RAMÓN DEL ALMA MÍA

escritores.-tbyh.-Ramón Gomez de la Serna.-por Enrique Stoura.-1949

El 12 de enero se cumplieron 50 años de la muerte de RAMÓN. Sobre él he escrito varias veces en Mi Siglo. Desde la cercanía o lejanía del tiempo vuelven a visitarnos ciertas célebres necrológicas que el periodismo español resaltó en su día y a las que me he referido en alguno de mis libros:

«La muerte o la vida ‑y estas vicisitudes y costumbres tan banales de la existencia‑ (Ruano dedicó su último artículo a la costumbre de vivir) han servido muchas veces de motivo para los articulistas. En el caso de Ruano las muertes más queridas ‑más cercanas literariamente‑ le han hecho escribir magistrales necrológicas, no simples obituarios como leemos hoy en los periódicos. Un volumen entero recoge esos textos suyos desde 1925 a 1965. Desde los aparecidos en La Nación hasta los de ABC, en donde el último de ellos glosa el séptimo aniversario del fallecimiento de Víctor de la Serna. Se sabe que el obituario es pieza periodística que intenta recoger la selección de hechos de una vida acabada mientras que otra pieza periodística, como es el perfil, procura reunir otra selección de hechos ‑y de palabras‑ de una vida aún en curso. Ambos intentos son difíciles de realizar bien porque en los dos hay un propósito de fijar lo más esencial de proyectos abiertos o de existencias cerradas. González Ruano no hace eso. A la muerte de los amigos en las letras o en la vida les regala la corona de la necrológica perfecta, cuidada, los acuna para la eternidad con el poderío de unos párrafos certeros y bellísimos.

escritores.-7gtbn.-Ramón Gómez de la Serna.-seronoser. free.fr

Así hace al día siguiente de morir Ramón Gómez de la Serna, publicando este texto en ABC el 15 de enero de 1963.

Ramón del alma mía

                            «Presumo que no vamos a acertar nadie al querer hacer una necrología de Ramón Gómez de la Serna. Es como esas caras de rasgos tan acusados, de personalidad tan fuerte, que pareciendo tan fáciles de pintar le hacen temblar y sudar al gran retratista que sabe lo que quiere. Por otra parte le he conocido tanto, he escrito tanto de él, que no está claro por dónde empezar, sobre todo empezar por el fin, por ese “se llamaba” que pone no sólo la carne de gallina y los pelos de punta, sino la gallina de carne y la punta de pelos.

                             Ramón es un caso sin precedentes en nuestra literatura. Por de pronto, de eso de humor, aunque parezcan gordas afirmaciones así, ni hablar. A no ser que refiramos al humor de Quevedo o al de Kafka que, en muchos aspectos, me parece un hijo natural de Ramón, aunque no lo supiera. A no ser que nos refiramos a un humor ni negro ni amarillo, sino morado; a un humor patético en el que todos sus afiliados y escalofriantes aciertos salen como de un fondo gordo de agua gorda. Ramón era como un botijo del que pudieran sacarse las mejores porcelanas de Sèvres. Tenía mucho de castizo agresivo, que convertía en orquídeas los geranios cortados con cuchillo de pescadero. Acertaba el blanco a pedradas y había en él, mucho antes de irse a América, una imagen física precolombina, de esos cuacos cuya sonrisa ancha y antigua va de oreja a oreja, de lo egipcio a lo americano, pasando por una Atlántida poblada por cocheros de Madrid, por vendedoras de nardos y por mujeres a las que han sacado a bailar de la tumba y que en el momento fundamental suspiran en la oreja de su conquistador: “Me estás viendo, nene”

                             (…)

                             Ramón, concretamente, sin discusión posible, es el escritor de Madrid. No basta para ser escritor de Madrid escribir sobre Madrid. Nadie lo ha sentido como él, con una fortuna más universal, con tozudez poética, con fecundidad torrencial. Es como si Lope y Quevedo hubieran tenido un hijo desgarrado, garrado, agarrado a las verjas del Retiro, por donde ve pasearse no sólo a Larra, sino a los grandes franceses, a toda esa aristocracia de condestables mendigos, de ángeles ahorcados. Un Retiro por el que cruzan toreros y Landrús, señoritas de cera, aguadores y máscaras de un Carnaval con sangre en los percales, con escobas encendidas, con bigotes postizos de ¡al fin todos Velázquez!

                             De todos los escritores contemporáneos, Ramón, que no deja un solo discípulo, es el que más nos ha influido a todos con la verdadera influencia que nada tiene que ver con la imitación. Su influencia yo la llamaría afluencia. Ramón nos enseñó, a la luz de una cerilla, todo lo que llevábamos en los bolsillos sin saber por qué nos abultaba la americana.

                             (…)

                             Muy al final, Ramón se fue volviendo todo blanco. En sus últimos retratos no le hubiéramos reconocido. Pero su estrago físico era como una conquista. Así debió de ser siempre: espectral, podrido, despegado de aquella lozana gordura de picador que era una contradicción, una broma estúpida de la Naturaleza. Pocas almas había tan delgadas, tan atrozmente blancas. Hay que ser muy irreal para coger todos los días a la realidad por los pelos y quedarse con ese pelo que sale del corazón y que el peluquero cree que puede amansar con quina y cosmético.

                             (…)

                             Decir que Madrid pierde a su gran cantor sería una tontería. Él hizo más que coser y cantar. Él descubrió jugar al fútbol con las calaveras, que es sistema perfecto de honrar a las calaveras. Y muy español, por cierto. Él encendió los faroles de Madrid a pedradas. Es también sistema perfecto. Él escribió tan bien que escribía mal. Eso, posiblemente, es el estilo.

                             Se larga sin ser académico, sin haber recibido en toda su vida honores de importancia.

                             No importa para quién es importante. Y él sabía que era muy importante y que se podía reír de los peces de colores porque no comía peces. De pocos se puede decir lo mismo. Pocos pueden llorar a carcajadas. Pocos pueden estar, después de muertos, sentaditos al balcón viendo pasar los carros… Pocos, Ramón del alma mía».

escritores.-esccv.-Ramón Gómez de la Serna.-elmundo es

Esta extraordinaria necrológica, escrita seguramente en el café y atizada por las urgencias, muestra cómo se trata a la muerte en la intimidad de un artículo y cómo la prosa despide a un amigo. Los tiempos sin embargo no sólo han cambiado sino que se han endurecido y a la muerte la han bombardeado las violencias, y han ido a por ella ‑para sembrar más muertes‑ toda clase de terrorismos. A la pequeña muerte íntima la han pulverizado en trozos infinitos y esos trozos los han desperdigado por ciudades y campos hasta que otras vidas los han recogido. También el periodismo los ha ido recogiendo. También han acudido en su ayuda muchos artículos. Pero esto es el resultado del fenómeno planetario, del fenómeno de la globalización. La dimensión pública del artículo periodístico, así lo ha señalado Gutiérrez Carbajo en una antología del último articulismo español, ha llegado a perder casi el control de sus límites espaciales y temporales en esta era de la globalización. Por ello, a la intimidad de las vidas como tema se ha añadido la dimensión del multiculturalismo, los problemas de la guerra y de la violencia, los claroscuros del avance tecnológico. Muertes y vidas se hacen universales. El artículo literario se ha abierto, pues, ‑a finales del XX y al inicio del XXI‑ desde el yo a la multitud.».

José Julio Perlado«El artículo literario y periodístico».-Paisajes y personajes.-págs 99 -102

escritores.-rrffv.-Ramón Gómez de la Serna.-banquete en su honos en Llhardy el 12 de marzo de 1923.- Ramón de pie en el centro, a su derecha Azorín, y sentado, el segundo por la izquierda, Garcia Lorca

(Imágenes:-1.-Ramón Gómez de la Serna por Enrique Stoura.-1949/ 2.-Ramón Gómez de la Serna.-seronoser.free.fr/ 3.-Ramón Gómez de la Serna en su despacho de trabajo.-elmundo es/4.-banquete en honor de Ramón Gómez de la Serna el 12 de marzo de 1923 en Llhardy, Madrid. Ramón, de pie en el centro; a su derecha Azorín; sentado, el segundo por la izquierda, García Lorca.-foto Alfonso.-modernismo98y14 com)

LA RUEDA DE LOS DÍAS

periódicos.-499h.-Sem Presser.-París 1950

«La rueda de los días y de la vida, el rodar del año, el girar de la existencia da vueltas y vueltas en torno a los medios de comunicación, marca un “ritornello” en las pantallas y en la prensa, da las pautas a la publicidad y, naturalmente, alimenta el caudal con el que bajan por el periódico los artículos. El año va dejando al pasar una huella de prosas aparentemente iguales pero que no lo son porque ningún otoño se puede repetir escribiendo y a cada otoño y a cada primavera hay que sacarles los colores de los adjetivos. No hay más que seguir el Índice de Las horas ‑ese volumen de Pla publicado en 1971‑ para ver a las horas pasar sobre el tiempo del año, y cómo cada tiempo se transforma en artículo: Año nuevo, vida la de siempre, Los Tres Reyes, Los críos destruyen los juguetes, Luna de enero, La nieve, Tiempo de febrero: los almendros, La matanza, El olor de Cuaresma, Buñuelos: San José, El canto universal de la primavera, Fugacidad de abril, Nocturno de mayo, Corpus rural, La verbena de San Juan, Julio: las cigarras, Los incendios de bosques, Las tormentas eléctricas, Playa en verano, La Virgen de agosto, Otoño: perfumes, Introducción a la vendimia, Las inundaciones, Noviembre: la ardilla, Los días cortos, Noche de diciembre, Fin de año más o menos.

periódicos-Edouard Boubat

Las horas reúne noventa y cinco artículos de Pla . Las estaciones del año con sus sentidos ‑el color, el tacto, el oído y el olfato y la vista escondidos bajo los calendarios‑ se abren a piezas periodísticas que una pluma de escritor-observador no repite nunca en fórmulas estereotipadas aunque tenga que apoyarse en temas cíclicos.

Los temas cíclicos, ineludibles para el periodista, los arrastra la vida del año pero también aparecen en su vida personal y en la vida personal de los otros: son la enfermedad, las muertes, los nacimientos, las celebraciones y todos los escenarios que nos rodean .González Ruano dedicó uno de sus artículos a la butaca, la simple y sencilla butaca de su casa en la que no escribía ni leía ‑leía mejor en la cama‑ como la cama fue varias veces motivo para hacer periodismo. La cama unida a la leve enfermedad, a la gripe, a la fiebre ‑eso que algún día u otro padecemos todos‑ le llevó a escribir un gran artículo de observación -«Viaje a la cama«- que reproduje ya en MI SIGLO.

periódicos.-ssvv.-invierno en el café du Dôme.-1928                          

Es la vida corriente contada en los periódicos y contada en un tono intimista que no se puede prodigar, del que no se puede abusar, pero tampoco se puede abusar del lector glosándole cada día altas filosofías o la última y lamentable batalla que sucedió en el mundo. En los editoriales, en las noticias, debe imperar lo objetivo y en muchos reportajes y en numerosas columnas y artículos siempre hay un resquicio en que se cuela lo humano con toda su honda carga de subjetividad. A esta colaboración le acusaron recibo muchos lectores y González Ruano contestó con este otro texto: “Mi último artículo en estas columnas, Viaje a la camaescribió‑, ha sido bondadosamente juzgado por casi todos mis lectores. Lo mismo ha ocurrido con otro en el que, simplemente, comunicaba pequeños detalles de mi rigurosa y pequeñita actualidad personal. Una larga experiencia de la profesión ‑y profesión viene de fe‑ me demuestra ya claramente cuán equivocado concepto de estas cosas tenían los capitostes y directores que aconsejaban a nuestros primeros pasos ‘mucha objetividad’. Ese discurso sobre la objetividad parecía hace veinte años algo obligado en las Redacciones de los periódicos:

–Nunca emplee usted la primera persona… Tenga usted en cuenta que al lector no le interesa un pimiento lo que usted opine personalmente… No caiga usted en el divismo del ‘yo’, ni el a mí me parece, ni se le ocurra explicar sucedidos propios… ¡Todo objetivo!

Uno no hizo nunca caso de esos consejos, por intuición, pero ahora está ya convencido de que precisamente la objetividad en el cronista es la catástrofe y el olvido a más largo o corto plazo y de que la objetividad no interesa a nadie en el verdadero escritor, y por el contrario, lo más universal y popular de éste es su subjetividad, lo personal y lo propio, su actualidad humana, la comunicación de sus sentimientos y de sus pensamientos, la confidencia por medio de la pequeña obra en marcha con sus incidencias efímeras que confirman, una vez más, la sentencia poética de que ‘lo fugitivo permanece y dura’.

periódicos.-87yy.-James Jacques Joseph Tissot.-Le Journal de 1883

Si se piensa un poco, es bastante natural todo esto. Lo que le ocurre a quien escribe no suele ser muy diferente de lo que le ocurre a quien lo lee, y tampoco debe olvidarse que el hombre gusta más que de novedades abstractas de explicaciones reiteradas sobre lo habitual. (‘Eso lo he sentido yo muchas veces y no sabía explicarlo’, dice como un máximo elogio esa ingenua y estimulante carta que de tanto recibirla parece ya una circular.)”

periódicos.-8hyh.-John Garo.-1936.- por Yousuf Karsh

Lógicamente, no todo articulista puede escribir sobre su butaca, su cama o su fiebre con gran poder de convocatoria; si escribe sobre eso ‑además de no cansar‑ deberá encantar con su pluma, envolverse con el brillo o la eficacia de un estilo que no todo el mundo tiene. Además, su ojo de observador ‑como hacía Larra, entre otros muchos autores‑, antes de acercarse a la fiebre, la cama o la butaca personal tendrá que darse varios paseos por el mundo (el país, la ciudad, el barrio, las costumbres) para demostrar que su pupila se ha transformado en prosa y que esa prosa y esa vivacidad en la mirada atraen a muchos lectores».

José Julio Perlado.-«El artículo literario y periodístico«,  págs 95-99)

(Imágenes: – 1.-Sem Preser.-París 1950/ 2.-Édouard Boubat/ 3.-invierno en el café du Dome.-1928/4.-  James Jacques Joseph Tissot.-le journal 1833/5.- John H Garo.-por Yousuf  Karsh )

CAMBA Y EL HUMOR EN EL PERIODISMO

Para Julio Camba todo era periodismo. “En este mundo, y supongo que en todosdice Camba en Aventuras de una peseta‑, el pobre escritor no ve más cosa que una: artículos. Para la mayoría de las gentes, el desierto es el desierto, y el bosque es el bosque. Para el escritor, en cambio, el desierto es una crónica, y el bosque es otra crónica. Usted, amigo lector, me deja a mí frente al mar, pongamos por caso, mientras va a darse un pequeño paseo, y cuando vuelva, ¿qué creerá usted que he hecho yo con la azul inmensidad? Pues exactamente lo mismo que hubiera hecho con una iglesia románica, con un par de calcetines, con un discurso del señor Lerroux, con una puesta de sol o con un nuevo procedimiento para combatir la tuberculosis: la habré cogido y la habré transformado, reduciéndola a una superficie literaria de150 centímetros cuadrados, poco más o menos.

Nada es como es, sino como nos lo representamos, y el escritor, colocado ante una cosa cualquiera, o no la ve, o la ve en forma de artículo. (…) El diabético convierte en azúcar todo lo que ingiere; el hepático lo transforma en bilis, y el escritor lo reduce a literatura, ya biliosa o ya azucarada. (…) De mí sé decir, por ejemplo, que, obligado a veces a hacer un artículo, y disponiendo de una catedral gótica, que había visitado momentos antes, y de la levita del gerente del hotel como materiales a elaborar, me he decidido por la levita del gerente y he despreciado la catedral gótica. Para cualquier tendero veraneante, aquella catedral, en cuya construcción habían trabajado sin descanso quince generaciones sucesivas de obreros y artífices, hubiera representado infinitamente más que una levita. Para el escritor, en cambio, la levita tenía mayor interés, y no porque fuese una levita maravillosa, sino porque era una levita grotesca.”

Es siempre el detalle, lo pequeño, lo nimio. En los títulos, tanto Camba como Pla, se retratan muchas veces cuando titulan sus colaboraciones periodísticas. Es la paradoja, la sorpresa y el humor. En Camba encontramos, por ejemplo, Grandes hombres de vitrina, El jamón y la pepitoria de gallina, El genio es un caso de estupidez, El arte de tirar bolitas de pan, En Suiza no hay suizos, Los rascacielos como obra de ternura, El hombre que se vendió brea a sí mismo, En defensa del resfriado, Una tempestad en una taza de té, Madrid y el ácido úrico, Las barbas en el siglo XII, Peinados monumentales y talles de avispas, Gotosos y bronconeumónicos, El “pelmazo” interior

El humor de Camba asoma ya claramente en esos titulares pero es una delicia el desarrollo de ese humor cuando se hilvana en textos como este:

Se ha perdido un multimillonario

                             “Se ha perdido un multimillonario americano ‑se lee en el volumen Ni Fuh ni Fah‑. Estaba hospedado en el Savoy, de Londres, hará cosa de mes y medio, cuando salió a dar una vuelta por el Strand, diciendo que regresaba en seguida, y esta es la hora en que aún no se le ha vuelto a ver el pelo. Como es natural, se le dará una buena recompensa a quien lo encuentre. Procede del Tennesee, y sus amigos solían llamarle Shorty. Tiene cuarenta y tres años, y mide un metro sesenta y tres de estatura. Pesa setenta kilos (sin los millones, naturalmente). Es ligeramente canoso. Usa gafas, y tiene un tatuaje en el brazo izquierdo representando a una bayadera, la que, con una hábil flexión de músculos, ejecuta la danza del vientre, a voluntad del multimillonario, cuando éste quiere divertir a sus amigos íntimos.

                             Doy todo el señalamiento del extraviado magnate de las finanzas por si alguno de mis amigos se lo encuentra por ahí y quiere incorporarlo a su colección. Tengo varios amigos, en efecto, que se dedican a coleccionar multimillonarios. Algunos los coleccionan interesadamente, calculando que siempre es bueno tener un millonario a mano para un caso de apuro; pero, en honor a la verdad, debo advertir que no todos proceden con unas miras tan egoístas. Nada de eso. La mayoría los coleccionan por pura admiración, y, lejos de beneficiarse con su amistad, no les dejan pagar nunca el gasto en ninguna parte. Son hombres que tienen la debilidad del multimillonario. Creen que su trato les honra y enaltece, y, para no verse privados de él, lo convidan a comer, le ofrecen magníficos puros (a un multimillonario no se le pueden ofrecer tagarninas), lo sacan de juerga y hasta llegan a facilitarle dinero cuando el multimillonario necesita de pronto hacer una compra y nota que se ha dejado la cartera en casa, según es uso y costumbre en el gremio. Y aunque haya quien tenga por tontos a los coleccionistas de este tipo desinteresado, a mí me parecen mucho más tontos los del tipo egoísta, quienes, evidentemente,  adelantarían mucho más coleccionando mariposas o sellos de correos. Con los sellos de correos, sobre todo, se hacen a veces negocios muy saneados, y nunca se corre el riesgo de que ellos ‑los sellos‑ pretendan negociar con sus coleccionistas…

                             Por mi parte, no abrigo la menor esperanza de encontrarme al multimillonario desaparecido. Este multimillonario ‘vale’ doce millones de dólares, según declaró él mismo, no hace mucho, en un club londinense, y yo nunca me he tropezado con nadie que valiese arriba de cincuenta duros.

                             Según ciertos indicios, no tendría nada de particular el que nuestro hombre estuviese en manos de una demimondaine. Esta clase de mujeres sienten una gran atracción hacia los multimillonarios americanos. Cuanto más feos son, tanto más les gustan. Les encuentran más raza. También se sospecha que Shorty haya sido secuestrado por unos gangsters, quienes exigen un precio fabuloso por su rescate, y a los que él va dando largas haciendo trabajar constantemente a su bayadera. Y aún nos queda la hipótesis del suicidio, la del asesinato y la de una amnesia real o fingida.

                             Yo creo que, en las grandes ciudades, debieran construirse una especie de fourrières para multimillonarios extraviados. Se les guardaría allí seis o siete días, y si nadie les reclamaba, se les daría por muertos. Su fortuna sería empleada en obras de utilidad pública.”

Es el humor franco, a la vez sutil, porque Camba ‑un melancólico‑ es al mismo tiempo y soterradamente “un hombre a un humor pegado”, es decir, el humor viajaba con él en sus visitas de observación del mundo: observaba lo lejano y lo cercano, las menudencias del existir diario y, envolviéndolas muchas veces de humor, hacía un artículo. “Ya saben ustedes lo que pasa con el catarro nasal escribía en otra de sus colaboraciones‑. Primero se lo aguanta uno heroicamente varios días, durante los cuales, y merced a este magnífico sistema de pulverización que se llama el estornudo, va poblando de gérmenes la atmósfera que le rodea. Luego se mete uno en la cama, se arropa muy  bien arropado, llama al médico, toma unos potingues, y cuando, considerándose ya sano y fuerte, baja al comedor de su casa o de su hotel, los gérmenes que anteriormente había dejado allí, y que durante su ausencia fueron creciendo, engordando y multiplicándose a expensas de todo el que pillaron por delante, lo reciben como a un viejo amigo y lo hacen objeto de su más especial predilección. Entonces vuelve uno a meterse en la cama, después vuelve a levantarse y así sucesivamente, sin que nadie tenga la menor base de cálculo para predecir el fin de estas alternativas.

El catarro nasal es una cosa bastante más seria de lo que parece. Yo acabo de leer una estadística del Health Ministry, según la cual cada año hay en Inglaterra de sesenta a ochenta millones de catarros nasales. Desde luego, estas cifras quizá fuesen bastante menos elevadas si los ingleses no tuviesen la costumbre, que a mí siempre me pareció algo desatentada, de dormir con las ventanas abiertas y si no se pasaran la vida haciendo ejercicio a un aire que ellos se obstinan en llamar libre, aunque, por lo que a Londres se refiere, está siempre lleno de hollín, carbonilla, gas del alumbrado y otras sustancias no mucho más balsámicas ni pectorales. De un modo o de otro, sin embargo, ello es que el catarro nasal le cuesta a Inglaterra unos 65.000 millones de libras esterlinas al año y que constituye una enorme sangría para el comercio y para la industria.”

La observación por tanto de la sociedad y el humor van en Camba muchas veces enlazados. Pero lo esencial en él es que llega a todos los públicos porque trata temas de la vida corriente. Ya lo señalaba también González Ruano en cierta ocasión: “De vez en cuando ‑decía‑ leemos en un telegrama pequeñito que trae arrinconado la página de un periódico una noticia que nos interesa, que nos conmueve profundamente. Como vivimos de escribir y casi para escribir, estas noticias las buscamos diariamente, profesionalmente, porque siempre que un artículo no es teórico, intimista o general, ha de referirse a algo muy concreto, y no lo hay más que en un suceso que da la vida diaria, la vida de prisa, ésta en la que andamos y que se nos va sin casi saber cómo.

La mayor parte de las veces, el suceso que nos llama la atención nos la llama por sí mismo, por su argumento, que puede interesar a cualquiera. De ahí su cincuenta por ciento ganado de que el artículo que lleve dentro de su glosa, divagación o sugerencia esa realidad interesante sea un artículo popular que puedan leer todos con cierto gusto. Uno es el de los escritores que creen, si no en la mayoría, sí en aquella ‘inmensa minoría’ de que hablaba el poeta cansado de su nombre. Uno es de esos escritores que abre los balcones de su torre de marfil a la calle porque el marfil le ahoga, porque no desdeña la calle y porque cree que sólo se conforma con tener un público pequeño, quien no se cree con fuerzas para tener un público grande. O sea, que hay que escribir para todos y no para unos cuantos, a quienes, para salvar nuestra vanidad herida, llamamos ‘elegidos’”.

JJ.Perlado.- «El artículo literario y periodístico«.-» Paisajes y personajes».- págs 91-95)

(pequeña evocación cuando se cumplen 50 años de la muerte de Camba)

(Imágenes:- 1.-Julio Camba.-abc.es/2.-Julio Camba.-ideal.es/3.-Julio Camba.- espaaescultura.tnb.es)