Copio de Scriptor. org:
No hace falta decir más.
En el trabajo, en el taller,
(Imagen: 1.–Antonio López.- Josefina leyendo.-1953/ 2.-Antonio López en su taller.-foroxerbar,com)
Copio de Scriptor. org:
No hace falta decir más.
En el trabajo, en el taller,
(Imagen: 1.–Antonio López.- Josefina leyendo.-1953/ 2.-Antonio López en su taller.-foroxerbar,com)
“ Cuando se está pintando una calle –confesaba Antonio López -, lo que estás viendo es tan extraordinariamente impresionante que a mí, desde luego, me cuesta muchísimo trasladar una parte de aquello. Eso es lo que me hace tardar tanto. Yo no puedo resolver todo ese espectáculo con rapidez“. Esta Gran Vía desierta, de una soledad minuciosa, de un silencio total, pintada amorosamente por Antonio López entre 1974 y 1981, había sido cantada en tono pesimista por otro pintor-escritor, José Gutiérrez Solana, en 1923, en su «Madrid callejero«: » A las antiguas calles- decía – ha sucedido esta nueva red, llena de edificios a la moderna, petulantes, todos muy blancos, estilo catalán y en los que no se ve ni por asomo un poco de arte y personalidad; los pisos se anuncian hoy en día: todo confort y personalidad. Las tiendas son del mismo estilo pretencioso que las casas: gran derroche de luz, en que se muestran sobre maniquíes de cera, ropas de bazar, pretenciosas y de gusto burgués; escaparates con objetos de caza, muchas escopetas, pistolas (…) Grandes escaparates con pianolas, gramófonos, música mecánica, alternando con fotografías y autógrafos de divos más o menos melenudos; fondas, pensiones, manicuras y círculos y cafés exhibicionistas y, sobre todo, los restaurantes, muy frecuentados por las tardes y en los que se baila con música de negro (…) Ahora que el primer trozo de la Gran Vía está ya terminado, sentimos todos, como un vago temor, la inutilidad de esta obra».
Pero Antonio López, alejado de tantos pesimismos, entregado a un hiperrealismo casi fotográfico, espera pincel en mano que los silencios acudan cuando las gentes se retiran y las aceras prestan a la soledad su escenario. Retoca, rehace, corrige el silencio. Sabe que el silencio se cubrirá enseguida con el vocerío de vehículos y el pasar de frases quebradas, pero el oleo sobre lienzo de la soledad le lleva largos años de trabajo. Es la Gran Vía que quedará en pintura, la Gran Vía que nadie ve puesto que la multitud duerme. Es la Gran Vía que otro escritor, también con tintes poco optimistas, saludará con cierto escepticismo. «La Gran Vía, el sueño de los madrileños -dice Cansinos Assens en «La novela de un literato» -, va a ser al fin una realidad. Ya la piqueta ha empezado su labor demoledora y esas viejas y tortuosas calles de Jacometrezo, Horno de la Mata, Carbón, etcétera, son ya totalmente o en parte montones de escombros, por los que en la noche merodean perros vagabundos. Todo ese antiguo barrio de casas de huéspedes, para estudiantes, de prostíbulos y chirlatas, refugio de vidas miserables y truncadas, de viejas viviendas llenas de chinches y cucarachas, sin luz y sin aire, con toda la suciedad y falta de higiene del Madrid fin de siglo, es ya una ruina lamentable como los seres que albergaba. En su solar, los arquitectos ha trazado los contornos de la proyectada Gran Vía, ancha y espaciosa, que por el momento no es sino una larga fila de zanjas profundas y siniestras como osarios…».
El pintor mientras tanto deja que la mujer pase para pintar bien la Gran Vía y Antonio López deja que pasen la mujer y el pintor para pintar bien el silencio.
(En el centenario de la Gran Vía de Madrid: 1910-2010)
(Imágenes:-1.-» Gran Vía».-Antonio López.-1974-1981/.-2.-«Gran Vía». Clavel-Antonio López.-1977-1990-/3.-«Gran Vía».-Archivo AGA.-elmundo.es)
“”No hay medida con el tiempo – escribió Rilke -; no sirve un año, y diez años no son nada; ser artista quiere decir no calcular ni contar; madurar como el árbol, que no apremia su savia, y se yergue confiado en las tormentas de la primavera sin miedo a que detrás pudiera no haber verano. Pero lo habrá sólo para los pacientes, que están ahí como si tuvieran por delante la Eternidad, de tan despreocupadamente tranquilos y amplios. Yo lo aprendo diariamente, lo aprendo entre dolores, a los que estoy agradecido. ¡La pacien
cia lo es todo!”.
“Madrid desde Torres Blancas“, el óleo sobre tabla de Antonio López que acaba de ser subastado en Christie`s por 1,74 millones de euros – por encima de Barceló o de Tapies – es una prueba más de la gran paciencia en el trabajo. Pintado entre 1976 y 1982, la luz del sol cayendo ya sobre Madrid lo estaba haciendo puntualmente a las 21,4o de los días 21 de abril, 21 de mayo, 21 de junio, 21 de julio y 21 de agosto. Unas marcas a lápiz descubiertas en el borde del cuadro señalan las cuentas que iba haciendo el pintor mientras trabajaba. Marcas que ya hizo hace años sobre la corteza del membrillo. La luz también caía entonces a una determinada hora, en el determinado día de un mes determinado. La paciencia esperaba con el pincel. Víctor Erice lo reflejó en una hermosa película y el membrillo se dejaba acariciar por el arte para pasar de ser fruta a pintura. Era el recuerdo de Antonio López con su cita anual con la luz. Recordaba la luminosidad del año anterior y esperaba igual que espera un hortelano un tono cárdeno en el horizonte. Rilke volvía a pasar una vez más con sus consejos a un joven poeta: “Tampoco basta que se tengan recuerdos. Es preciso poderlos olvidar, cuando son muchos, y es preciso tener la gran paciencia de esperar a que vuelvan. Porque los recuerdos mismos aún no son eso. Sólo cuando se hacen sangre en nosotros, mirada y gesto, sin nombre, y ya no distinguibles de nosotros mismos. Sólo entonces puede ocurrir que en una hora muy extraña brote en su centro la primera palabra de un verso y parta de ellos.”
(Imágenes: “Madrid desde Torres Blancas” de Antonio López, elmundo,es/ “El sol del membrillo” de Víctor Erice)