PICASSO : VOCES EN EL AZUL

 

 

“Yo vivía entonces en el número 13 de la calle Ravignan – contaba Fernande Olivier en “Picasso y sus amigos”  al evocar los primeros años del siglo en Paris -. ¿Quién habría imaginado entonces lo que llegaría a ser Picasso, un hombre de mundo, cuando se le encontraba en la Colina, en alpargatas, con los cabellos revueltos o con una vieja boina, y vestido igual que los obreros metalúrgicos? Pantalón, blusa de tela azul, cuyos lavados sucesivos  habían acabado por darle unos tonos encantadores de pastel, y aquella inolvidable camisa de algodón rojo con pelos blancos, comprada por un franco noventa y cinco en la plaza de Saint- Pierre. Picasso era quien barría el estudio, quien iba a comprar provisiones. Yo era, lo confieso, muy perezosa. Éramos jóvenes: apenas cuarenta años entre los đos. En épocas de prosperidad, por veinte céntimos la hora, venía todas las mañanas, mientras dormíamos, una mujer a hacer la limpieza. Pero, en vez de limpiar, prefería leer un periódico sentada confortablemente en el único sillón que teníamos, bebiéndose el café que había preparado para nosotros. Nos despertaba el ruido del plumero, del que apenas si le quedaba algo más que el mango, y con el que daba pequeños golpes secos y molestos sobre los muebles y objetos cuando estaba ya cansada de leer. En casa de Picasso he pasado los mejores años de mi vida. En esa época fui totalmente feliz. También, ¡ay!, dejé allí una parte de mi juventud y todas mis ilusiones.”

 

 

Son voces, voces en el azul cuando Picasso está pintando ese período o época suya, que ahora  se celebra con una magna exposición en el museo D’ Orsay. Voces también de Gertrude Stein sobre aquellos años en su monografía sobre Picasso. “Picasso parecía un torero a quien escolta su cuadrilla – se lee en la “Autobiografía de Alicia Toklas” de Stein -, o mejor, semejaba Napoleón, seguido de cuatro enormes granaderos. Derain y Braque eran muy altos, Apollinaire era alto, grueso y robusto, y Salmon no era pequeño. Pero Picasso era un jefe de pies a cabeza.” “La casa de la calle Ravignac 13 – quiso recordar Gertrude Stein – es donde se han desarrollado tantos sucesos importantes para la historia de arte del siglo XX.’

 

 

Las porteras de las casas de los pintores  tuvieron igualmente una importancia singular. También ellas de alguna forma son voces en el azul. Como cuenta Jean- Paul Crespelle hablando del Montmartre de entonces, Madame Coudray vivía en el número 13 y ayudaba a los artistas. Al hablar de ella, Max Jacob decía: “ encorvada, jioven y vieja, áspera, alegre, inteligente, nos quería. Tenía siempre a disposición de los más hambrientos un caldo de verduras. Tomó a Picasso bajo su protección y, en ocasiones, por las mañanas iba a llamar a la puerta de su estudio para anunciarle la llegada de un posible comprador.  “ Monsieur Picasso, despiértese, ¡la cosa va en serio!.. Le obligaba a levantarse y vestirse para recibir al comprador matutino.”

 

 

Voces en el azul …”muchachas, lisiados, parejas famélicas o agarradas al vaso de ajenjo, ciegos, maternidades doloridas, jóvenes angulosos, caras mortecinas, cuerpos deformes – así  iba enumerando las voces y los cuerpos del azul  Christian Zervos en su “Picasso’ – , testigos de una humanidad excluida del gozo. A veces, algún rostro parece reflejar sutilezas meditativas; pero en general son figuras ambiguas, señaladas por una profunda morbosidad, sumergidas en una sombría privación.”

Voces de aquellos tiempos, voces en el azul.

 


 

(Imágenes -1- el guitarrista ciego – Art Institute/ 2- mujer de tocado alto – Chicago -Art Institute/ 3-  mendigos a orillas del mar – Washington -Nationnal Gallery/ 4- la ofrenda – Toronto – propiedad Crang / 5 – mujer sentada con toquilla a los hombros)

PICASSO, PINTURAS Y AMIGOS

«Bajo los llamativos oropeles de los satimbanquis esbeltos que Picasso pinta – había dicho Apollinaire – se advierte indudablemente a los jóvenes del pueblo, ingeniosos, maliciosos, astutos, pobres y mentirosos». Era el año 1905. Fernanda Olivier en un libro delicioso,» Picasso y sus amigos» (Taurus), cuenta las andanzas en aquella Colina de París con Max Jacob, Ambroise Vollard o el marchante Clovis Sagot. «Nunca se comía tan bien en casa de Picassorecordaba Fernanda – como cuando no teníamos ni un céntimo. Entonces recurríamos al truco del pastelero. Pedíamos un almuerzo al pastelero de la plaza Abbesses, rogándole que lo llevara a las doce exactamente. A esa hora llegaba un dependiente, llamaba a la puerta y, como nadie abría, terminaba por irse, dejando su cesta ante ella. Abríamos cuando él ya había desaparecido. Pagábamos días después, cuando se podia».

«De 1903 a 1912 – seguía contando Fernanda – el número 13 de la calle Ravignan, en Montmartre, una incómoda casa de madera denominada el «Bateau- Lavoir«, acogió a pintores, escultores, escritores, humoristas, actores, lavanderas, costureras y vendedores ambulantes. Nevera en invierno, estufa en verano, los inquilinos se encontraban todos con un jarro de porcelana en la mano ante la única fuente que existía. Picasso fue a vivir allá en 1903, al volver de una temporada en España. Entonces fue cuando yo le vi por primera vez. El charlaba en la pequeña plaza Ravignan (después plaza Emile- Goudeau) con su compatriota el pintor catalán Ricardo Canals, que había llegado al mismo tiempo que él a París, algunos años antes».

«Picasso era bajo, cetrino, rechoncho, inquieto, inquietante, con ojos sombríos, profundos, taladradores, extraños, casi fijos –evocaba Fernanda Olivier -. Gestos desmañados, manos de mujer, mal vestido, poco aseado. Un mechón de pelo espeso, negro y brillante, le cortaba la frente inteligente y obstinada. Medio bohemio, medio obrero en su traje, sus cabellos demasiado largos rebasaban el cuello rozado de su chaqueta».

André Salmon, en «Recuerdos sin fin» , habla de que el mismo Picasso abría la puerta de la vivienda con «el famoso rizo encima de un ojo de color grosella negra, vestido de azul y con la chaqueta abierta para dejar ver una camisa blanca sujeta a la cintura por una faja de franela color rojo amapola con flecos…».

Penrose, en su biografía de Picasso, confirma como tantos otros que el pintor prefería trabajar de noche y que la mayoría de los cuadros anteriores a 1909 los pintó a la luz de una lámpara de aceite que colgaba encima de su cabeza, agachado en el suelo delante de la tela: «Y puesto que en los primeros tiempos a  menudo no tenía dinero para pagar el aceite, Picasso sostenía una vela con la mano izquierda mientras trabajaba con la derecha. André Salmon dice que la primera visita que le hizo en compañía de Max Jacob lo encontró pintando en esa postura un «cuadro que era azul».

(Pequeño apunte con motivo de la exposición «Devorar París 1900-1907» que acaba de inaugurarse en el Museo Picasso de Barcelona)

(Imágenes:-1.-arlequin a caballo.-1905.- Washington.-propiedad Mellon/ 2.- Picasso en 1904.-tumblr/3.- autorretrato con paleta.-1906.- Philadelphia Museum of Art.-E. A. Gallatin collection/ 4.- Fernanda Olivier, Picasso y Ramón Rentevós en Barcelona, en el estudio del pintor J Vidal.-Joan Vidal Ventossa.- museo Picasso.-París/ 5.-muchacho con pipa.-1905.-Nueva York.- Colección de Mr. y Mrs. John Hay. Whitney.- Nueva York)