EL DETALLE EN EL ARTÍCULO

 

«Al escribir en la prensa o en Internet siempre los temas están ahí, en la vida, en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, en las grandes cuestiones eternas con las que se enfrenta al ser humano (vistas generalmente, sin embargo, desde un ángulo significativo, desde un detalle preciso, como una pequeña puerta que se abre a la amplia consideración del artículo).

«Ese detalle, el hallazgo inesperado de ese detalle, no es fácil encontrarlo. Se requiere ir con los ojos abiertos, una apertura que se llama atención. “Para hacer un periodismo real y tangible ‑recordaba Plaes indispensable una curiosidad, un interés por las cosas de la historia y de la vida”. Sin esa curiosidad se camina con los ojos cerrados y aplicándolo a este oficio del periodismo esa ceguera lleva a la destrucción. No se es periodista ‑ni siquiera se disfruta como ser humano‑ porque la vida aparece como un muro, una masa compacta y rutinaria en donde no cabe el asombro. “Yo he sido periodista toda la vida ‑seguía diciendo Pla‑, porque he tenido toda la curiosidad que me ha permitido la existencia y porque me gusta comunicar a los conciudadanos lo que, por una razón u otra, he podido observar.”

 

 

Pero el detalle está ahí, hay infinitos detalles escondidos en las arrugas de un rostro, en el brillo de unas pupilas, en los giros de una mano, en una modulada entonación, en la manera como un político le señala el cielo a otro político, porque los dos aún no saben de qué hablar y de alguna forma ese color del día, de la temperatura del día los une, les hace sonreír forzada y protocolariamente, y les ayuda a romper el hielo… Todo está lleno de detalles en las individuales existencias y en las grandes cuestiones del mundo. El periodista ‑el articulista‑ va en busca de esos detalles y en esos detalles encontrará muy posiblemente sus temas.

“No se cansará este cronista ‑ha escrito González Ruano‑ de dar gracias a las agencias periodísticas que recogen noticias mínimas y pintorescas con las que los periódicos llenan huequecitos de poca importancia pero necesarios en la confección de sus páginas. Muchas de estas pequeñas noticias, que pocos leen, son para este cronista la base de sus artículos. Lo más difícil en una colaboración de muchos tentáculos y de una sistematización bien ordenada no es la materialidad de escibir, sino encontrar un tema que tenga siquiera condición de pretexto, y que vaya medianamente con nuestros gustos y preferencias.”

 

 

El gallego Álvaro Cunqueiro, por otra parte, tomaba de las fotografías de agencias que se publicaban en la última página de Faro de Vigo motivo para sus comentarios. A veces no buscaba los temas, simplemente los encontraba. Se surtía para escribir sus textos de lo que veía en televisión o escuchaba por la radio, o simplemente de lo surgido en las conversaciones con los amigos. “Un amigo ‑escribía por ejemplo en Faro de Vigo en 1974‑ que escuchó un artículo mío en Radio Nacional de España, en el que yo decía que ya no se encontraban en el país gallego gentes que hubiesen visto la Santa Compaña (…) se muestra conforme conmigo (…) pero me asegura que sueltos, cada uno por su lado, andan por los caminos unos cuantos inquietos. (…) Pero a mi amigo, lo que le preocupan son esos secretos, casi niebla, figura de viento, que andan por ahí, pasajeros vespertinos silenciosos, y sin duda difuntos. Cuando me despido de él, me retiene por un brazo (…) y me dice que también habría mucho que hablar del cadáver de Evita. (…) Lo del traslado del cadáver de Evita desde la quinta peronista de Madrid al ‘altar de la patria’ en Buenos Aires, es operación política”. “Ayer ‑comentaba en otra ocasión el mismo Cunqueiro‑ estaba viendo, después de almorzar, la televisión. Y daban en ella un reportaje sobre la visita de los reyes de los belgas al Japón. Fabiola y Balduino iban a ver una representación de ‘kabuki’ ‑el locutor de la televisión le llamaba ‘kiburi’; por televisión se oyen siempre muchos disparates de este tipo, (…)‑ El drama que vieron Balduino y Fabiola era ‘La muerte de Susiku una mañana de viento’ (…) La hermosa Susiku fue muerta por Nakko (…).” Y así Cunqueiro proseguía con su cultura y erudición caminando a través de una prosa mágica y personal como la que él tenía hasta cubrir por entero uno de sus textos.

 

 

Camba, a su vez, procedía de forma parecida. “Leía yo recientemente una estadística del doctor Rokeby sobre el tiempo que pierden los hombres en hacerse el nudo de la corbata ‑escribía en su artículo Una estadística impresionante, en 1944‑. Suponiendo que, por término medio, pierdan tan sólo un minuto, ello arrojaría por cada millón de hombres el total de un millón de minutos, lo que, en un país como España, se elevaría en seguida a la fabulosa cantidad de doscientas mil horas diarias, o sea veinticinco mil jornadas de ocho horas. Es decir, que invirtiendo en otras actividades el tiempo que emplean en anudarse la corbata, los españoles, según el doctor Rokeby, podrían hacerse muy fácilmente cada mes un túnel, un rascacielos, un puente, una carretera, un buque o un aeródromo.”

José Julio Perlado – «El artículo literario y periodístico – Paisajes y personajes», págs 24-26

 

 

(Imágenes -1-Jacek Malczewski– 1907/ 2-Vincent Giarrano/ 3-Bernard Lamotte- 1940/ 4- Georges Dambier– 1952/ 5- David Lyle)

A LOS SALMONES DEL ULLA

 

 

peces-udcd-Abu Yahya Zakariya ibn Muhammad al-Qazwini

 

«Me llamo Jacobo, hijo de Zebedeo, y llego hasta aquí tras larga navegación, para ser enterrado en la tierra en la que se abren camino los ríos vuestros nativos. Por lo que me decís ahora mismo – sigue hablando Santiago Apóstol a los salmones del Ulla -, aprendo que sois comestibles, y que es aquí en vuestro río que yo veo tan dulce, donde con frecuencia halláis la muerte. En verdad, sólo puedo enseñaros a despreciar vuestro cuerpo, haciendo que os fijéis muy especialmente en la caridad de vuestro espíritu. Quizás ahí esté la almendra de la cuestión. Tan limpia y generosa alma tenéis, que vuestro cuerpo, la carne, se beneficia de ella, y así es impar entre todas las de los demás peces, según decís. Pues os enorgullecéis de vuestra carne, lo que no deja de tocar los límites del pecado de soberbia, padecéis por ella, y así sois devorados, con lo que pagáis la penitencia.

 

comer-ybbb-pescado-peces- Golden Bream

 

Por otra parte, no dejéis de pensar que hacéis felices a los  que  os devoran, pues sois alimento especialísimo, no cotidiano, sabroso, según os estoy escuchando. Por lo tanto, alegraos de la vida libre vuestra, nacidos en el río, criados en él para salir al mar de las grandes vacaciones, y luego, como Ulises – y permitidme que cite a un pagano simplemente como muestra de un alma nostálgica – regresáis al país natal, adultos poderosos, en la hora en que sois llamados por naturaleza para continuar generaciones. ¡Qué los nietos de los nietos de vuestros nietos, setenta veces setenta y más, distingan de todo vuestro río nativo, como los hijos distinguen a las madres!

 

peces-ccddb - Paul Klee- The Navigator- mil novecientos veintitres

 

«No os rebeléis, pues, contra vuestro destino, y servid de alimento en los días magros, en los días en que las carnes son quitadas, en los días de abstinencia carnal, a los cristianos terrícolas. Por lo generosos que sois, por ls perfecta armonía de vuestra carne y vuestra grasa, haréis a los que os devoran generosos, y les daréis fortaleza para cumplir con los trabajos honestos, y también para resistir al enemigo. Y pues no quiero que, con motivo de mi llegada, haya entre vosotros más víctimas que las de costumbre, dispersaos y seguid vuestro camino, y que yo vuelva a mi soledad. Y, si sabéis alguna vez que viene a mi tumba, en Compostela, un peregrino fatigado y con el apetito que da el largo camino, no vaciléis en sacrificaros, y no os importe que os cuezan, os pongan a la parrilla, os trufen o empapilloten, o enteros vayáis a un solemne pastelón envueltos en esa masa inventada en Alejandría y que llamamos hojaldre. Y ahora, recibid mi bendición, en el nombre del Señor de la Vida».

Álvaro Cunqueiro .-«Epístola de Santiago Apóstol a los salmones del Ulla» -«Fábulas y leyendas de la mar»

(Imágenes- 1- Abu Zakariya ibn muhammad- al gazwini/ 2.-golden brean/ 3.-Paul Klee- 1923)

VERANO 2016 (2) : EL RÍO DEL OLVIDO

 

ríos-boyt- William Robnson Leigh

 

«No entiendo, no, por qué el río del olvido ha sido traído a esta tierra antigua, de tan sereno y apacible rostro. Comienzo por no entender – añadía Álvaro Cunqueiro  – por qué conviene a la economía de los humanos mitos el que haya un río, unas aguas lentas y oscuras, para olvidar. A mí nunca se me ha pasado por mientes beber vino para olvidar; si lo he bebido, habrá sido para todo lo contrario, para acercar aún más las islas de la nostalgia a mi corazón. Enrique von Kleist tenía una copa de plata que decía, en verso latino, «bebo porque así te veo». Olvidar, desasirse hasta de la propia memoria, soltarse de sí mismo, es cosa que no comprendo que se desee. Se lo decía al Limia, siguiéndole el camino por más de una larga legua, para poder recordarlo un día. Para poder recordar la puente y los álamos y las junqueras. Filosofaba así camino de Ginzo, y me gustaba citar a Ulises, esa memoria errabunda y patética, dejando los ojos perderse por la abierta gándara. El camino por donde viajaba cruzaba unos liñares, medio encharcados por la lluvia, y en un prado vecino podía ver el negro ganado vacuno de la Limia. Llovía mansamente sobre Ginzo de Limia, y yo quise entrar en la iglesia de Santa Mariña a pedirle a la santa que me conservase la memoria, la memoria de la tierra y la memoria de la lengua con que contarla, la memoria de las mañanas y las tardes y esa otra memoria siempre fugitiva que los hombres llaman los sueños».

(Imagen.-William Robinson  Leigh)

VERANO 2014 (5) : ALVARO CUNQUEIRO

fantasía-ujuj-Julie Heffernan

 

«Mi primera idea es que un tesoro es una persona viva,  con su memoria y su voluntad- escribía Cunqueiro – No sé si es cierto lo que oí a Lady Gregory referente a que hubo un tiempo en que  todos los tesoros del mundo eran de un solo hombre y que éstos, cansados de él, huyeron y se escondieron en diferentes lugares y, para no ser encontrados, les pagaron a los magos del país para que los encantasen. El hilo de la vida del tesoro pende de que se deshaga este encanto o no. Si se deshace, el tesoro deja de serlo y se convierte en oro natural, y quien

 

fantasía-rrfyy-ilustración de Inga Moore

 

lo deshizo puede llevarlo para casa. Se han dado casos de tesoros que se convirtieron  de oro en ceniza, es decir, que, desvelado el secreto que los defendía, murieron. Los tesoros se dan entre ellos nombres, y a veces basta con saber el nombre del tesoro para que éste se una a quien lo dice.También  el tesoro puede consistir en una palabra, por ejemplo en el nombre secreto de un reino o de una ciudad, y entonces el que sabe ese nombre se hace dueño de aquel reinado o de aquella villa. Francia, Roma, Toledo, París tienen nombres secretos, que fueron muy buscados.

 

fantasía-rvvg--Alexander Jansson

 

Hay tesoros que todos los años tienen que comer o beber algo. Oí hablar de un tesoro en Valedouro que estaba guardado por un enano que llevaba una gorra colorada, y el enano tenia que sustentar al tesoro con sangre de oveja, aunque en otro tiempo lo mantuviera con sangre humana, con lo cual estaba siempre reluciente. Los del lugar se cansaron de darle ovejas al enano, que no quería pagárselas, y uno de Budián, que sabia leer y escribir, puso en un papel sellado
rostros-rress-ojos- joyas- Salvador Dalí- mil novecientos cuarenta y uno

 

que se negaban a aquella renta, y el enano al leerlo tuvo que conformarse, porque la negativa iba por escrito y llevaba una firma. El enano se marchó de la región con el tesoro, pero se le olvidó una tijera de oro, que la repartieron entre los vecinos. P. W. Joyce habla de un tesoro de Irlanda que enfermó del hambre que pasaba, y entonces salió a los caminos a pedir limosna de pan y alimento, que no quería cuartos, andaba con la vestimenta de soldado cojo, y en una boda bebió tanto que se descubrió, diciendo que era un tesoro y que tenía los huesos de oro. Lo mataron cortándole la cabeza, y debajo de la piel del cuerpo era todo moneda inglesa mezclada con una tierra blanca, y un sabio que estaba allí dijo, que si lo dejaban, él lo atraparía y cebaría, y que después, cuando lo matase, estaría todo lleno de oro por dentro.

 

fantasía.-58hh.-Marina Marcolin

 

(…) Los tesoros están separados entre sí por nueve leguas, y los árabes aseguran que donde hay un tesoro hay siempre agua fresca, siendo ésta una imaginación muy de ellos, añadiendo que, si uno encuentra un tesoro en un desierto, si no hubiese agua que beber en aquella comarca, éste moriría de sed y el tesoro quedaría en su escondite, y lo que desean los tesoros es ser encontrados y gastados.

 

fantasía- tgnbn-Anne Bachelier

 

Las cuevas en las que se encuentran los tesoros no fueron hechas por ellos. Se cuenta de algún tesoro que anduvo medio mundo buscando una agradable, y de otros que se metieron en cuevas de serpientes, llegando a un trato con ellas, que quedaron como guardianas. Las culebras duermen enroscadas al tesoro, y de tanto frotarse con él, terminan teniendo la piel de oro.»

Alvaro Cunqueiro.«Tesoros y otras magias»

 

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(Imágenes.-1-Julie Heffernan/ 2.-Inga Moore/ 3.-Alexander Jansson/ 4.-Salvador Dalí- 1941/ 5.-Marina Marcolin/ 6.-Anne Bachelier/ 7.-Katia Weisbeger)

GASTRÓNOMOS, ESCRITORES Y LECTORES

«Mi gusto por la cocina, como aquel por la poesía, me vienen del cielo – confesaba Alejandro Dumas -.El primero ha estado destinado a arruinarme; el gusto por la poesía, en cambio, a enriquecerme, puesto que yo no renuncio a llegar a ser rico algún día«. En el momento en que se publican las recetas culinarias de Dumas vienen a la memoria tantos textos mezclados con sabores y olores, palabras aderezadas en bandejas de estilo, servidas por grandes escritores y gastrónomos, como cuando Cunqueiro, por ejemplo, dedica su epístola a los cocineros y cocineras en su «Viaje por los montes y chimeneas de Galicia» (Austral)  hermanado con José María Castroviejo. «No innovéis en cocina – les pide Cunqueiro a los cocineros -, porque corréis el riesgo de mezclar. Ateneos, hermanos, a la patrística, y así como no mezcláis los vinos, respetad la pureza del hallazgo antiguo, y si en vuestro fogón, un dichoso día, se produjese el milago, antes de publicar la receta, provocad procesos de canonización, y que el más fino de entre vosotros sea el abogado del Diablo».

Del arte de comer y del arte de la palabra hablé ya en MI SIGLO. Como también dediqué otro artículo a cocina y literatura. Brillat- Savarin escribía que estaba tentado de creer «que el olfato y el gusto no forman más que un sentido del que la boca es el laboratorio y la nariz la chimenea, o para hablar más exactamente, del que uno sirve a la degustación de los cuerpos táctiles y el otro a la degustación de los gases«.

Olfato y gusto los paseaba igualmente Alejandro Dumas cada vez que visitaba Marsella. Caminaba por los muelles, compraba pescados y mariscos, volvía a su hotel y, en mangas de camisa, confeccionaba una sabrosa bullabesa. En 1857 daba especiales clases de cocina en su casa y uno de los asistentes cuenta cómo el escritor, con las mangas de su camisa remangadas hasta los codos y ante un tablero blanco, preparaba la cena. «Cuando entramos en su inmensa cocina, estaba elaborando un pescado y vigilando el asado. Su sirviente, con adoración muda, seguía cada paso del gran novelista (…) El asado apareció dorado, soberbio. La cena fue exquisita«.

Entre tantas otras ciudades del mundo, la capital de Francia ha recibido siempre, como si tuviera imán para los manjares, los productos que abastecían sus comedores. En el siglo XVlll Eugêne- Victor Briffaut, en su libro «París en la mesa,» contaba que «cuando París efectivamente se sentaba a la mesa, la tierra entera se estremecía; de todas las partes del universo conocido llegaban los productos de todos los reinos, aquellos que el globo ve crecer en su superficie, aquelllos que guarda en su seno, aquellos que el mar esconde y alimenta, aquellos que pueblan el aire: todos se aceleran, se presentan presurosos para obtener el favor de una mirada, una caricia o una dentellada».

En España, la literatura y la gastronomía se han ido cruzando, siglo a siglo, por los caminos del mutuo interés. Evocaba Néstor Luján en un artículo de hace años los libros de Emilia Pardo Bazán, «La cocina española» y «La cocina moderna», el «Practicón» de Ángel Muro, la «Guía del buen comer español» de Dionisio Pérez y, naturalmente, la excelente «La casa de Lúculo o el arte de comer» de Julio Camba, y las obras de Pla.

Muchos otros autores antiguos y modernos han ido escribiendo sobre el tema. Mientras los leeemos, vemos pasar de plato a plato la perdiz y la paloma torcaz, la codorniz y el pato, la liebre, el conejo, la nutria, el corzo, el jabalí y el ciervo mientras Cunqueiro continúa su epístola a los cocineros y cocineras elevado sobre todos los montes y entre las chimeneas de toda Galicia.

(Imágenes.- 1.-Joan Miró.-naturaleza muerta con conejo/2.-Nicolay Bogdanov-Belsky/3.-Félix Valloton.- bodegón con pimientos rojos.- artisangallery/4.-Stanko Abadzic.-tenedor y plato.-contemporaryworks)

PLA Y CUNQUEIRO

Varias veces he hablado de estos dos excelentes escritoresCunqueiro y Plaen MI SIGLO.

Ahora, con motivo del año Cunqueiro, reproduzco aquí el artículo que en su momento escribí para el Centro Virtual Cervantes:

» Ambos escritores – decía entonces hablando de Pla y de Cunqueiro – proporcionan y proponen una vuelta a los orígenes de las cosas, a la sabiduría del hombre, a ese inspirar y aspirar de la persona cuyo aliento es el humanismo.Está aconsejando Pla —en un mundo de veleidades vertiginosas— a los jóvenes que le preguntan, por ejemplo, «¿Qué hemos de hacer? ¿Podría usted tener la amabilidad de darnos una orientación y decirnos qué podríamos hacer?» Entonces Pla les contesta: «Yo les aconsejaría un viaje a pie […] Su viaje debería tener un objeto: informarse, enterarse de lo que es el país, de cómo vive en él la gente, empaparse de la manera de ser básica, inalienable, insoluble, del material humano […]: pasear y hablar con la gente […] Nada hay, me parece, que ofrezca tanto interés para el ciudadano como saber exactamente en qué consiste su país» (Josep Pla, «Invitación al viaje», en Viaje a pie, Madrid: Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, 1979, pp. 7 y 9).

Estamos, pues, aquí, no sólo en el suelo y en la tierra de los caminos, sino también andando por las veredas del sentido común —un sentido muy del payés y del mundo de Pla—, un camino sembrado de recomendaciones que nos marcan el ritmo del paso del hombre.

Tomemos otro ejemplo, éste de Cunqueiro: «La inmensa cantidad de noticias que al hombre le es suministrada es inadmisible. Tal cantidad termina formando insensiblidad. Puede decirse que la información que se le suministra al hombre en 1977 es infinitamente superior a la que ese hombre necesita, y por ese mismo exceso lo transforma en un hombre desinformado» (Álvaro Cunqueiro, «Sin agua y con noticias», Arriba Dominical, 12 de junio de 1977, p. última).

Y otro texto, también de Cunqueiro: «Recientemente aludía Giovanni Ansaldo a la disminución de la capacidad de asombro en las gentes de la inmensa cantidad de varia noticia que se le suministra diariamente y señalaba la creciente pérdida de credulidad y, finalmente, la indiferencia» (Álvaro Cunqueiro, «Noticias y prodigios», El Progreso, 1 de septiembre de 1960).

Ambos textos —el de Pla y los dos citados de Cunqueiro— nos proyectan hacia la paradoja. ¿Cómo es posible que Pla —en una civilización en la que viajar es global y meteórico, fulminante en velocidades— nos aconseje la sabiduría de un viaje a pie? ¿Cómo es posible que Cunqueiro —en un mundo de saturación informativa y de multiplicidad de medios (y eso que él se refiere aún a la frontera de 1977; ¿qué diría en 2011?—, denuncie que cada vez se es más insensible como lector y como persona y cada vez se pierde más la capacidad de asombro?

La respuesta no es la paradoja sino —como decíamos al principio— el recordatorio y la llamada de atención al sentido común. No se conoce Nueva York sino viajando a pie por la Gran Manzana, no se conoce Estados Unidos sino paseando y hablando con las gentes de esos pueblos escondidos entre cordilleras y llanuras y que únicamente intuimos por el cine o por la televisión; así se conoce Bombay, entre los olores, los colores y los pliegues que cubren las callejuelas, y así se conoce Moscú, deteniéndose en las esquinas desoladas, a veces alcoholizadas, frecuentemente heladas y abiertas a la urbe gigantesca. Es decir, al hombre lo conoce el otro hombre entrecruzando los pasos con él, entrecruzando las palabras: en resumen, yendo a pie por el tiempo que nos circunda y por el espacio que nos envuelve. En un siglo de velocidades aéreas sólo conocemos al hombre en la distancia corta, en la conversación personal, en el interés por el otro que se descubre en la cercanía, en el sosiego y hasta en la lentitud.

Por su parte, Cunqueiro nos pregunta para qué nos inundamos de información si bajo esa cantidad nos ahogamos entre la indiferencia y la falta de asombro. La calidad de nuestras respuestas debe recibir y asimilar las calidades que nos proporcionan los medios, no las cantidades. Por tanto, habría que educar siempre al periodismo en las calidades que nos suministra y no en el copioso vertido de la cantidad. Y habría que mantener en la educación del hombre —del receptor— esa llama, también de calidad, denominada interés, sensibilidad y asombro.

Siempre el hombre, dando vueltas al hombre, el hombre que no acaba nunca de encontrarse a sí mismo. Dos periodistas vuelven al humanismo. El hombre olvida que debe leer el periódico con el corazón para estar informado».

(Imágenes: 1.-Josep Pla a los veinte años.-asacademic.-Fundación Josep Pla.-colección Josep Vergés/ 2.-Álvaro Cunqueiro.-laregion.es)

VIAJE DE LOS TRES REYES

«Entre las urgencias de estos días, no es la menor preguntar de cada y cuándo por dónde andarán los tres señores reyes del Oriente, si van subiendo o bajando, pasan un puente o coronan una colina, moran en almenado castillo o levantan tiendas en el campo, o hacen noche en un oasis del desierto. Lentos paisajes del Sur, como en el hermosísimo verso de Cernuda «dormidos en el aire», parecen tener la necesaria sabrosa nostalgia para tal viaje.

(…)

Pero, ¿por dónde andarán, amigos? ¿Dónde están, al alba y a la noche? Quién pudiera, como Jacopone en el camino de Milán, verlos pasar por el silencio de la noche, por el filo del silencio como por por el borde de una copa llena de sombra: unas alegres luces bajando hasta un puente de madera, y oir el ligero trote en la tablada, como un tambor de fiesta, y verlas perder luego, las luces, por el camino que cruza un  castañar, y preguntar a un paje que va retrasado – un pajecillo de oscuro rostro, que lleva una dalmática roja y si te habla se quita una gorra blanca, una monterilla con plumas, y va perfumado con agua de canela -, quiénes son aquellos altos, nobles y poderosos señores, y oírle ceceando decir que son don Melchor, don Gaspar y don Baltasar, que van camimo de Belén por mor de una estrella que corre a trasmano por la banda del cielo. Y tú pasmas, porque aprendes que el camino que pensabas iba a Betanzos o a Tuy, resulta que va a Belén, y miras la estrella, caminera y dorada, y le agradeces al pajecillo, que ya se va, corriendo, a tomar la brida del palafrén de su señor. Yo sé de cierto que en algún camino, en algún apartado lugar, cualquiera, a esta hora en que Dios anochece sobre el mundo, podrá ser vista la incomparable comitiva».

Álvaro Cunqueiro: «El viaje de los tres Reyes».- de la serie «Retratos imaginarios«.- «Viajes imaginarios y reales« (Tusquets)

(Imagen: Charles Martin.-The New Yorker.-1968)

DE AZORÍN A UMBRAL : EL PERIODISMO LITERARIO ESPAÑOL

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«El periodismo literario no tiene nada que ver –decía Francisco Umbral – con los suplementos literarios y otros dominicales, cuya oferta se hace hoy por arrobas, sino que está incardinado en la maquinaria más íntima del periódico, en su cilindrada ideológica e intelectual. Una buena columna vende más que el rancio destape o la muerte de un torero. Porque los columnistas, como los viejos rockeros, de los que algo tienen, son unos viejos muchachos que nunca mueren«.

Acaba de publicarse el muy interesante volumen coordinado y editado por Javier Gutiérrez Palacio » De Azorín a Umbral.-Un siglo de periodismo literario español» (Centro Universitario Villanueva/Netbiblo) que recoge la amplia polémica suscitada desde hace tiempo en torno a qué puede llamarse o no puede llamarse periodismo literario. Acompañado de una extraordinaria antología de textos (abarcando desde «Clarín» a Manuel Vicent), se estudian en primer lugar los retazos del XlX (Valera, Galdós, Pardo Bazán, etc) ; el arco que va de la crisis a la llamada «edad de plata» (Cavia, Pérez de Ayala, Maeztu, Valle-Inclán, Baroja, Azorín,  Bello, Araquistáin y tantos otros); el periodismo literario como tribuna ideológica (Américo Castro, Azaña, Ortega, Chacel, D´Ors, Bergamín, etc); la denominada «edad de plata» (con Carrere, Foxá, Corpus Barga, Montes, Camba, Sánchez Mazas, etc); la etapa de la retórica propagandística (Alberti, Serrano Poncela, Victor de la Serna, etc); los exilios ( con Max Aub, Domenchina, Cernuda, etc); la inmediata postguerra con Salaverría, Gómez de la Serna, Pla, Rosales, Cunqueiro y Ruano, entre otros); los años cincuenta y el periodismo literario en el olvido (Benavente, Gironella, Pemán, Laforet, etc); los balbuceos de la libertad de prensa (con Anson, Areilza, Campmany, Díaz -Plaja, Carlos Luis Álvarez y otros);  la década del cambio con Julián Marías, Benet, Giménez Caballero,etc), para llegar a los ochenta de Cela, Luca de Tena, Delibes, Zambrano, Martín Gaite y varios más, y culminar en la sociedad de la información, con «el periodismo, nueva literatura«: Benítez Reyes, Alcántara, Fernán Gómez, Jiménez Lozano, Millás, Javier Marías, Muñoz Molina, De Prada, Ferlosio, Vicent y Umbral entre otros muchos.  

periódicos.-1177.-por Raymond Waters.-2008.-Craig Scott Gallery.-photografie.-artnet

Gutiérrez Palacio analiza en su Estudio preliminar cómo Periodismo y Literatura se unen en la Retórica, cuál es la aproximación al tema desde la Periodística, qué novedades ha aportado el periodismo literario en Norteamérica y en Hispanoamérica, el debate sobre si el articulismo literario es o no periodismo literario, para alcanzar al final la pregunta: «¿Qué es, entonces, el periodismo literario?».

Aparecen en este Estudio muy distintas aportaciones. También la mía, con mi libro «El artículo literario y periodístico«, con palabras y consideraciones que yo agradezco mucho al editor-coordinador. Creo que este muy amplio volumen, por su riqueza de autores antologados y por el preciso y atento trabajo de investigación y de clarificación, va a merecer un puesto muy destacado en la Bibliografía sobre la materia.

(Image: 2.-Cash f0r 400 Negroes.-2008.-por Raymond Waters.-Craig Scott Gallery.-artnet)

CUNQUEIRO, FANTASÍA Y REALIDAD

Participo ayer en Madrid en la presentación del libro de Montse Mera El periodismo de Álvaro Cunqueiro. «El envés» como columna original en la prensa española (Diputación Provincial de Lugo). Conocí a Cunqueiro en una noche de niebla en la vieja estación del Norte de Madrid – hoy desaparecida para esos menesteres- como desapareció la niebla nada más cruzarla aquella figura de espaldas con sombrero negro que no se sabe bien si iba o venía de la fantasía a la realidad, si subía o bajaba de aquel tren que venía o que iba hacia el tiempo. El tiempo también desapareció – debió ser hacia 1980 – y las cifras de aquel año se las llevó consigo el tren, empezaron a rodar y a girar en la niebla, a hacerse humo y ruido, el ruido también se desvaneció y todo quedó como suelen quedar a veces los andenes de la literatura y del periodismo: llenos de vacío.
Perdido en las brumas de una prosa lírica, para las nuevas generaciones de posibles lectores la pluma de este gallego culto e irónico, cargado a veces de ornamentos barrocos, humano, humanístico y muy terrenal podría mirarnos desde la última vuelta del camino del olvido mostrándonos sólo el bagaje de la ficción, como si Cunqueiro únicamente supiera trazar invenciones y mentirnos encantadoramente con la verdad de sus novelas. Pero Cunqueiro fue mucho más. Paralelamente a sus historias soñadas se propuso abrir los sueños de la historia cotidiana con las hojas puntuales y serviciales de un periódico. Álvaro Cunqueiro fue singular periodista. Levantaba la hoja de la realidad total y miraba lo que había debajo y al otro lado de la planta y de la palma de la noticia. Enseñaba – con la curiosidad, que es condición de todo informador auténtico – lo que nadie había visto y nadie veía y que sin el ojo de Cunqueiro acaso nadie vería nunca. Ese era el envés: una creación y un hallazgo que él inventó y que supo desarrollar como nadie en su oficio.
Se cree a veces que ser periodista es ser únicamente curioso e ingenioso, yendo y viniendo por los patinajes superficiales de las autopistas de la información, haciendo de correveidile electrónico de los dimes y diretes del mundo, hambre para hoy y hambre también para mañana porque los cementerios de las hemerotecas están sembrados de fugacidades, las historias del ayer amarillo.
El buen periodista, sin embargo, ha de empedrarse de lecturas porque sólo el conocimiento profundo afina la mirada del testigo y le hace sabio, ponderado, capar de orientar los vaivenes del público.
Eso hizo Cunqueiro.
Como si el humo y el ruido lo envolvieran, el gallego Cunqueiro se vuelve en aquel andén de niebla de 1980 para mostrarnos su faz periodística, su pluma original. Luego su espalda y su sombrero negro de nuevo tornan al tren. No se sabe si va o si viene, no se sabe si se irá o se volverá.