HOCKNEY

 

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«Mirad las pinturas de Piero della Francesca tan maravillosas y deliciosas de contemplar – decía David Hockney en 1979 al hacer un recorrido por su educación artística -. Pienso que toda persona amante de la pintura no podría sino amar a Piero della Francesca; no puedo imaginar que nadie las encuentre feas desde ningún ángulo que las mire. Cada pintura tiene un tema definido. Cada vez es un episodio de la Historia Sagrada, ¿ no es cierto?  Nuestro placer reside en la manera en que las pinturas están construidas; es eso lo que las mantiene, y no la historia. Pero nosotros ignoramos y no podremos nunca decir hasta qué punto el tema ha inspirado sus obras. Todo el mundo sabe que los artistas, ciertos artistas, tienen necesidad de un tema, que un tema puede ser fértil para su inspiración. Esto es verdad en pintura y en literatura. Ciertos artistas más que otros tienen necesidad de temas, pero se ha minimizado el tema hasta el extremo. En los años sesenta, el tema había sido completamente laminado; la abstracción lo había aplastado todo y la gente creía fírmemente que ese era el camino que debía seguir la pintura. No existía ninguna otra dirección. Incluso yo mismo lo pensaba, y lo pienso aún. Me decía : sí, estoy seguro de que ellos tienen razón, y eso lo he pensado hasta 1966. Es en 1965 cuando yo he pintado mis cuadros más abstractos, probablemente influidos, creo, por la abstracción americana, eso que se llamaba la abstracción fría. Pero lo que marcaba toda la diferencia, sin duda, es que yo tomaba la abstracción como tema, yo la comentaba, yo sentía la necesidad de tomarla como asunto.

 

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Debo admitir que pienso que la razón por la cual mis cuadros tenían cierto atractivo es porque se podía escribir alguna cosa sobre ellos. Uno puede hablar siempre de forma a propósito de una pintura figurativa, pero eso es otra cosa. Eso facilita las cosas para hablar de pintura. Por otro lado tenemos pintores como Barnett Newman; si se compara Newman con un pintor, digamos, como Degas, creo que se ve que Newman está ante todo preocupado por las ideas, y esto de manera obsesiva, porque él  no es tan buen artista como Degas. Él ante todo está preocupado por la teoría, mientras que Degas, aunque también esté interesado por la teoría, como todo buen artista, no puede ignorarla. Pero es el ojo de Degas, su punto de vista, el que cuenta, las respuestas que él encuentra, las respuestas que él siente.

 

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(Imágenes- 1-Hockney- 2005-artadaily org/ 2.-Hockney- 1965- national galleries of scotland/ 3.- Hockney- 2008)

SOBRE LA MELANCOLÍA (1)

 

figuras-ttvvb-Barnett Newman- mil novecientos cuarenta y nueve

 

«Es necesario explicar que hay esquizofrénicos que han sido muy buenos vividores en la escuela – me decía el psiquiatra alemán Hubertus Tellenbach en 1975 -, y un día comienzan una evolución en la cual ellos no encuentran «el gusto» de trabajar. Quieren ser como los «hippies». Únicamente gozan de la vida de una manera apasionada, pero no desean el rendimiento. Pero ante nuestra sociedad, que es una sociedad de rendimiento, mi proposición es la siguiente: dejarles hacer lo que deseen. Por ejemplo, un estudiante de Medicina que ha triunfado en los exámenes, se ha transformado en un esquizofrénico, entonces no desea en absoluto continuar sus estudios de Medicina y lo que desea es transformarse en un mero trabajador de la agricultura. Mi propuesta es dejarle hacer lo que él quiera, no intentar conducirle hacia el rendimiento.

 

figuras-unree-Sohan Qadri- dos mil siete

 

En cuanto a la estructura de la personalidad melancólica es una estructura en torno al rendimiento. Ellos se encuentran en las fábricas, en los despachos y trabajan tan bien e incluso mejor que la normalidad. Pero cuando el hombre se encuentra enfermo, un trabajador, por ejemplo, está bien asegurado por la Seguridad Social y abre sus ojos y piensa que puede ganar dinero sin trabajar: este hombre se encuentra bajo la depresión de no poder trabajar. Es en nuestra civilización, en la cual se trabaja como máquinas – entre computadoras y datos -, donde se descubre las condiciones más aptas para que existan tipos melancólicos. Si se encuentran en el trabajo, pero no rinden suficientemente, se hallan en una situación preparada para la melancolía. Por ejemplo, en un empleado que ha llegado a tener más responsabilidad, es decir, que puede ser de categoría superior, su responsabilidad aumenta, y entonces no puede aceptar un fracaso, o sea, la culpa. En ese momento de su ascenso, él puede transformarse en un melancólico. Sin esa situación creada, él no llegaría a ser un melancólico. Por tanto, si la industtrialización sigue elevándose, cada vez habrá más melancólicos».

 

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(Imágenes- 1-Barnett Newman- 1949/ 2.-Sohan Qadri- 2007/ 3.-Felix de Boeck)

ANOCHECERES

 

figuras-ttvvb-Barnett Newman- mil novecientos cuarenta y nueve

 

«Escribir, crear, es embrujar. Se toma un recuerdo en el aire, algo que estaba aplastado por las páginas de un periódico, una conversación, un rumor o un olor y se transforma en la vasija del cerebro, revolviéndolo con los sentidos, aspirando el momento. Recuerdo el olor del metro madrileño cuando pasaba velozmente bajo las rendijas o respiradoras de las aceras, subía y pasaba el olor subterráneo como un vaho precipitado bajo mis pies, yo no sabía bien qué era el metro – había pasado años en una ciudad sin metro -, o tal vez lo que no sabía bien, lo que no había percibido aún, era ese olor fugaz e intenso, cargado del vapor de los túneles, la oscuridad iluminada de cristales veloces trasladando las caras y los cuerpos, pero sobre todo aquel olor del animal de hierro como gusano curvado que iba y venía casi en zig zag de túneles a estaciones, de la sombra a la luz. Aquel olor del metro bajo mis pies, en la acera, aún me sobresalta con sobresalto emocionado porque me lleva de la mano a una edad imprecisa, acaso cuando llegué a Madrid, a los quince o dieciséis años. Brillaban aquellos anocheceres con las pescaderías iluminadas, los largos lomos de las merluzas reposando sobre las losas inclinadas y regadas de sal, el vocerío y los verdes guantes de los dependientes trasladando de aquí a allá el pescado, sus delantales verdes salpicados de escamas, mientras con cuchillos de punta aguda y punta cuadrada cortaban y despedazaban cabezas, colas y espinas bajo la luz de las bombillas. Y aquellas imágenes y aquellas luces se fundían con el olor del metro que de vez en cuando pasaba bajo mis pies. Eso es embrujar, me digo, eso es ser brujo. Subido en el triciclo infantil en el pasillo de mis abuelos no pensaba que un día podría unir en el tiempo bombillas y olores, pero aquí están, aquí estaban en su momento exacto, una fotografía de juventud. Es Madrid transformado en la memoria. Un escritor es brujo porque reúne con la prosa y en la prosa cosas dispares, unas bombillas, un olor, unos pescados, tres impresiones que no se pueden borrar, el sello de una edad, los sellos de una ciudad en un instante».

José Julio Perlado.- (del libro inédito «Relámpagos»)

 

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(Imágenes.-1.-Barnett Newman- 1949/ 2.- Yayoi Kusama– 2005)

ROSTROS DE RILKE

«Todavía no había tenido conciencia del número de rostros que hay. Hay mucha gente, pero más rostros aún, pues cada uno tiene varios. Hay gentes que llevan un rostro durante años. Naturalmente, se aja, se ensucia, brilla, se arruga, se ensancha como los guantes que han sido llevados durante un viaje. Éstas son gentes sencillas, económicas; no lo cambian, no lo hacen ni siquiera limpiar. Les basta, dicen, y ¿quién les probará lo contrario? Sin duda, puesto que tienen varios rostros, uno se puede preguntar qué hacen con los otros. Los conservan. Sus hijos los llevarán. También sucede que se los ponen sus perros. ¿Por qué no? Un rostro es un rostro».

«Otras gentes cambian de rostro con una inquietante rapidez. Se prueban uno después de otro, y los gastan. Les parece que deben de tener para siempre, pero apenas son cuarentones, y ya es el último. Este descubrimiento lleva consigo, naturalmente, su tragedia. No están habituados a economizar los rostros; el último está gastado después de ocho días, agujereado en algunos sitios, delgado como el papel, y después, poco a poco, aparece el forro, el no-rostro, y salen con él».

Escribe esto Rilke casi al principio de «Los cuadernos de Malte Laurids Brigge«. Los rostros pasan ante él, pasan sobre la página, pasan sobre la acera. Es el 11 de septiembre de 1904.  Rilke camina por la rue Toullier y queda intrigado por el mapa de los rostros. Los rostros siempre han provocado interés en los escritores, en los artistas, en los pensadores. «Hay en el rostro una pobreza esencial decía el filósofo Emmanuel Lévinas y ya la comenté en Mi Siglo-. Prueba de ello es que intentamos enmascarar esa pobreza dándonos poses. El rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia. Al mismo tiempo, el rostro es lo que nos prohíbe matar. (…) El rostro es lo que no se puede matar, o, al menos, eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás«.

Siempre el rostro.

(Imágenes:- 1.-Barnett Newman.-por Irving Penn– National Portrait Galleries/ 2. – foto Vivian Maier.-Chicagocom.-cortesía de la Fundación Maloof/ 3.-foto Vivian Maier.-Chicagocom.-cortesía de la Fundación Maloof)