
«La devoción franciscana en el siglo XV, los retablos góticos, los cantares y romances, la música de vihuelas, los libros de horas, todo se acerca de un modo u otro al cántico del Nacimiento de Dios con su corte de villancicos.
En el monasterio de Calabazanos, las monjas entonan gozos de Navidad de Gómez Manrique:
Callad, vos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Fray Iñigo de Mendoza, en su “Vita Christi” canta la Navidad dialogando con los pastores:

Cata, cata, Juan Pastor
y juro a mí, pecador,
un hombre viene volando…
Si, para San Julián,
ya llega somo la peña;
purre el zurrón del pan
acoger me he a Sant Millán
que se me eriza la greña.
y mi muza colorada
para que, si a mí se llega,
porque no me haga nada,
le haga la rebellada
a huer de la palaciega.
Entre 1560 y 1638 José de Valdivielso, sacerdote toledano, íntimo amigo de Lope, al que asistió en la hora de la muerte, compone estas seguidillas:
Dadnos, virgen bella,
del nochebueno,
de diversas frutas
y pan del cielo.
El cielo, señora,
que diz que es muy vuestro,
os dio en aguinaldo
quanto tiene bueno.
El Padre a su Hijo,
el Hijo a sí mesmo,
el Hijo y el Padre
al Amor eterno.
Dadnos estas pasquas
del nochebueno,
de diversas frutas
y pan del cielo.

Manuel Alvar editó hace unos años unos hermosos pliegues de “Villancicos dieciochescos” centrados especialmente en lo guardado en el Archivo Municipal de Málaga. Como siempre en estos casos, la música y la poesía se hermanaban y los libretistas provenían de diversas partes y a la vez los músicos colaboraban desde distintas ciudades. Eran un conjunto de “pasos”, dedicados al tema religioso y anteriores a las tonadas escénicas. Lengua, temática e incluso reflejos de vida social se entrelazaban en muchos de ellos. En 1735, por ejemplo, en las representaciones en diversos templos, se cantaba:
Los pastores de Belén
para festejar al Niño,
una comedia disponen
con natural regocijo
(…)
ya está el teatro puesto
en un portal lucido,
donde se representa
de Amor lo peregrino.

En otra ocasión llega un pescador con su nave y para divertir al Niño “cantarle quiero/ la tonadilla/ del marinero”:
Iza, amaina, al remo,
las velas a la playa.
Las ondas suben,
las ondas bajan,
pero mi nave
siempre está en calma.
La tonadilla
aquí se quede
arrimando mi nave
junto al pesebre.

Muchos poetas contemporáneos se podrían añadir al coro de los villancicos españoles: Juan Ramón, Alberti, Luís Rosales, Gerardo Diego, José Hierro y tantos otros. Alberti dice, por ejemplo:
– ¡Muchachas, las panderetas!
De abajo yo, por las cuestas,
cantando, hacia el barrio alto.
La Virgen María,
llorando, arrecida,
hacia el barrio bajo
¡Las panderetas, muchachas!
Un portal.
No lo tenemos.
Por una noche…
¿Quién eres?
La Virgen.
¿La Virgen tú,
tan cubiertita de nieve?
Sí.
La mejor casa, Señora;
la mejor,
si sois la Madre de Dios.
¡Abran los portales, abran!
¡Pronto,
por favor,
que está la Madre de Dios!».
JJPerlado.- artículo en Alenarterevista

(Imágenes.- 1. Abbott Handerson Thayer/2.–Boticelli.-ángel de Madonna Magnificat/3.-Bernardino Luini/ 4.-Fra Angelico.-Wadsworth Atheneum. Hartford/5.- Gherardo Starnina.-1405/6- Steven Daluz)