesto su pulgar al escribir. Siempre que robo ideas procuro al llegar a casa cambiarme de traje, disimular, pasar de un aire a otro, mentir, no decir de dónde vengo, ir haciendo esa idea mía como piel, como una segunda piel. Ya por la noche pensaba yo- lo había pensado siempre- cosas sobre el nihilismo y la rebeldía de los años sesenta que el mismo Malraux me había copiado.

Hacia las once vino a verme el ladrón de mapas. Los traía enrollados. Quería cambiarme mi idea por sus mapas. Me negué. Aún no me han detenido.