UN CUADRO, UN LIBRO

 

Matisse- bg- naturaleza muerta con naranjas- mil novecientos trece- wahooart com

 

«El escritor publicado no está en condiciones de hacerse una idea aproximada de lo que son las relaciones de un pintor con sus telas  ya vendidas – dice Julien Gracq en «A lo largo del camino« (Acantilado) -. En efecto, de sus obras – pocas en número – se reproducen miles de ejemplares; las telas del pintor, numerosas, son, cada una de ellas, únicas. ¿Intenta volver a verlas?, ¿olvidarlas?, ¿sigue sus peregrinaciones comerciales?, ¿las abandona, al contrario, una a una, como botellas en el mar? Me parece que el cordón umbilical, si no está cortado por completo, debe (aunque sólo sea por comodidad mental y libertad de espíritu) estar infinitamente más distendido de lo que lo está en el escritor, al que dos pasos bastan para llevarlo frente al estante de la biblioteca donde están ordenados todos sus libros.

 

libros- nuy- Lars Lerin- dos mil nueve

 

¿Hay indiferencia en el pintor frente a la personalidad de los poseedores de sus telas, como suele dar la impresión? Particularmente me intriga el caso de la obra capital de un pintor hecha prisionera por uno de sus rivales íntimos, como fue el caso de la Naturaleza muerta con naranjas de Matisse, adquirida por Picasso. Saberla expuesta todo el día, sin defensa, al cara a cara crítico más drástico con el más feroz, el más malévolo, el más despiadado de los admiradores…¡ Desvelada por él a sus amigos, aderezada con qué clase de comentarios, hiperbólicos y asesinos! Relacionada pérfidamente con ciertas otras, sin que él sepa jamás cuales, ni con qué inconfesables fines. Objeto – ¿quién sabéis? – de qué prácticas de hechicería maléficas, respecto a un rival convertido por completo en vulnerable a través de este ejemplar pasivo de sí mismo. Me parece que hay aquí materia para un cuento cruel a la manera de Villiers y, a la vez, para un cuento extraño a la manera de Poe«.

 

libros- iun- ilustración de Lisbeth Zwerger- dos mil dieciseis

 

(Imágenes.-1 – Naturaleza muerta con naranjas – Henri Matisse – 1913/ 2- Lars Lerin – 2009/ 3 – Lisbeth Zwerger – 2016)

ELOGIO DE LOS CAMINOS

caminos.-78hh.-Nils Kreuger (1859-1930).-Peter Nahum.-Leicestergalleries

«Uno de los motivos que me hacen muy difícil imaginar el pasado más allá, aproximadamente, del siglo XVll – recuerda el gran escritor francés Julien Gracq -, es la casi imposibilidad de figurarme lo que eran entonces las carreteras, los caminos; no tanto su disposición técnica sumaria, sobre la que tenemos algunas informaciones, sino su relación viva con las ciudades, con los pueblos que unían, con los paisajes que atravesaban, con los setos y las cercas, los bosques, los cursos fluviales, el movimiento también de sus usuarios: ¿se trataba, como en el Great Trunk de la India, de un hormiguear de caminantes, vendedores, frailes, peregrinos, clientes de ferias bien abastecidas? ¿Predominaban los caballeros, solos o en grupos o, por el contrario, los carretones? ¿Hay que imaginarse más bien una soledad apenas alterada dos o tres veces al día por un chirrido de ejes, audible a varios kilómetros, como el de una telega rusa? ¿Eran abundantes las posadas?, ¿dónde estaban?, ¿había medios de reparación: carreteros, guarnicioneros,

caminos.-9njj.-Valle del Po.-Ernst Haas.-photograoher gallery.-artnet

herreros?, ¿existía, al igual que había entonces unas corporaciones de barqueros en todos los ríos, una pequeña población de tratantes, descuideros, lazarillos, salteadores, ladrones y ocultadores de caballos? ¿Cómo se veía la Tierra a lo largo de esos caminos cuando uno la recorría? ¿La incomodidad, la fatiga eran tales que el viaje era como una variante, más agotadora aún, del duro trabajo diario? En resumen, ¿qué podía constituir, en ese vasto cuerpo, la antigua circulación de la sangre?.»

Viajamos en el tren de la Historia, recorremos los siglos, y cuando nos asomamos a las ventanillas los caminos van y vienen en el fulgor del traqueteo, se alejan y acercan sus venas de extensiones, se cruzan con las vías, las soledades apartan a las muchedumbres y el campo y el cielo vienen y van entre tonos que la palma de la mano del día cubre con paisajes, y los paisajes a su vez bullen en conversaciones, y las conversaciones nos traen los elogios del camino, ese descubrimiento de la confidencia, ese compartir andando la vida de los otros.

paisajes.-rrvg.-invierno.-Ivan Aivazovsky

Un caminante muy valorado en sus escritos, como fue el catalán Josep Pla, recomendaba siempre un viaje a pie para conocer el país, para ver cómo la gente vivía, para empaparse de la manera de ser básica, inalienable, insoluble, del material humano.

Los caminos serpean continuamente entre las soledades y sus andares silenciosos van llenos de elogios.

(Imágenes:- 1.-Nils Kreuger.-leicestergalleries/ 2.-Ernst Haas/ 3.-Ivan Aivazovsky)

A LO LARGO DEL CAMINO

A lo largo del camino de los libros, a lo largo del camino de los árboles que nos acercan hasta las ciudades, a través de lecturas sosegadas y por el sendero de apuntes cotidianos y minúsculos, así han llegado a las librerías dos volúmenes excepcionales, uno de un francés – el excelente Julien Gracq – y otro de un italiano, el gran novelista Giorgio Bassani. Los dos llevaban años rondando con su pluma a pequeñas urbes escondidas, el primero paseando por los recovecos de Nantes, el segundo por las callejuelas de Ferrara. «Se sabe que la forma de una ciudad cambia más rápidamente que el corazón de un mortal», escribió Gracq en La forma de una ciudad (Anábasis). Por su parte, Bassani decía de Ferrara que «son menester demasiadas vidas para hacer con ellas una sola».
Las ciudades pequeñas con sus nieblas y sus escondites, con los recuerdos asomando a los portales de la infancia, con sus amores primeros, sus colegios segundos, sus terceras decepciones, recorriendo la memoria la ruta de los descubrimientos, las postales amarillas, los adioses prolongados, van quedando en nosotros con sus calles cruzadas y sus desiertas plazas, y las torres, las catedrales y los ríos corren y recorren los años que en ellas estuvimos, las cosas que olvidamos y que aprendimos, aquella sonrisa de niño en la primera foto familiar, aquel llanto desconsolado al descubrir la soledad.
Esas ciudades menores pero tan queridas, minúsculas en los mapas, capitales del corazón, los escritores las visitan en sueños, con la pluma en la mano. Así lo hizo Bassani al adentrarse en El jardín de los Finzi-Contini, aquellos parajes de la acomodada comunidad judía que ahora recoge en La novela de Ferrarra (Lumen), crónica familiar de una ciudad. Así lo hace también Julien Gracq en A lo largo del camino (Acantilado), pero Gracq aquí ofrece más que paseos por Nantes, paseos por lecturas y paisajes, árboles, páginas, apuntes, senderos, observaciones, reflexiones. Nos va llevando despacio y a su lado por cuanto ha leído en el silencio de una habitación y por cuanto vio desde su ventana. Al otro lado de su contemplación está el silencio de la ciudad de provincias, la memoria nos evoca el conocimiento y el conocimiento nos lleva hasta el interior.