«LA DAMA DE LOS KIMONOS BLANCOS»

flores.-88yy.-japón.- por Konan Tanigami.-grabado en madera japonesa

«Y tras todas estas sesiones de historias y leyendas que Hisae Izumi contaba en su casa magistralmente, años después, ‑precisamente después de 1185, después de la batalla de Dan-no-ura   ella, la dama japonesa, dedicó gran parte de su tiempo (sin duda para olvidar a aquel primer amor) a viajar por todo el archipiélago. La llamaron por entonces en Japón “la dama de los kimonos blancos” porque quizá para recordar a aquel Kiromi Kastase, el samurai muerto, quiso comprarse una serie de kimonos blancos como los que Kiromi llevaba, y vestida con ellos comenzó a recorrer todo el país. Fue primero a las costas de la isla de Dozen, en el archipiélago de Oki, y por las tardes se la veía pasear silenciosa arriba y abajo de la orilla. Cuando las gentes desaparecían y la costa quedaba desierta ella permanecía absorta escuchando siempre el sonido del mar. El sonido del mar venía entonces en caracolas redondas hasta ella, girando por debajo de las olas. Aquel sonido curvado de todas las aguas revolucionadas le iba llegando hasta su kimono blanco y allí se iban quedando impresos los sonidos sobre la blancura de la tela. Redondeaba y culebreaba el rumor del mar sus dibujos yendo y viniendo sobre la superficie del kimono, aparentemente sin tocarlo, pero impregnando de todos los sonidos las mangas hacia abajo, no sólo con los ruidos del movimiento de las aguas sino con la danza de los peces. Ese sonido tumultuoso del mar iba marcando dibujos tostados por todo el kimono, manchándolo de color de agua mezclada con arena y con puntas agudas de espuma como crines de estrellas. Y cada noche Hisae, al colgar su kimono en el armario, aquel kimono dibujado de sonidos, cerraba la puerta y desde la cama oía perfectamente el rumor del océano sobre la tela.

interiores.-6bbn.-Kengo Kuma.-Pabellón.-Japón 2005

En 1199 ‑ahora en la isla de Kyūshū y ante el estrecho de Iki‑, Hisae comenzó a lucir otros de sus kimonos blancos. Ya no era el sonido sino la fuerza de la corriente silenciosa la que le trazaba el dibujo. Se veía que allí tenía más poder el silencio que el ruido, y el mar, aun cuando se le oía, antes que nada se le veía avanzar impetuoso por los bordes del vestido de Hisae, que le esperaba en pie sobre la orilla. El mar venía girando sobre sí mismo, se autoenvolvía, y las corrientes rápidas iban subiendo kimono arriba hacia las mangas para luego descender hasta los pies. Hisae se dejaba querer por el color del mar, por los azules y los verdes, y por la noche, cuando Hisae colgaba ese kimono en su armario, él apenas estaba húmedo, aunque quedaban para siempre las manchas de las corrientes marinas.»

José Julio Perlado.-(del libro «Una dama japonesa«) (relato inédito)

SKD438347

(Imágenes.-1.-Konan Tanigami- 1917-adamsjapaneseprints.com/ 2.-Kengo Kuma.-Orbe Tea Room.- foto David Ano/ 3.-Carl Gustav Carus.-1819)

MI AMOR POR KIROMI KASTASE

estacionew.-77hh.-otoño.-Japón.-las hojas de una palma.-Yumeji Takehisa.-1921

«Vestido con un kimono blanco – contaba Isae Izumi, la dama japonesaKiromi Kastase blandía en la mano un gran martillo de forjador que me asombró, pero lo que casi inmediatamente me enamoró de él fue su gran sonrisa. Tenía una sonrisa deslumbrante, una curvada sonrisa igual a una daga que iluminaba sus labios y unos blancos dientes perfectos bajo unos ojos saltones. Me miró de arriba abajo y empezó a hablar. Nunca he oído a nadie hablar tan bien y eso siempre enamora a las mujeres. Comenzó a preguntarme de dónde provenían aquellas hojas que adornaban mi kimono y si eran hojas procedentes de robles o de fresnos, y si alguna se había caído de un acre rojizo y si se había ido tostando sobre la tela hasta quedar seca en un dibujo. No supe qué contestar. Las mujeres nos enamoramos por el oído y yo fui enamorándome de aquella voz grave y mecida de palabras, acompañada por su gran sonrisa, aunque eran las palabras las que me

japón.- 4456bg.- Kawabata Gyokusho.- 1842- 1913

iban venciendo. Me sentí fascinada por cuanto me preguntaba y cuando me fue explicando cómo era el alma de las espadas ya no aparté su mirada de él. Me fue contando que el alma de las espadas está hecha de agua y que el agua recorre el interior de la lámina hasta la empuñadura y esa agua va haciéndose dura y cortante por el borde de la hoja hasta solidificarse y resplandecer. Y hasta que uno no puede mirarse en esa hoja como en un espejo – me añadió Kiromi – la espada no es buena y el alma de la espada es la que refleja nuestra alma, la que nos dice si deseamos la muerte o deseamos la paz. Me fue hablando después de las aguas del río Shimano, de las del Tone y de las del Kitakami y de cómo bajaban por los ríos espadas aún sin hacer que se endurecían y agitaban gracias a los remolinos de las corrientes. «Esta espada, por ejemplo – me dijo señalando a la tendida sobre aquella especie de altar -, no la he elegido yo sino que ella me eligió a mí. Las espadas siempre eligen a los hombres. Ella ha bajado por el río Katsura y ha llegado hasta aquí. Yo pertenezco a ella, ella no me pertenece a mí.»

japón.- r5gg.- paisajes.- Yuku Kisan Ja

«Me enamoré de tal forma de aquella voz –continuaba Hisae recordando sus amores -, de la envoltura de sus palabras y sobre todo de su sonrisa, de su elasticidad y de su fuerza, que cuando supe que no era sólo un simple espadero sino un joven samurai le seguí y viví con él durante mucho tiempo. Fue el tiempo en que él rasgó de arriba abajo el aire con rápidos cortes llenos de celeridad gracias a su sable y el tiempo de los ataques al Palacio Imperial y el tiempo de la batalla sobre el Puente Uji. Yo siempre le esperaba a que él volviera de cada batalla mirando por las noches hacia arriba, a la serpiente de ocho cabezas escondida en las negras nubes del cielo y donde yo sabía – él me lo había dicho – que habían hallado la espada sagrada, la primera espada del mundo.»

Japón.-44ffv.-Ciruelo del Jardín Kameido.-de Cien visitas de Edo.-Hiroshige.-1857

«Hasta que una noche no volvió – decía Hisae conmovida – .En el estrecho que une a las islas de Kyüshü y de Honshü, en la batalla de Dan-no-ura, quedó su cadáver en el mar flotando entre un ejército de fantasmas. Yo no he vuelto por allí. No. Nunca volveré. Dicen que los espíritus de los samuráis que allí quedaron siguen reflejados con sus mismos rasgos humanos en las conchas de los cangrejos. No. Yo eso no lo veré nunca.»

José Julio Perlado : (del libro «Una dama japonesa») (relato inédito)

pájaros.- rftty.-Shikama Takeshi.-japonés

(Imégenes.-1.-Yumeji Takehisa.-gurafiker.tumblr/ 3.-Kawabata Gyokusho/ 3.-Yuku Kisan ja/ 4.-Utagawa Hiroshige/ 5.- Shikama Takeshi)