RETRATO DE ESCRITOR

 

«El escritor, de joven, se sentía culpable cuando escribía. No sabía por qué. Escribir era lo que deseaba y lo que se proponía desde la más tierna infancia. Pero se sentía culpable. De una manera confusa pensaba que tendría que cultivarse y estudiar para escribir cosas más serias. No estudiaba, pero se pasaba el rato pensando que debía cultivarse. Las horas en que escribía le parecían horas robadas.

Cuando escribía tenía la impresión de que debía correr precipitamente hacia una conclusión. Le había ocurrido muchas veces que no acababa lo que empezaba; por eso, acabar era su principal aspiración. Después tal vez huía del propio sentimiento de culpa. Era como un chico que hubiese robado uvas. En su carrera vertiginosa, le turbaban pensamientos molestos, tenía la cabeza como rodeada de un enjambre de avispas. Debía llevar las uvas a personas desconocidas, lejanas y misteriosas. Las imaginaba muy distantes a él y a todos aquellos con los que vivía habitualmente. Las temía. Después temía aludes y terremotos que obstaculizaran su carrera; temía que al llegar no hubiera nadie, que hubiera saltado por los aires la tierra en la que aquellas personas moraban.

(…)

 

 

Ya viejo, escribe muy lentamente. Se detiene un montón de veces para hacer y deshacer. Ahora tiene una enorne paciencia. De vez en cuando piensa que antes de morir debe sacar todo lo que lleva dentro. Pero esta idea no le provoca fiebre alguna. A veces le pasa que ya no tiene nada más que decir, o que solo le quedan cosas muy complicadas, enmarañadas y tortuosas.

(…)

Ahora ya no piensa que deberá entregar lo que escribe a gente lejana y misteriosa. Suele destinar lo que escribe a tres o cuatro personas a las que ve a menudo. En algunos momentos de desconsuelo, le parece que estas tres o cuatro personas no entienden nada. Pide a su destino que le lleve nuevas personas, o bien que reanime a las de siempre con la luz del pasado. Mientras lo pide, recuerda que su destino no suele escuchar sus peticiones.

Ya no tiene miedo de que se produzcan terremotos. Se ha acostumbrado a escribir en situaciones amargas e incómodas, y con opresiones y sufrimientos que lo aplastan, como quien ha aprendido a respirar incluso oprimido por un montón de escombros».

Natalia Ginzburg – » Retrato de escritor»  (1970) – «Ensayos»

 

 

(Imágenes -1- Richard Prince – 1986 – artificial gallery – London- arnet/  2- Karen Hesse  Flatow – foto Chris Ramírez- The New York Times / 3- Agnes Martín  – 1973 – Kornelia tamm fine arts -photographie – arnet)

JUNIO

rosa.-1

«Nunca segundas partes fueron, Rosa.

Y sin embargo Rosa, lo que pasa

es que no hay segundas ni primeras.

Pregunta al corazón. Di que te dice.

¿No es acaso la sangre y el latido

la medida del tiempo? El Tiempo, Rosa,

que tú ignoras, tan bella, que te sigue,

como un perro tenaz, que sólo espanta

tu aroma difundido. Y es bastante».

José Antonio Muñoz Rojas: «Cantos a Rosa««

escribir.-55SS.-por Richard Prince.-1986.-Artificial Gallery.-London.-artnet

«Tu oficio poeta es contemplar,

que todo se te escriba dentro; luego

quizá leer allí mismo, quizás decir a los otros

lo que allí mismo, escrito, tú lees».

José Antonio Muñoz Rojas: «Oscuridad adentro»

(Imagen: Richard Prince.-Artificial Gallery.-London.-artnet)