ESTAMPAS DE TOLSTÓI ( y 4) : MUERTE DE IVÁN ILICH

«Habíamos vivido en el reino de la representación, del como siempre nos recuerda Pietro Citati en «El mal absoluto» (Galaxia Gutenberg) comentando «La muerte de Iván Ilich» -;  ahora la muerte nos hace percibir algo terrible y nuevo, aunque esta novedad se convertirá, a su vez, en una obsesionante repeticion. (…) El relato – prosigue el gran crítico italiano – es la historia simbólica de cada ser humano pero es, en primer lugar, la historia de Tolstói, que, en esos años se sintió invadido y penetrado por la muerte, la dejó crecer dentro de él, vivió con ella una pura y obsesionante soledad – los ojos en los ojos, los pensamientos en los pensamientos – como no había vivido con ninguna persona».

Esta novela corta está escrita en marzo de 1886, cuando Tolstói rondaba ya los sesenta años y dos meses antes, el 18 de enero, había muerto Alioscha, uno de los hijos del escritor. «Querida Tania – escribía Sonia a su hermana – ¿tu corazón siente mi pena? Hoy enterré a Alioscha«. Por su parte León Tolstói reaccionó ante esta desgracia de modo distinto: «Todo lo que puedo decir – le escribió a Tchertkoves que la muerte de un niño, que en otros tiempos me parecía insensible y cruel, me parece hoy razonable y buena. Por esta muerte nos encontramos de nuevo unidos en un afecto más estrecho y más vivo que antes«.

Alexandra Tolstói recoge en «Una vida de mi padre» que «La muerte de Iván Ilich» o «La muerte de un juez«, como al principio iba a llamarse, la empezó a escribir Tolstói en 1892 y se inspiró para ella en la muerte de un juez del distrito de Tula, redactándola con intervalos, dejándola y reanudándola, hasta acabarla en marzo de 1886. «Había muchas familas burocráticas como la del juez Iván Ilich – dice Alexandra -. Vivían como las demás personas de su clase, ejercían carreras regulares, cobraban el sueldo hacia el día 20 de cada mes, pasaban las veladas en el teatro o en casa de amigos, y al fin enfermaban y morían«.

Esta novela corta, analizada y comentada por tantos críticos, fue también uno de los temas expuestos por Nabokov en sus clases de Cornell y las notas fragmentarias de su disertación quedaron incorporadas luego a su «Curso de literatura rusa«. «Ningún escritor de talla es sencillo – les recordaba a los estudiantes -. El Saturday Evening Post es sencillo. La jerga periodística es sencilla. Mamá es sencilla. Las versiones abreviadas son sencillas. Pero los Tolstói y los Melville no son sencillos».

La aparente o no sencillez de la muerte instalándose en la existencia del hombre se cuenta en este relato de Tolstói de modo preciso. Entra lo terrible y nuevo, lo inesperado, y se establece dentro del organismo humano como siempre, tal y como si hubiera anidado allí toda la vida. Y en verdad allí anidaba y allí vivía. Es «la arañita en el espejo» de la que hablaba Azorín.

Muerte y vida en Tolstói. Muerte ante Iván Ilich , vida ante «Guerra y paz» sobre la que nos dejó  bellísimas imágenes en su gran film Sergéi Bondarchuk desde 1965 a 1968 . «No tenemos nada que inventar- dijo entonces el director ruso -. El autor del film es Tolstói«.

Muerte y vida en Tolstói evocadas en estas pequeñas estampas de Mi Siglo a los cien años de su muerte: 1910-2010

(Imágenes: 1.-Tolstói en su vejez/ 2.-Tolstói en familia.-1907.-foto Carlos Bulla.-rian.ru)

ESTAMPAS DE TOLSTOI (2) : EL BOLSO DE ANA KARENINA

¿Qué contiene el bolso de Ana Karenina?, se pregunta con Nabokov la profesora Anna Caballé. A su vez el argentino Ricardo Piglia se interroga e intriga sobre la pequeña linterna que lleva en el tren la heroina de Tolstoi. Son  los reveladores detalles de los que ya hablamos en Mi Siglo tanto en la literatura, la pintura o el periodismo. El detalle preciso cuya importancia siempre la consideró decisiva Flannery O`Connor. «Abrió con sus manos pequeñas y ágiles el saquito rojo – se lee en el capítulo 29 de la primera parte de la novela rusa -, sacó un almohadón que se puso en las rodillas y, envolviéndose las piernas con la manta, se arrellanó cómodamente. Le pidió a Aniuska la linternita que sujetó en el brazo de la butaca y sacó de su bolso un cortapapeles y una novela inglesa».

Ana Karenina se dispone a leer. Y Ricardo Piglia en «El último lector» (Anagrama) se acerca hasta esa linterna que ilumina la realidad y la ensoñación de la lectura, la entrada en lo irreal y en la ilusión de un libro cuyas páginas alumbra esta mujer con su propia luz. Los detalles han hecho siempre viva la literatura y gracias a ellos casi se la puede tocar. Alexandra Tolstoi en Una vida de mi padre (Sudamericana) habla de que el gran novelista ruso necesitaba saber – para su Guerra y Paz – que Napoleón tenía manos cortas y gruesas, que durante la batalla de Borodino estuvo resfriado y que era mal jinete. Tenía también que saber que el general Kutuzov era hombre muy impresionable y que de vez en cuando le gustaba soltar palabrotas rusas, así como que le costaba mucho subir al caballo. De todo ello quiso documentarse Tolstoi al detalle, como igualmente se  fijó en la importancia de los apellidos de sus personajes: «Rostov» empezó llamándose «Prostov» en sus primeras versiones pero Tolstoi le quitó una letra ya que ese apellido le iba muy bien a la familia que había imaginado.

Entonces, ¿qué llevaba dentro de su bolso la heroina de Tolstoi? Anna Caballé en «El bolso de Ana Karenina» (Península) alude a lo que Nabokov comentaba en su Curso de Literatura Rusa (Bruguera) : «al fino pañuelo de batista que había servido para enjugar sus lágrimas antes de salir de casa de su hermano, hay que añdir – dice Caballéuna pequeña almohada para apoyar la cabeza, la redecilla que protegerá su peinado durante la noche, una novela inglesa con las páginas todavía por abrir y un abrecartas. ¿Es un inventario completo? La respuesta es imposible (ah, el misterio del bolso de las mujeres…), pero no parece que lo sea: cabe suponer también un pequeño recado de escribir (dada la frecuencia de las notas que se envían los personajes a lo largo de la novela), una linterna para poder leer sin molestar al resto de los viajeros, un  espejo de bolsillo y los indispensables artículos para la toilette de una dama«.

Estos son los detalles que se desperdigan, siempre precisos y muy desmenuzados, en toda la obra de Tolstoi. Detallles que él perfilaba, luego recomponía, después tachaba a lo largo de sus páginas de creación. Ilia Tolstoi, en «Tolstoi en la intimidad«(Futuro) cuenta cómo trabaja su padre cuando revisaba « Ana Karenina«: «en los márgenes aparecían primero los signos de corrección, la puntuación, las letras omitidas; después mi padre cambiaba palabras, luego frases enteras. Tachaba una línea, agregaba otra; las hojas de pruebas terminaban por estar abigarradas y, en ciertos lugares, quedaban tan negras, que no era posible volver a entregarlas en ese estado, puesto que nadie, salvo mamá podía descifrarlas. Mamá pasaba noches enteras recopiando esas correcciones. Por la mañana, las hojas cubiertas por su escritura fina y legible, estaban cuidadosamente plegadas sobre su escritorio esperando el momento en que «Liovochka» se levantara para enviar las pruebas al correo».

Ahí estaban, retocados y corregidos durante el día, vueltos a corregir y a retocar por la noche, esos detalles tan necesarios para describir la existencia: objetos ocultos en el fondo del bolso de Ana Karenina,  manos gruesas de Napoleón o palabrotas que soltaba el general Kutuzov al subir torpemente al caballo.

(pequeña evocación a los cien años de la muerte de Tolstoi: 1910-1010)

(Imágenes:-1.-Greta Garbo en el papel de Ana Karenina, película digida por Clarence Brown en 1953.-elpais.com/2.-Tolstoi arando.-por Repin.-wikipedia/3.-Troubetzkoy esculpe a Tolstoi el 23 de agosto de 1899.-Museo estatal de Tolstoi)