«LOS MISERABLES»

Hugo.-rtcvv.-barricada en la película Los Miserables

«Los insurrectos disparaban a lo largo de todo el boulevard Beaumarchais escribe Victor Hugo en «Cosas vistas«, obra publicada postumamente -, y lo hacían desde lo alto de las casas nuevas…Habían colocado en las ventanas muñecos, botes de paja revestidos con blusas y tocados con sombreros. Yo podía distinguir perfectamente a un hombre que se había refugiado tras una pequeña barricada en el ángulo de un balcón. Este hombre vigilaba todo el tiempo y mataba a todo el mundo. Eran las tres. Los soldados coronaban el boulevard du Temple y respondían al fuego… Creí mi deber hacer un esfuerzo para que cesase, si era posible, la efusión de sangre y me adelanté hasta el ángulo de la rue d´Angoulême. Cuando estaba a punto de alcanzar una pequeña torrecilla que estaba allí cerca, me asaltaron unos disparos de fusil. La torrecilla quedó acribillada por las balas detrás de mí. Estaba cubierta por carteles de teatro desgarrados por los soldados. Arranqué un trozo de papel como recuerdo. El cartel al que pertenecía anunciaba para ese mismo domingo una fiesta en el Chateau des Fleurs con diez mil farolillos!».

escritores.-6gghg.-Víctor Hugo

Son los ojos de Victor Hugo paseando por los recuerdos, evocando «Los Miserables». Entre las escenas violentas del París de entonces se le queda grabada esa barricada de faubourg du Temple, defendida por ochenta hombres, atacada por diez mil durante treinta y tres días… «Ni uno solo de esos ochenta hombres – dice Hugo– logra huir, todos acabaron muertos..»(…) Y más adelante confiesa:» Es uno de los raros momentos en los que, haciéndose lo que se tiene que hacer, se advierte alguna cosa que desconcierta y que desaconsejaría llegar más lejos; se persiste, es cierto; pero la conciencia satisfecha se torna triste, y el cumplimiento del deber se complica con un estrechamiento de corazón».

Cuando a Alejandro Dumas le preguntaron cuál era la causa del extraordinario éxito de «La historia de los  girondinos» de Lamartine, señaló: «es porque se ha elevado la Historia al nivel de la novela«. Novela e Historia se entremezclan también en «Los Miserables». La Historia arroja en su balance de la Comuna 38.000 detenciones: 270 inculpados fueron condenados a muerte, aunque solamente 26 fueron ejecutados, 410 fueron condenados a trabajos forzados, 7.500 acabaron deportados, 117 quedaron vigilados por la policía, 56 niños se enviaron a casas de corrección.

Hugo.-4rvb.-Cosette en Los Miserables.-wikipedia

Cuando el 22 de febrero de 1871 escribe Victor Hugo: «Saco de paseo a los pequeños Georges y Jeanne en todos mis momentos de libertad. Se me podría calificar así: Victor Hugo, representante del pueblo y niñera«, el anciano que no ha deseado doblegarse ante ningún tirano se «deja doblegar por un chiquillo». En 1877, ocho años antes de su muerte, publicará «El arte de ser abuelo» y cuando observe dormida a Jeanne cogiéndola del dedo, en la contemplación de «una profunda paz tachonada de estrellas«, quizá ya se alejen de su recuerdo las barricadas.

(Imágenes.-1-fotografía de la película «Los Miserables»/2.-Victor Hugo/ 3. Cossette.-wikipedia)

GASTRÓNOMOS, ESCRITORES Y LECTORES

«Mi gusto por la cocina, como aquel por la poesía, me vienen del cielo – confesaba Alejandro Dumas -.El primero ha estado destinado a arruinarme; el gusto por la poesía, en cambio, a enriquecerme, puesto que yo no renuncio a llegar a ser rico algún día«. En el momento en que se publican las recetas culinarias de Dumas vienen a la memoria tantos textos mezclados con sabores y olores, palabras aderezadas en bandejas de estilo, servidas por grandes escritores y gastrónomos, como cuando Cunqueiro, por ejemplo, dedica su epístola a los cocineros y cocineras en su «Viaje por los montes y chimeneas de Galicia» (Austral)  hermanado con José María Castroviejo. «No innovéis en cocina – les pide Cunqueiro a los cocineros -, porque corréis el riesgo de mezclar. Ateneos, hermanos, a la patrística, y así como no mezcláis los vinos, respetad la pureza del hallazgo antiguo, y si en vuestro fogón, un dichoso día, se produjese el milago, antes de publicar la receta, provocad procesos de canonización, y que el más fino de entre vosotros sea el abogado del Diablo».

Del arte de comer y del arte de la palabra hablé ya en MI SIGLO. Como también dediqué otro artículo a cocina y literatura. Brillat- Savarin escribía que estaba tentado de creer «que el olfato y el gusto no forman más que un sentido del que la boca es el laboratorio y la nariz la chimenea, o para hablar más exactamente, del que uno sirve a la degustación de los cuerpos táctiles y el otro a la degustación de los gases«.

Olfato y gusto los paseaba igualmente Alejandro Dumas cada vez que visitaba Marsella. Caminaba por los muelles, compraba pescados y mariscos, volvía a su hotel y, en mangas de camisa, confeccionaba una sabrosa bullabesa. En 1857 daba especiales clases de cocina en su casa y uno de los asistentes cuenta cómo el escritor, con las mangas de su camisa remangadas hasta los codos y ante un tablero blanco, preparaba la cena. «Cuando entramos en su inmensa cocina, estaba elaborando un pescado y vigilando el asado. Su sirviente, con adoración muda, seguía cada paso del gran novelista (…) El asado apareció dorado, soberbio. La cena fue exquisita«.

Entre tantas otras ciudades del mundo, la capital de Francia ha recibido siempre, como si tuviera imán para los manjares, los productos que abastecían sus comedores. En el siglo XVlll Eugêne- Victor Briffaut, en su libro «París en la mesa,» contaba que «cuando París efectivamente se sentaba a la mesa, la tierra entera se estremecía; de todas las partes del universo conocido llegaban los productos de todos los reinos, aquellos que el globo ve crecer en su superficie, aquelllos que guarda en su seno, aquellos que el mar esconde y alimenta, aquellos que pueblan el aire: todos se aceleran, se presentan presurosos para obtener el favor de una mirada, una caricia o una dentellada».

En España, la literatura y la gastronomía se han ido cruzando, siglo a siglo, por los caminos del mutuo interés. Evocaba Néstor Luján en un artículo de hace años los libros de Emilia Pardo Bazán, «La cocina española» y «La cocina moderna», el «Practicón» de Ángel Muro, la «Guía del buen comer español» de Dionisio Pérez y, naturalmente, la excelente «La casa de Lúculo o el arte de comer» de Julio Camba, y las obras de Pla.

Muchos otros autores antiguos y modernos han ido escribiendo sobre el tema. Mientras los leeemos, vemos pasar de plato a plato la perdiz y la paloma torcaz, la codorniz y el pato, la liebre, el conejo, la nutria, el corzo, el jabalí y el ciervo mientras Cunqueiro continúa su epístola a los cocineros y cocineras elevado sobre todos los montes y entre las chimeneas de toda Galicia.

(Imágenes.- 1.-Joan Miró.-naturaleza muerta con conejo/2.-Nicolay Bogdanov-Belsky/3.-Félix Valloton.- bodegón con pimientos rojos.- artisangallery/4.-Stanko Abadzic.-tenedor y plato.-contemporaryworks)