EL TALLER DE » GRANDS – AUGUSTINS»

pintores.-rrffvb.-Picasso en su estudio de Grands -Augustins.-París 1939.-Brassai

«Desde la calle, la casa no parece muy grandecuenta Patrick O `Brian en su biografía de Picasso -, pero una vez dentro la escalera varía, y los dos pisos superiores ocupados por el pintor tenían talleres que parecían catedrales de techo bajo. Resultaban todavía más impresionantes debido a que se llegaba a ellos por una oscura escalera en espiral. Al paso de los siglos, el edificio había sido dividido y ampliado sin seguir un plan preconcebido, por lo que, ahora, tenía buena cantidad de pequeñas estancias accesorias, junto con más escaleras imprevisibles, pero lo que quedaba principalmente grabado en la memoria del visitante eran los estudios, vastos y polvorientos espacios con grandes vigas y traviesas desnudas, viejas y rojas losetas hexagonales en el suelo, y altas ventanas que daban a un patio interior. Estas ventanas estaban orientadas a poniente, pero Picasso nunca se preocupó gran cosa de la luz. De muchacho había utilizado una lámpara o una vela, cuando la luz del día no le servía, y, ahora, encendía la iluminación eléctrica cuando el cielo de París estaba cubierto o cuando, como ocurría con frecuencia, decidía trabajar de noche.»

pintores.-66h.-Brassaï.-estudio de Picasso.-rue des Grandes- Augustins.-1944

En este taller de Grands -Augustins se pintó el Guernica. Prácticamente todos los estudiosos de la obra del pintor hablan de este inmenso taller, en lo alto de una mansión del siglo XVll que al parecer — como indica Pierre Cabanne en «El siglo de Picasso» – había formado parte del Hotel Savoie- Carignan antes de la Revolución, en el que Balzac situaba la acción de su «Obra maestra desconocida«. La descripción que hace Balzac de esta casa, de la empinada y sombría escalera –así lo recuerda Brassaï en sus «Conversaciones con Picasso» -, es de una sorprendente semejanza. En 1937 Picasso se traslada a este taller, conocido en el barrio como «el desván de Barrault«, por haber vivido allí algún tiempo el joven actor Jean Louis Barrault. (…) Pero «el desván de Barrault» – continúa diciendo Cabanne – no era un lugar corriente. El acceso lo tenía no por la noble escalera ornada de una barandilla en hierro forjado, sino por una siniestra escalerilla de caracol a donde apenas llegaba la luz.

Picasso.-eedvvn.-Brassai.-mano de Picasso.-romanianculture.org

Brassaï hará por esa época una fotografía de la mano de Picasso con un pincel. «Examiné – dice el fotógrafo – la «paleta» que aparecía también en la imagen. Picasso no suele tenerla casi nunca en la mano, se desembaraza siempre de ella, dejándola en una silla, en un taburete, incluso en el suelo… Muchas veces ni la utiliza, En la rue des Grands- Augustins mezclaba sus colores sobre una mesa desplegable recubierta de una espesa capa de hojas de periódicos. Una vez saturado de colores, de aceite de linaza, de aguarrás, quitaba y tiraba este mantel.»

Picasso.-55ty.-Brassaï.-Picasso y los retratos de Dora Maar en el taller de Grands Augustins

Ahora que ese ático de París cobra actualidad, los recuerdos y evocaciones de aquel célebre taller reavivan la memoria. El cuarto donde pintaba Picasso tenía como se sabe las paredes inclinadas, y a través de las tablas que formaban el bajo techo caía una lluvia de polvo procedente de la buhardilla… Eran los tiempos de Dora Maar. Precisamente una de las noches en las que los dos se conocieron, sentado junto a ella en el café, Dora se quitó lentamente los guantes de lana negra bordados de florecitas rosa que llevaba y – como recuerda también Cabanne  – mientras Picasso hablaba, ella jugueteaba con una navajita afilada clavándola en la mesa entre sus dedos separados; de vez en cuando, fallaba el golpe y la punta le pinchaba la mano haciendo brotar una perlita de sangre. Fascinado, Picasso pidió a la joven que le diera sus guantes y los tuvo guardados en una vitrina del taller en la calle Grands- Augustins, donde conservaba sus recuerdos más preciados.»

(Imágenes:- 1.Brassaï.-Picasso en su estudio de la calle des Grands- Augustins-1939/2.-Brassaï.-Picasso en ese mismo taller.-1944/3.-Brassaï.-mano de Picasso.-romanianculture.org/ 4.- Brassaï.- Picasso y los cuadros de Dora Maar en el taller de Grands- Augustins.-1939)

TALLERES DE PINTURA

ALBERTO GIACOMETTI ET ANNETTE

Cuando Balzac describe el taller de Franz Porbus en «La obra de arte desconocida» intenta darnos una lección estética: decir creación pictórica es decir igualmente creación literaria. Los escritores en muchas ocasiones se han asomado a contemplar cómo trabajan los pintores y a su vez los pintores han querido dejar huellas en sus cuadros sobre el quehacer de los escritores. «El taller del pintor» de Gustave Courbet se une a «Un taller en Batignolles» de Fantin-Latour y a ellos hay que añadir, entre muchos otros, el taller de Elstir, observado atenta y sensiblemente como siempre por la prosa de Proust, o al que muestra Albert Camus  en su «Jonas o el artista en el trabajo» dentro del volumen «El exilio y el reino«.

Autoportrait, atelier de Skrubben à Kragerø

«Los discípulos ayudaban a Jonas de otra manera – escribe Albert Camus -, obligándole a dar su opinión sobre su propia producción. No pasaba día sin que le llevaran algún lienzo, apenas esbozado, que su autor colocaba entre Jonas y el cuadro que estaba pintando, a fin de que el esbozo recibiera mejor la luz. (…) Así transcurría el tiempo de Jonas, que pintaba en medio de sus amigos y alumnos, instalados en sillas dispuestas, ahora, en círculos concéntricos alrededor del caballete. Frecuentemente, los vecinos aparecían también en las ventanas de enfrente y se sumaban a su público. Discutía, cambiaba puntos de vista, examinaba los lienzos, sonreía a Louise al pasar, consolaba a los niños y contestaba calurosamente las llamadas telefónicas, sin soltar nunca los pinceles, con los que, de vez en cuando, daba un toque al cuadro empezado».

pintores.-667b.-Henri Matisse.-en su taller de trabajo.-1939.-Brassaï

Proust, por su parte, aborda muchas veces la pintura y en alguna ocasión describe los talleres. Se ha dicho de Proust que Elstir, pesonaje inventado, es un «faro» en la narración del Narrador, sobre todo ante el camino de su vocación, porque le transmite una nueva visión de las cosas y le revela las leyes generales del arte.«Gracias a Elstir – ha recordado Jean-Yves Tadié en su «Proust -, un universo personal, sometido a un punto de vista único, se desvela en la metamorfosis ( que, en literatura, es la metáfora): las cosas no son nada por ellas mismas, todo está en la mirada del pintor«.

Juan Miro dans son atelier de Calamayor, Espagne, 1968

«El taller de Elstir – escribe Proust – se me aparecía como el laboratorio de una especie de nueva creación del mundo, donde, desde el caos que son todas las cosas que vemos, él había extraido, al pintarlos en diversos rectángulos de tela que estaban colocados en todos los sentidos, aquí una ola del mar  haciendo estallar con cólera contra la arena su espuma lila, allí un hombre joven de cuello blanco acodado sobre el puente de un barco».

Se crea entonces, entre pintor y espectador, una especie de alquimia llena de encantamiento rota únicamente por los trazos del arte que rompen el silencio.

(He tenido la fortuna de visitar algunos talleres a lo largo de mi vida – ver trabajar a Benjamín Palencia tirado en el suelo, terminando con las yemas de sus dedos «un Toledo» (como así me lo dijo), ver pintar a Juan Barjola sus rostros deformes, o asistir ante Pablo Serrano al remate final de sus esculturas.

Nada de eso olvidaré.)

(Imágenes:- 1.-Giacometti en su taller de trabajo/ 2.-Edward Munch en su taller.-1909-1910/ 3.-Henri Matisse trabajando.-1939.-Brasaï/4.-Joan Miró en su taller.-1968)

LA ÚLTIMA VEZ QUE VIVÍ EN PARÍS

No la última vez que lo vi – lo he visto después muchas veces -, sino la última vez que viví en la ciudad, a punto ya de dejarla, como escribí entonces, el 1 de abril de 1970, en ABC:

«París, nueve de la noche, siete de la tarde, abril, marzo, domingo, sábado, martes… Dos años traspasados por París, años envueltos en papel parisiense, mojados en  tintas de del río de París, tocados con  teclas de una máquina por cuya cinta había ido pasando un París azul indefinible, interminable. Capital

sin tiempo en el espacio, me has seguido, te vas; ciudad sin espacios de tiempo, te seguiré, me voy. Despego de la piel de París sobrevolando manchas, veinte distritos, colina de Montmartre de la memoria, orilla izquierda del entendimiento, cuarto de Auteuil de la voluntad. Una conversación de años cruza ahora ese puente del Sena; viene un olor a gas de la Sorbona, un sabor a lágrimas llega del bulevar de L´Hopital. Es entonces cuando mis recuerdos corren. Hace dos años mis recuerdos aprendieron a andar : entré por el ojo del

puente de Saint – Cloud a la hora en que Gabriel Marcel acogía el gran premio de la Villa, en los días en los que un consejo de ministros concedía a la muerte una definición legal; me voy ahora con el cadáver de Adamov, mientras Beckett dialoga con silencios y cuando Mauriac relata cómo un hombre da a luz a su propia agonía.

Hechos de París intensos: horas igual que años, años como días. Mayo de 1968, mes en incendio: humo envuelto en gritos, tos que ahoga los pulmones de Francia, una fiebre ascendiendo, el vahído levantado por ese mal de la mar que se esconde en la tierra. Más tarde, durante mese de convalecencia, en semanas de párpados cerrados, la desconfianza se irá meciendo al vaivén del

sopor. Hechos de París veloces: se trasplantan corazones en Medicina; se trasplantan ambiciones en política. De las elecciones legislativas a las elecciones cantonales, un arco tiende una sombra de noticias. He ahí esa noche del 27 de abril de 1969 de la que Charles De Gaulle se lleva en parte su secreto; he ahí unas elecciones presidenciales colocando a Francia a la entrada de nuevos caminos. Es el periodismo en París, el periodismo de la noticia ardiente, hirviente; no bien se ha pasado la hoja de la actualidad del día, que otra hoja aparece, un hecho mata al otro, las luces cambian, salta el rompecabezas: es el vértigo. Es el tiempo alado, un calendario sin aliento.

Años en París. La larga mancha en piedra que esculpiera Rodin para Balzac, me sigue, me asalta… En la isla de San Luis resuenan pasos de Claudel andando cada mañana a Notre-Dame…, se alza un telón al otro lado del río, y del espacio, pendiendo de un clavo invisible, el cuerpo de Gerardo de Nerval… Rueda el círculo de la geografía, gira la rueda histórica de la ciudad…: suenan instrumentos de música cerca de la Estación de Saint- Lazare, viene un hondo silencio desde el Bois de Boulogne, llega un olor que nace en Montparnasse

Y luego el río, los ríos de libros que van bajando al costado del Sena… Es la rueda, los ríos, es el libro: libros que van formando el río y montan sus lomos unos contra otros, láminas de páginas, aguas invadidas de letras…Es Paris, el Sena de palabras y cuantas historias se va llevando el Sena. Capital sin espacio, te he seguido, te vas. Ciudad sin tiempo, me seguirás, me voy».

José Julio Perlado.-ABC.-1 de abril de 1970.

(por cortesía del Archivo de ABC)

(Imágenes.- 1.-Willy Ronis/ 2.-Brassai.-1935/ 3.-Göksin Sipahioglu/ 4.-Jeanloup Sieff.-1975.-Café du Flore/ 5.-Jealoup Sieff.-1954/ 6.-Brassai,.1945)

SECRETOS DEL «CAFÉ DE POMBO»

Detrás de la botella de ron situada en el centro de la mesa, entre las manos de Ramón Gómez de la Sernaaparece escondido un secreto, según las últimas investigaciones llegadas a la prensa. En este célebre cuadro de Gutiérrez Solana, «La tertulia del café de Pombo«,  se ha descubierto una pintura bajo otra pintura y cuando nos acercamos a estas figuras – a Bergamín, a Tomás Borras, a Manuel Abril, al propio Solana y a Bartolozzi, entre otros – parece que estuviéramos en aquel 17 de diciembre de 1920 cuando la pintura se colgó en la Exposición del Salón de Otoño.

«Mucho tiene que viajar ese cuadro«, dijo entonces Gutiérrez Solana. El pintor asistía a las tertulias, y como refiere uno de sus mayores especialistas, Manuel Sámchez Camargo, en su «Solana» (Taurus),» de «Pombo» prefería los vasos gordos de cristal, las grandes chuletas, el vino de Valdepeñas, la cerveza y los que entraban, estaban y salían, especialmente a la hora última. Lo demás no le importó nunca. Ël y su hermano Manuel, mientras presidiera Ramón, hubiera bebidas, espejos y luces azules de gas, estaban a gusto. Pero sin que calara Pombo-cripta en él. Sin embargo, como siempre, el pintor caló en Pombo, abriéndole el vientre y dejando su esqueleto colgado de cuatro clavos».

RAMÓN escribiría su «Pombo«, célebre entre sus obras. Al «Antiguo café y botillería de Pombo» – así se llamaba – se accedía por dos puertas y constaba de cinco gabinetes y un salón central, comunicándose todos por unos arcos, y sin dejar de ser independientes. Ante el álbum donde tenía que firmar todo aquel que llegaba por vez primera, Ramón le conminaba: «¡Diga usted su verdadero nombre!«. Ese era el rito. Los banquetes que en Pombo se dieron fueron numerosos: a Fígaro, a Ortega y Gasset, a Azorín, a Don Nadie...A Pombo llegó un día Picasso vestido de gran Arlequín, con motivo del estreno de su pantomima «La gran parada», interpretada por los ballets rusos. En Pombo el mejicano Alfonso Reyes, autor entre muchos otros libros del delicioso «Tertulia de Madrid«, contó sus hallazgos históricos, como el descubrimiento de que los ahorcados de la Plaza Mayor eran desposeídos por sus verdugos de los zapatos, para que la gente que iba a pisarlos, después de la ejecución, como signo de buena suerte, no pudiera hacerlo.

Cuando Gutiérrez Solana cantaba en la cripta de Pombo requerido por Gómez de la Serna, decían quienes le escuchaban: «frente al estupor de contertulios y parroquianos, puesto en pie, emtona sus arias que duran largos minutos, sin que nadie se atreva a sonreir. Este recurso lo emplea Ramón cuando es necesario ofrecer «el número mejor del programa«.

De esa célebre pintura que refleja la famosa tertulia del café el propio Solana, en el Epílogo a su «España negra«, quiso añadir: «Es un cuadro a medio conseguir, y ahora verdaderamente siento el no haberle podido dar una forma más acertada y más decisiva. En el centro está nuestro amigo Ramón Gómez de la Serna, el más raro y original escritor de esta nueva generación. Está, pues, en pie y en actitud un poco oratoria: recio, efusivo y jovial, un tanto voluminoso, pero menos de lo que deseamos verle, para completar su gran semejanza con un Stendhal español o un nuevo Balzac de una época más moderna y menos retórica; cerca de él su cartera, esa buena amiga que siempre le acompaña, llena de pruebas de imprenta y dibujos, que hace rápidamente para ilustrar sus escritos, son comentarios gráficos admirables y que dan un encanto más a los artículos que publica casi diariamente en «La Tribuna» y «El Liberal«.

A su lado, Bacarisse, Coll, Bartolozzi, Cabrero, Borrás, Bergamín, Abril, y encima, el prodigioso espejo de Pombo, este espejo cinematográfico, cuya luna patinada cambia constantemente de expresión: unas veces nos sugiere ideas antiguas, nos transporta a la época de Larra; los viejos con grandes levitones y las enormes chisteras, los fracs, las corbatas de muchas vueltas y los chalecos rameados, de los que cuelgan las pesadas y largas cadenas de oro. (…) Otras veces, este espejo se rejuvenece, y en los calurosos días de verano, en los meses de julio y agosto, cuando las puertas del café están abiertas, vemos pasar por ellas los tranvías iluminados y atestados de gente, los automóviles silenciosos y ligeros y los coches de punto, tirados por estos caballos siempre viejos y cansados, y ya más en las altas horas de la noche, los transeúntes que cruzan por las aceras o en el empedrado de la calle».

Dos años antes de morir- murió a los cincuenta y nueve años, cincuenta personas fueron a su entierro -, Gutiérrez Solana hablaba aún de este cuadro confesando: «Ramón tuvo ese empeño. Yo lo hice con mucho gusto. Pero me llevó mucho tiempo. Nunca venían los contertulios cuyos retratos tenía que pintar«.

Solana bebía y cantaba, amaba los gatos, los relojes, los fetiches, las viandas bastas y el áspero vino. En la madrileña plaza de Santa Ana, a sus acompañantes, les iniciaba en el rito de la libación de la cerveza. Además de ir a «Pombo» asistía a la tertulia del café «Nuevo Levante«, en la calle del Arenal, donde se reunían Ricardo Baroja y su hermano Pío, Azorín, Valle-Inclán. De él se dijo: «su agudo espíritu de observador de fealdades y miserias le hizo a un tiempo literato y, sobre todo, pintor«.

(Imágenes:- «La tertulia del café de Pombo» de Gutiérrez Solana/2.- el banquete a Don Nadie en el café Pombo- elpasajero.com/ 3.-Ramón Gómez de la Serna.-dipity. com)

SAN PETERSBURGO Y EL POETA

«Nací y crecí en la otra orilla del Báltico – decía Brodsky en su Discurso de aceptación del Premio Nobel -, o, por así decirlo, en su página opuesta, gris y movida por el viento. A veces, en un día claro, especialmente en otoño, desde alguna playa en Kellomäki, un amigo señalaba el norte, al otro lado de esa gran hoja de agua y me decía: ¿Ves aquella franja azul de tierra? Es Suecia«.

Son los poetas los que rodean a las ciudades. Las rodean con sus versos, las cantan con sus poemas. En el caso de Brodsky – al que más de una vez he aludido en Mi Siglo -, es San Petersburgo con sus imágenes sucesivas las que nos va llevando de Pushkin a Gogol, de Bieli a Dostoievski. Sobre el río Neva descansan imágenes fluidas, teatros, bailarinas, atardeceres, batallas.

Pasan al costado del río los Palacios,

Desciende la nieve,

Llamean los incendios,

Danzan las bailarinas,

Un cuarteto nos eleva a la música,

Estallan asesinatos,

Se preparan alineados los jinetes,

Se extienden los asedios,

Y un fotógrafo mientras tanto lo capta todo. Al menos intenta captar todo San Petersburgo. Bajo su paraguas  -contra el sol y  la lluvia – este fotógrafo en la esquina de la calle recoge las imágenes:

Resuena mientras tanto la sabiduría de Brodsky, las advertencias que nos da el poeta:

«Tengo la cereteza – dice – de que, para alguien familiarizado con la obra de Dickens, matar en nombre de una idea resulta un poco más problemático que para quien no ha leído nunca a Dickens. Y hablo precisamente de leer a Dickens, Sterne, Stendhal, Dostoievski, Flaubert, Balzac, Melville, Proust o Musil; es decir, hablo de literatrura, no de alfabetismo o educación. Una persona cultivada, tras leer algún tratado o folleto político, puede ser sin duda capaz de matar a un semejante y sentir incluso un rapto de convicción. Lenin era un persona culta, Stalin era una persona culta, Hitler también lo era; y Mao Zedong incluso escribía poesía. Sin embargo, el rasgo que todos estos hombres tenían en común consistía en que su lista de sentenciados a muerte era más larga que su lista de lecturas».

(Imágenes:-1.-el río Neva.-por Dubovskoy.-1898.-encspb. ru/ 2.- vista del Neva.-1810.-encspb.ru/ 3.-palacio Anichkov.-por Sadovnikov.-1862.-encspb.ru/4.- San Petersbugo.-acuarela por Bragants 1860-1862.-encspb.ru/5.- fuego en San Petersburgo en mayo 186.-encspb.ru/6.-Anna Paulova en el ballet «La Sílfide».-por serov.-encspb.tu/7.- cuarteto Vielporsky- por Rohrbach.- década 1840.-encspb.ru/ 8.- asesinato de Alejandro ll en marzo 1881.-por Rudneva.-encspb.ru/ 9.- jinetes en el puente Pevchesky.- 9 de enero 1905.-encspb.ru/10.-asedio de Leningrado.-encspb.ru/ 11.-fotógrafo KK Bulla.- 1853-1929.- estatua en la calle Malaya Sadovaya.-encspb.ru)

MEDICINA Y LITERATURA

«La profesión médica no me interesaba, pero me ofrecía la oportunidad de vivir en Londres, y de adquirir así la experiencia mundana que tanto deseaba tener – cuenta Somerset Maugham en «Recapitulación» (Plaza & Janés), evocando el recorrido de su vida -. Ingresé en el hospital de Santo Tomás en el otoño de 1892.(…) Allí estaba en contacto con todo lo que más deseaba conocer: la vida en toda su crudeza. En aquellos tres años tuve ocasión de ser testigo de todas las emociones de que es capaz un hombre. Ello excitaba en mí mi instinto dramático. Y hacía surgir al novelista que había en mí«. La vocación y la raíz de la literatura ha surgido algunas veces en contacto con la enfermedad y la medicina, y en ocasiones, como en el caso de la mexicana Bárbara Jacobs al contemplar el primer cadáver, empujó radicalmente el rumbo de una decisión, tal como conté ya en Mi Siglo. Muchos médicos han sido personajes de grandes novelas. Sólo basta poner el ejemplo de que de los 2.472 personajes de Balzac, 31 son médicos. Por otra parte, a lo largo de la Comedia Humana se aborda la tuberculosis, las fiebres pútridas, los envenenamientos, numerosas apoplejías y varias dolencias de corazón. La salud y sus carencias siempre han interesado a los grandes creadores. La falta de salud, lógicamente, ha despertado la atención de los escritores y la extension de las grandes pandemias por la Historia suscitaron descripciones numerosas, entre otras, en Bocaccio, Samuel Pepys, Defoe o Camus. Las enfermedades cercanas, al visitar puntualmente a quienes escribían, provocaron también revelaciones en su correspondencia.  Flaubert , por ejemplo, le dice a Louise Colet mientras compone Madame Bovary que su dolencia nerviosa le había causado alucinaciones y es a partir de 1853 cuando desea comentarle que ya han pasado las épocas de sus ataques nerviosos: «eran pérdidas seminales de la facultad pintoresca del cerebro – le confiesa el novelista -, cien mil imágenes que saltaban al mismo tiempo, como fuegos artificiales«.

Medicina y literatura han ido muchas veces hermanadas, como lo han hecho de algún modo también arte y enfermedad melancolía y música, comentadas igualmente aquí. Keats en sus Cartas, en los últimos años de su vida, consumido por una enfermedad mal atendida  – como cuenta Lord Houghton estudiando la correspondencia del poeta (Imán) -, reflexiona en 1820 sobre la relación que existe entre enfermedad y creación artística: «¡ de qué asombrosa manera el riesgo de abandonar este mundo hace que sus bellezas naturales se impriman en nosotros! (…) Pienso en los campos verdes; medito con el más grande cariño sobre cada flor que he conocido desde mi infancia; sus formas y colores son tan nuevos como si acabara de crearlas con una fantasía sobrehumana. Y eso ocurre porque están relacionadas con los momentos más irreflexivos y más felices de nuestra existencia. He visto flores exóticas en invernáculos, flores de la más grande belleza, pero no me importa nada de ellas. Las simples flores de nuestra primavera es lo que necesito ver otra vez».

Es la sensibilidad en la epidermis de la escritura, la evocación de la salud, el recuerdo de tantas alegrías pasadas.

(Imágenes: 1.- El boticario.-Pietro Longhi.-1752.- Galería de la Academia.-Venecia.-wikipedia/ 2. –Nora Heysen.- 1945.- f. feminine)

CRÍTICOS DE AYER, CRÍTICOS DE HOY

«En todos los periódicos hay un encargado de los elogios, un chico sin malicia, bondadoso y capaz de convertir una crítica en un vaso de leche pura. Sus frases son redondas y sin ninguna clase de picante. Se encuentra en estado de alabanza continua, y alaba haciendo uso de una infinidad de giros tan desagradables como ingeniosos; tiene recetas para todos los casos, machaca una rosa y la destila a tres columnas con la gracia de un joven perfumista; sus artículos tienen la inocencia de los monaguillos que portan el incensario en sus manos».

«El crítico bravo quiere hacerse un nombre, o al menos lo espera, atacando a las grandes reputaciones; es conocido por apuñalar los libros, por deslomarlos; es un matador-jurado. Este descuartizador literario no discute la obra, la despedaza; no la examina, la masacra. Cree pues que admiran la fuerza de su pluma, el vigor de sus razonamientos, y la gracia con la que machaca al paciente. Sus artículos son ejecuciones».

«Existe en París una veintena de empresas de escándalo, de la mofa a cualquier precio, del griterío impreso, de las cuales algunas son ingeniosas, maliciosas; son algo así como las tropas ligeras de la prensa. Casi todos los principiantes, más o menos poetas, hormiguean en estos periódicos soñando con puestos elevados, atraídos a París como los moscardones por el sol, con la idea de vivir de balde en el rayo de oro y de alegría lanzado por las editoriales o por los periódicos. Enredan en las editoriales, se insinúan a las revistas y logran con dificultad, perdiendo su tiempo y su juventud, promocionarse. Estos bravos muchachos creeen que el ingenio les exime de pensar: toman la envidia por musa, y cuando miden la distancia que separa un libro de las columnas de un periódico, cuando recorren las landas ubicadas entre el estilo y las contadas frases de las columnas de un pequeño periódico, sus cerebros se desecan, caen agotados y se transforman en directores de folletines, en empleados de algún ministerio».

Leídas estas frases escritas por Balzac en 1843, en su Monografía de la prensa parisina (Los periodistas) (Comunicación Social. Ediciones y publicaciones) hacen pensar en los críticos de ayer y de hoy, en las evoluciones del periodismo.

(Imágenes:-1- Al Held.-Robertas Trip ll.-1986.- foto Held Foundation.-licenciado por Vaga.-Nueva York.-The New York Times/ 2.-Ald Held Apertura l.-1996.- fotos Al Lugar Foundation.-Licenciado por Vaga.-Nueva York.-The New York Times/ 3.-Jaspers Jons.-Map – 1961-foto Jasoers Jons.-Licenciado por Vaga.-Nueva York.-The New York Times)

VIEJO MADRID (11) : LA FONDA DE LA AMISTAD

casa donde vivió Gautier.-Caballero de Gracia detras´de la Gran Vía.-2

«Después de bastante búsqueda – escribe el francés Teófilo Gautier – por fin encontré una mesa redonda en la calle del Caballero de Gracia, donde uno podía tomar una comida muy agradable por el razonable precio de 20 reales por día. El dueño era un francés grueso, con un vivo y alegre semblante y cuya buena disposición mantuvo favorablemente el humor en la casa». Estamos en 1840, como dice la placa de este portal numero 21, a espaldas de la Gran Vía. El tiempo de Madrid ha saltado de pronto desde el XlX al XXl  y leo que «en torno a este lugar» se hospedó Gautier, en la llamada Fonda de la Amistad. Calle de muchas y buenas fondas, como cuenta Mesonero Romanos en su «Manual de Madrid«. Sobre todo, «la Gran Cruz de Malta«, a la que cita. Y Répide, en sus «Calles de Madrid«, alude a ésta de la Cruz de Malta, «de lujo» – dice- y a otra más modesta, la «Hostería del Caballo Blanco«.  Cerca de aquí estaba –recuerda Répide – el primer circo que hubo en Madrid, el Circo Olímpico, de M. Avrillon, que se trasladó desde el barracón que aquí ocupaba a un local junto a la Casa de las Siete Chimeneas. Pero quien describe algo del interior de esa «Fonda de la Amistad» es Philip Henry Stanhope–  tal como recoge Peter Besas en su «Historia de las Fondas madrileñas» (La Librería) : » tenemos la suerte – dice el forastero – de estar donde estamos, de contar con una planta grande y aireada donde además de disfrutar de un amplio cuarto de estar sin chimenea, hay también un cómodo salón con una buena chimenea francesa».

Al parecer, Teófilo Gautier se hospedó aquí desde el 22 de mayo al 26 de junio de 1840, y pocos meses despuésdel 3 de octubre al 11 de febrero de 1841 -estaría de huesped el citado Stanhope. Cinco años antes Gautier había conocido a Balzac Gautier contaría luego en un interesante estudio la gran amistad que a los dos les unió. «No puedo ni leer ni escribir» le envió Balzac  a Gautier una sola línea en 1850, pocos días antes de su muerte.

Hago la fotografía de este portal y me llevo conmigo los recuerdos.

(Imágenes: 1.-Lugar donde, al parecer, estaba situada «La Fonda de la Amistad».-foto JJP/.-Teófilo Gautier.-librarything.es)

MANOS, OJOS Y BOCA DE VENECIA

ciudades.-114,.Venecia.-2003.-por Arno Rafael Minkitten.-artnet

El último número en español de National Geographic está dedicado a Venecia y yo recuerdo que cuando la mano se posa sobre el lomo de aquellos canales podemos notar, como dice en su delicioso y pequeño libro Tiziano Scarpa, que «Venecia es un pez» (Minúscula), una ciudad de agua,  silencio escurrido sobre ese «lenguado colosal tendido al fondo». Venecia igualmente es tortuga, los pies de Venecia levantan escalones al costado de alcantarillas y canales, Venecia es mano sobre piedras y parapetos, Venecia son olores, «como en el arsenal de los venecianos  (dice Dante en «El Infierno«)  hierve en invierno el pegajoso alquitrán para embrear los barcos averiados que no pueden navegar«. «Los más hediondos canales – recuerda Scarpa  ( y él ha nacido en Venecia )- son el río delle Muneghéte, en la frontera entre los barrios de Santa Croce y San Polo, y el recodo apestoso entre la Fondamenta del Remedio y el Sotopòrtego de la Stua«; Venecia es también oído, oído del acordeón y de la góndola, escucha de la cadencia del agua, cabeceo de los vaivenes sobre  los que en alguna ocasión hablé ya en Mi Siglo.

Venecia.-656.-John Singer .-siesta de los gondoleros.-1904.-Fundacón Beyeler.-

Venecia es ojo. «La belleza te asalta a fachadas – dice Scarpa -, te abofetea, te golpea. (…) Las ventanas de las casas están exageradamente cerca de las esquinas, asoman al máximo por la proa angular de los edificios para captar la mayor cantidad de luz posible, reflejarla de inmediato sobre la pared adyacente y proyectarla dentro de la habitación».

Venecia es boca también. Se muerden los bocados de su alfabeto y se disfruta a la vez con los «bìgoli in salsa«, los espaguetis agujereados con salsa de sofrito de cebolla y anchoas en salmuera.

venecia.-999.-anders Zorn 1894.-Fundacion Beyeler

Y por fin – entre muchas cosas más – Venecia son libros, autores, obras. Musset y George Sand, Chateaubriand, D ´Anunnzio, Balzac, Dickens, Proust, Mann, Henry James, Mark Twain, Saul Bellow, Ruskin, Dino Buzzati, Kafka, Walter Benjamín…, la lista sería interminable. Hotel San Marco, Hotel Sandwirth, Hotel Gritti Palace, Hotel de Europa, Hotel Danieli, Hotel Bellevue et de Russie…; por allí estuvieron las mentes y las plumas creando anotaciones, llenando cuadernos… El pez de la ciudad bajaba mientras tanto entre canales, manso,  pasaba despacio bajo el puente de Rialto y, para no distraer a quienes escribían, apenas hacía ruido.

(Imágenes. 1.-Venecia.-foto de Arno Rafael Minkitten.-2005.-arnet/ 2 .-siesta de los gondoleros-por John Singer Sargent-.10904.-Fundación Beyeler/ 3.-gondolero-por Anders Zorn.-1894.-Fundación Beyeler)

LA TIRANÍA

«Le Monde» presenta también esta imagen sobre la Tiranía para anunciar su ofrecimiento de «La Comedia humana» de Balzac a sus lectores.

«Quien inspira terror, él teme aún más – dice Claudiano en «De Consulatu Honorii» -; tal es la condición de los tiranos».

«Ser tirano no es ser – dice Quevedo -, sino dejar de ser, y hacer que dejen de ser todos».

«Aunque pudiera hacerme temible – escribe Montaigne -, preferiría hacerme amable».

«Porque ninguno de los que han conseguido criminalmente el poder, lo han usado con rectitud»- se lee en las «Historias» de Tácito.

«Cuando el puebo está libre de tiranía, se erige en tirano la opinión pública».- recuerda Bulwer Lytton.

Largas y excelentes citas podrían irse encadenando sobre este tema universal.

(Imagen: «La Tyrannie», ilustración aparecida en el Diario «Le Monde» promocionando «La Comedia humana» de Balzac.)

LA AVARICIA ( Y LOS MERCADOS FINANCIEROS )

«Le Monde»  (como ya dije en Mi Siglo el 13 de septiembre) continúa ofreciendo imágenes que nos puedan llevar a la lectura de» La Comedia humana» de Balzac y de nuevo muchas frases acuden aquí para comentar la avaricia (Si añadimos además la actualidad que nos arroja estos días los mercados financieros)

«La extremada avaricia – escribe, por ejemploLa Rochefoucauld – se engaña casi siempre: no hay ninguna pasión que se aleje tanto de su fin, ni sobre la cual el presente tenga tanto poder en perjuicio del porvenir».

«Muy a menudo la avaricia produce resultados contrarios – dice también La Rochefoucauld -; existe una cantidad infinita de gente que sacrifican todo su bien a esperanzas dudosas y lejanas; otras desprecian importantes ventajas futuras por pequeños intereses presentes».

«Al pobre le faltan muchas cosas; pero al avaro, todas».- recuerda Publio Siro en sus «Sentencias».

«Por muy enterrado y guardado que tenga el avaro su dinero – escribe Antonio de Guevara en sus «Epístolas familiares» -, de nadie lo guarda tanto como lo guarda de sí mismo; porque si echa dos llaves al cofre para guardar, echa doscientas a su corazón para no gastar».

Y reza la sabiduría de un Anónimo de este modo: «La avaricia es un continuo vivir en la pobreza por miedo a ser pobre».

(Imagen: ilustración de «Le Monde» para el lanzamiento de «La Comedia humana» de Balzac)

LA VANIDAD

«Le Monde» ofrece a partir de pasado mañana, 15 de septiembre, -y cada semana – un tomo de «La Comedia humana» de Balzac y  en la publicidad  que acompaña a su lanzamiento figuran distintas imágenes. Por ejemplo, La Vanidad.

«Que una cosa tan clara como es la vanidad del mundo – dice sobre ella  Pascal – sea tan poco conocida, que sea una cosa extraña y sorprendente el decir que es una necedad buscar las grandezas, eso es admirable».

«La ciencia de las cosas exteriores no me consolará de la ignorancia de la moral en tiempos de aflicción – sigue diciendo Pascal -, pero la ciencia de las costumbres me consolará siempre de la ignorancia de las ciencias exteriores».

«En las ciudades por donde pasamos no nos ocupamos de ser estimados. Pero cuando debemos quedarnos en ellas durante algún tiempo, nos preocupamos de ello. ¿Cuánto tiempo hace falta? Un tiempo proporcionado a nuestra duración vana y mezquina».

«Quien no ve la vanidad del mundo es bien vano él mismo. Pero, ¿quién no la ve, excepto los jóvenes que están completamente sumidos en el ruido, en el divertimento y en el mañana?

Mas quitadles su divertimento, les vereís consumirse de tedio. Sienten entonces su nada sin conocerla, pues es ser muy desgraciados el estar en una tristeza insoportable, tan pronto como uno se ve reducido a pensar en sí mismo y a no estar entretenido».

Todo esto también dice Pascal.

(Imágenes: «La vanité»: ilustración aparecida en «Le Monde» anunciando «La Comedia humana»» de Balzac/ Jan Miense Molenaer, «Allégorie de la Vanité» 1633.-Toledo Museum of Art.-Toledo, Ohio.-jama-ama-assm.org)