DURAND – RUEL Y LOS IMPRESIONISTAS

 

Durand Ruel- mnnu--- Renoir- mil novecientos diez

 

«Era una morada sorprendente para un marchante de cuadros decimonónico – anota uno de los hermanos Goncourt al visitar a Durand -Ruel en 1892 -: un inmenso piso situado en la calle Rome, plagado de cuadros de Renoir, Monet, Degas y tantos más. En la alcoba tenía un crucifijo sobre la cabecera de la cama y en el comedor había una mesa preparada para dieciocho invitados, cada uno de los cuales tenía delante seis vasos de vino que recordaban a la Flauta de Pan«. Era el tiempo en que Durand-Ruel había inaugurado ya la primera galería en Estados Unidos, mantenía dos galerías en París, y la época también en que estuvo viajando entre ambas orillas del Atlántico a fin de consolidar su presencia en Nueva York.

 

Pisarro.-effv.-puesta de sol - Bazincourt.-wikipaintings. com

 

Ahora distintas salas de cine españolas han ofrecido el gran documental «Inventando el Impresionsmo. Durand-Ruel y el mercado del arte moderno» de la National Gallery. Contemplamos en esas imágenes el recorrido vital del célebre marchante que animó, compró, ayudó y convivió con tantos impresionistas. En una carta de Pisarro a Durand-Ruel en 1886 el pintor le confiaba: » quiero buscar la síntesis moderna mediante recursos basados en la ciencia, los cuales se basarán en la teoría de los colores (…) es decir, la descomposición de los tonos en sus elementos constitutivos, porque esa mezcla óptica suscita luminosidades mucho más intensas que la mezcla de los pigmentos».

 

Londres-nnhhu-Claude Monet- mil ochocientos setenta y uno

 

Las profundas amistades y las agrias desavenencias se entrecruzaron muchas veces entre artistas y marchante. Monet, hacia 1886, disputaba con Durand- Ruel y le devolvía un adelanto de dinero, diciendo que a partir de entonces sólo quería tratar con él al contado. Le comunicó asimismo que ya sólo le vendería la mitad de sus últimas telas, explicándole que prefería guardar las restantes, ya que Durand-Ruel enviaba todas sus obras a América.

 

Monet- La gare Saint- Lazare- vikipedia org

 

En 1877 Monet pintó la estación de Saint-Lazare. Se presentó en las oficinas de los Ferrocarriles del Oeste y le dijo al responsable: «He decidido pintar su estación. Durante cierto tiempo, he estado dudando entre ésta y la Gare du Nord, pero creo que la suya tiene más carácter». La historiadora Sue Roe recuerda que se detuvieron todos los trenes y se despejaron los andenes. Las máquinas de los trenes se atiborraron de carbón para que soltaran la mayor cantidad de humo posible. Monet se marchó finalmente, llevándose aproximadamente media docena de cuadros recién hechos. Todo el personal, con el jefe de estación a la cabeza, lo despidió cortésmente. Durand -Ruel compró todos los cuadros de la estación Saint-Lazare.

 

mar-bbggt-Edgar Degas- mil ochocientos cincuenta ynueve

 

Experto en subastas, organizador de históricas exposiciones, eficaz negociante, cuando Durand- Ruel muere en 1922 a la edad de noventa años su vida queda ya unida permanentemente al arte. Como recuerda el crítico John Rewald «vivió lo bastante para ver cómo sus pintores entraban en la gloria, una gloria tal que los propios artistas nunca habían imaginado, como tampoco el marchante que más de medio siglo antes, con un instinto infalible, había defendido su causa aparentemente sin esperanza».

 

estaciones-jffg-invierno-niebla-Alfred Sisley- Museo d`Orsay- mil ochocientos setenta y cuatro

 

(Imágenes.- 1.-Durand-Ruel- Renoir. 1910/ 2.-Pisarro- wikipainting/ 3.-Monet- 1871/4.- Monet- estación Saint-Lazare- 1877- vikipedia/ 5 -Degas- 1859/ 6 .-Sisley- 1874)

EL ARTE DE CAMINAR

caminos-nnnhu-Michael Rovner- mil novecientos cincuenta y siete

 

«Una excursión a pie, para disfrutarla debidamente – recomienda Robert Louis Stevenson -, debe hacerse a solas. Si se va en grupo, o incluso en pareja, ya sólo de nombre es una excursión (…) Una excursión a pie debe hacerse a solas, porque la libertad es esencial; porque se debe ser capaz de parar y reanudar el viaje y seguir en ésta o en aquella dirección conforme nos lo dicte nuestro capricho y porque se debe llevar nuestro propio paso, ni trotar al paso de un maratonista, ni acoplarse al paso de una muchacha. Además, se debe estar abierto a todas las impresiones y permitir que nuestros pensamientos adopten el color de lo que vemos (…) No debe haber ruido de voces al lado, para estropear el silencio meditabundo de la mañana (…) Durante el primer día (o poco más) de cualquier

 

441684-1

 

excursión hay momentos de amargura, cuando el viajero se irrita contra su mochila, cuando siente la tentación de arrojarla sobre una cerca (…) Sin embargo, la mochila pronto adquiere una cierta soltura; se vuelve magnética, penetra en ella el espíritu del viaje. No bien acabamos de pasar los tirantes sobre el hombro cuando los restos del sopor desaparecen de nosotros; con un estremecimiento nos adueñamos de nosotros mismos y ahí mismo tomamos nuestro paso.»

Al caminar de los escritores me he referido varias veces aquí, en concreto a los célebres paseos de Robert Walser. Pero ahora son Stevenson y William Hazlitt los que nos explican «el arte de caminar» (Universidad Nacional Autónoma de México). Hazlitt confiesa que «una de las cosas más placenteras del mundo es irse de paseo, pero a mí me gusta ir solo. Sé disfrutar de la compañía en una habitación, pero al aire libre me basta la naturaleza. Nunca estoy menos solo que cuando estoy a solas.»

 

paseos-uuhn-caminos-Vincent van Gogh- mil ochocientos ochenta y cuatro

 

Stevenson glosa de vez en cuando el ensayo de Hazlitt «Dar un paseo», «el cual – dice – es tan bueno que debería fijarse un impuesto a todos los que no lo han leído», aunque no aprueba sus saltos y carreras. «Ambos agitan la respiración – dice Stevenson -; ambos agitan el cerebro, sacándolo de la gloriosa confusión que le da la intemperie, y ambos alteran el paso. Un paso desigual no es muy agradable al cuerpo y distrae e irrita la mente; mientras que cuando se ha entrado en un paso uniforme no se requiere ningún pensamiento consciente para mantenerlo y, sin embargo nos impide pensar seriamente en otra cosa. Como el tejido de punto, como la obra de un copista gradualmente neutraliza y adormece toda actividad seria de la mente (…)

 

paseos-nnhun-caminos- Alfred Sisley- Museo Metropolitano de Nueva York

 

¿Y qué ocurre con el sitio del reposo al final del camino? «Llegan ustedes – dice Stevenson – a una etapa en lo alto de una colina o a algún lugar en que las profundas veredas se unen bajo los árboles: allá va la mochila y se sientan a fumar una pipa bajo la sombra (…) Si no son felices es que tienen algo sobre la conciencia; pueden ustedes quedarse todo el tiempo que gusten al lado del camino. Es casi como si hubiese llegado el milenio, cuando arrojemos nuestros relojes de pared y de bolsillo sobre las tejas y no volvamos a acordarnos del tiempo y de las estaciones. No llevar las cuentas de las horas durante una vida es, iba yo a decir, vivir para siempre. No tienen ustedes ninguna idea, a menos que lo hayan intentado, de lo interminablemente largo que es un día de verano que se mide sólo por el hambre y llega a su fin sólo cuando se siente sueño. Yo conozco una aldea en que casi no hay relojes, en que nadie sabe nada acerca de los días de la semana más que por una especie de instinto de la fiesta de los domingos, y donde sólo una persona les puede decir el día del mes y, generalmente, está equivocada.»

 

caminos-boc-árboles- Laurits Andersen Ring- mil ochocientos noventa y ocho

 

«Pero es de la noche, después de la cena -sigue diciendo Stevenson tras un día de camino -, cuando llegan las horas mejores; no hay pipas como las que siguen a un buen día de marcha: el sabor del tabaco es algo para recordar, tan seco y aromático, tan rico y tan fino. Si terminan la velada con un grog, confesarán que nunca habían probado semejante grog, a cada sorbo una jocunda tranquilidad corre por los miembros y se aposenta fácilmente en el corazón. Si leen ustedes un libro – y sólo lo harán a ratos perdidos – encontrarán el lenguaje extrañamente castizo y armonioso; las palabras cobran un significado nuevo, frases sueltas se adueñan del oído durante media hora y el autor se gana el cariño del lector, a cada página, por las más sutiles coincidencias de sentimiento. Diríase que se trataba de un libro que ustedes mismos hubieran escrito en sueños.»

 

niebla-hnnhhu-caminos- ¡paisajajes- Felix Vallotton- mil novecientos diecisiete

 

(Imágenes.-1.-Michael Rovner- 1957-netmuseum org/ 2.-Ivan Shishkin– 1882/ 3.- Vincent van Gogh- 1884/ 4.- Alfred Sisley– museo metroplitano de Nueva York/ 5.-Laurits Andersen Ring– 1898/ 6.- Felix Vallotton- 1917)

 

NEVADA

estaciones.-677hh.-invierno.-nieve.-Alfred Sisley.-Nieve en Louveciennes.-1878

«¡Menuda noche! Aúlla el viento, susurra y casi calla

para aullar aún más fuerte, mientras la nieve incesante

golpea su sordo blanco contra el cristal,

y qué dulce se nos hace nuestro bienestar;

y en la mañana, cuando amaina la tormenta,

ante las puertas de las cabañas quedan

montes de nieve que allí posada obstruyen

el paso que a golpes de pala y rastrillo

se gana hasta el sendero, formando un muro a cada lado.

nieve-hybh. paisajes-Aldro Thompson Hibbard- Vermont- Museo de Bellas Artes de Boston

El pastor, que anchos y blancos valles recorre,

de nuevas sensaciones su memoria llena,

pues los setos que vio a la noche ya no están,

y son blanca extensión de ondulantes colinas,

y los árboles, ahora arbustos, medio cuerpo ocultan.»

John Clare.-«Nevada»

paisajes.- 55rrbb.- nieve.- Alexei Savrasov

(Imágenes:-1.-Alfred Sisley– nieve en Louveciennes-1878/ 2.-Aldro Thompson Hibbard– Vermont- Museo de Bellas Artes de Boston/ 3.-Alekséi Savrásov-1894-g1b2i3 wordpress)

UN PASEO CON MONET POR GIVERNY

La paleta de Monet se componía de blanco de cerusita, amarillo de cadmio (claro, oscuro y limón), amarillo limón de ultramar, bermellón, violeta de cobalto (claro), ultramar superfluo y verde esmeralda. Así quedó reseñado en el «Bulletin de la vie artistique» del 15 de julio de 1923. Pero la paleta  de Monet, cuando ahora se camina por los jardines de Giverny, parece quedar diluida dando paso a cuantos colores de la belleza el pintor señala. «Cuando salgas a pintar – aconsejaba-, trata de olvidar los objetos que tienes ante ti, un árbol, una casa, un campo, o lo que sea. Piensa solamente: he aquí un cuadradito azul, un óvalo rosa, una franja amarilla, y píntalos tal como los ves, con el color y la forma exactas, hasta que obtengas tu propia e ingenua impresión de la escena que tienes delante».

Así, desde la mesa de comedor de hoy en Giverny, parece que los viejos tiempos nos hablaran. Recuerda Sue Roe, varias veces citada en Mi Siglo al comentar la vida privada de los impresionistas, que «a la casa se llegaba por un sendero bordeado de pinos y abrigado por enrejados cubiertos de rosas. El jardín, un espacio vasto y escondido, estaba parcialmente adornado de boj. Había dos parterres yertos que discurrían en paralelo a un amplio camino bordeado de cipreses (…) Monet y Alice quitaron inmediatamente el boj, que no les gustaba a ninguno de los dos, e iniciaron una discusión, que duraría dos décadas, sobre los cipreses».

«Pronto Monet sigue evocando Roe -empezó a ser admirado en Giverny. Los lugareños lo observaban mientras iba por el pueblo impartiendo órdenes con su voz clara y metálica (…) Monet mandó contruir una nave junto al río para que albergase sus barcas y almacenara sus caballetes y lienzos».

«Entretanto, metió la pinturas en el granero y amarró las barcas en una islita cercana, donde el Epte se une al Sena. Ayudado de sus dos hijos pequeños, ataba las barcas a los espesos troncos de los sauces ribereños y todos juntos volvían a la casa al atardecer, con sonido de los barcos de vapor que remolcaban las gabarras por el Sena«.

«Me gusta ver a este hombre – dice Octave Mirbeau en «Claude Monet y Giverny» (Centellas) – en el intervalo de sus trabajos, en mangas de camisa, con las manos negras de mantillo, el rostro tostado por el sol, feliz de sembrar semillas, en su jardín siempre resplandeciente de flores, sobre el fondo risueño y discreto de su pequeña casa revestida de mortero rosa».

Y luego, sentado ya en el jardín con su sombrero blanco, dejaba venir poco a poco sus recuerdos ante Thiébault- Sisson en una de las escasas entrevistas que concedió en su vida: «No volví a ver a Manet  – evocaba- hasta 1869, pero fue para entrar en su intimidad enseguida. Ya en el primer encuentro me invitó a ir a verle todos los días a un café de Batignolles donde sus amigos y él se reunían para conversar al salir del taller. Allí encontré a Fantin-Latour y Cézanne, Degas, que llegó poco después de Italia, el crítico de arte Duranty, Émile Zola, que debutaba entonces en las letras, y otros más. Yo mismo llevé a Sisley, Bazille y Renoir.  No había nada más interesante que esas tertulias, con su choque de opiniones perpetuo. Se estaba allí con la inteligencia en vilo, nos animábamos mutuamente a la búsqueda desinteresada y sincera, y uno acumulaba provisiones de entusiasmo que, durante semanas y semanas, le sostenían hasta que conseguía dar forma definitiva a la idea».

Lejos, esperaba la casa de Giverny a que los recuerdos volvieran.

(Imágenes:-1.- Claude Monet.-Nympheas,.1915/ 2.- comedor en casa de Monet en Giverny.-Fondation Claude Monet/ 3.- jardines de Giverny.-Fondation Claude Monet/ 4.- taller de Monet en Giverny.-Fonfation Claude Monet/ 5.- jardines de Giverny.-Fondation Claude Monet/ 6.- Claude Monet en su jardín de Giverny.-1915.-por Sacha Guitry.-chagalov/ 7.- casa de Monet en Giverny.-Fondation Claude Monet)