«Amo los espejos – escribía en su Diario María Lenéru en septiembre de 1899 -, me gusta rodearme de ellos. Ante todo, multiplican la luz, pero los amo porque me encuentro en ellos. No escucharse ni hablar, no moverse ni respirar, con esbozos de soliloquios que nos llevan a esta preciosa conclusión: que el yo es la más intangible de las cosas fugitivas, y no es, evidentemente, más que una ilusión de hábito (… ) Yo digo : María, y estudio mi fisonomía como la de una extraña; pues nuestra experiencia nos enseña poco más o menos todo lo que sabíamos de nosotros».
María Lenéru se mira en el espejo de la página y la página le va mostrando rasgos de su interioridad; en su Diario habla también de sus manos. «D´Annunzio dice – escribe ella en enero de 1900 – que la mano revela el cuerpo; en todo caso, revela el alma. Tengo, de modo absoluto, la superstición de la mano; no de sus líneas, como los quirománticos, sino de su forma. Jamás he hallado un
ser simpático con manos horrorosas. La mano, que no es más que gestos, debe ser más plástica que el rostro; se es más responsable de sí misma».
Las manos, pues, escriben sobre la superficie del espejo y el Diario, poco a poco, va surgiendo. Ahora ha publicado Anna Caballé un interesante diccionario de Diarios españoles y en su espejo varios diaristas reflejan, cada uno a su modo, sus confesiones íntimas. Pero el espejo no siempre ahonda en la interioridad del
escritor sino que se abre igualmente a las preguntas. En el Diario de Víctor Hugo del 25 de julio de 1847, anota la gran figura de las letras:»¿Cómo escribir, fríamente, cada día, eso que yo he aprendido o he creído aprender? ¿Y eso a través de las emociones, las pasiones, los asuntos, las preocupaciones, las catástrofes, los acontecimientos, la vida? Por otra parte, estar emocionado, es aprender. Es imposible, cuando se escribe todos los días, no hacer otra cosa que apuntar
mientras se hace camino aquello que nos ha impresionado. Eso es lo que yo he acabado por hacer». «Cosas vistas» titula Victor Hugo su Diario y lo que él ve, por ejemplo, en el motín del 12 de mayo de 1839 en París es lo siguiente: » Hace una media hora, seis o siete obreros jóvenes han venido hasta aquí cargando con fusiles que apenas sabían manejar. Eran adolescentes de catorce o quince años. Han preparado sus armas en silencio entre los vecinos y los transeúntes que miraban lo que hacían, luego han invadido una casa donde no vive más que una vieja y un niño pequeño. Allí han sostenido un asedio de algunos momentos. El tiroteo que he tenido que aguantar fue por causa de algunos de ellos que huían por la calle Saint- Claude».
El espejo del Diario se hace aquí reportaje y el ojo de Hugo nos acerca a las calles -las entrañas – del cuerpo de la Historia.
(imágenes.- 1.-Lucien Lévy-Dhurmer/ 2.-Holbein- 1523/ 3.-Isa Marcelli/ 4.-Victor Hugo- Galería contemporánea, literaria, artística- Wikipedia/ 5.-Vivian Maier- autorretrato- 1960)