1984

detectives.-5rggb.-Sterling Hundley

«No es un libro por el que yo apostaría que se vaya a vender mucho«, le escribía George Orwell a su editor en diciembre de 1948 hablando de su novela «1984«. Como recordaba George Steiner en un artículo en el The New Yorker, Orwell,  en noviembre de 1948, al terminar su manuscrito, se limitó a invertir el orden de los dos últimos dígitos para elegir el título de su obra. «Ningún otro libro -decía allí Steiner ha sido objeto jamás de tanta publicidad, de tanto lanzamiento comercial y de tanto escudriñamiento. En una comparación estadística, los centenarios de Shakespeare han sido discretos. Pero ningún otro libro ha tratado de apropiarse, se ha apropiado para sí mismo, de un año del calendario de la historia del hombre.»Y sin embargo es el lenguaje que vamos descubriendo en «1984» – «El Gran Hermano te 

ciencia ficcion.-56vg.-Keith Carter.-1997.-PDNB Photo Not Ben Gallery.-photografie.-artnet

vigila», «la policía del pensamiento«, el «Ministerio de la Verdad«, y tantos otras frases, las que han permanecido a lo largo del tiempo y hoy extienden su tela de araña de vigilancia total y de espionaje múltiple hasta nuestros días. La actualidad estas semanas está teñida de espionaje y los ojos y oídos de los aparatos se adentran por nuestros oídos y ojos, arrastrándose por correos electrónicos hasta desnudar la intimidad. «Como visión terrorífica del mundo, «1984«  –  así lo recordaba Frederick Karl al hablar de la novela inglesa – , es una propaganda eficaz contra una centralización usurpadora, un efecto natural del deseo del autor de conservar una vida más simple y más pura.» Y por otro lado, la importancia de «1984» supuso – como evoca Mary McCarthy en su ensayo – «Escrito en la pared« (Lumen) – que un ejemplar de esa obra, traducido al húngaro y puesto en circulación secretamente, fuera el catalizador de la rebelión de Hungría.

Bajo los laberintos de la «neolengua« y entre las rendijas del «doblepensar« ( en el fondo,  lenguajes y palabras, palabras y lenguaje) , el espionaje total permanece.

(Imágenes.- 1.-Sterling Hundley/2.-Keith Carter.-1997.-artnet)

INSPIRACIONES Y OFICIOS

«La vida del escritor es muy desembarazada y libre- recuerda Patricia Highsmith -, y si hay estrecheces proporciona cierto consuelo el hecho de que no seamos los únicos que las padecen y nunca lo seremos mientras siga existiendo la raza humana. La economía suele ser un  problema y los escritores siempre andan preocupados por su culpa, pero esto forma parte del juego. Y el juego tiene sus reglas: la mayoría de los escritores y artistas necesitan tener dos trabajos en sus años jóvenes, uno que les proporcione dinero y otro consistente en realizar su propia obra. El noventa y cinco por ciento de los escritores norteamericanos necesitan tener otro empleo durante toda la vida para que les cuadren los números«. Más o menos sobre todos estos temas habla Daria Galateria en «Trabajos forzados» (Impedimenta) cuando se refiere a las distintas ocupaciones que los escritores se han sentido obligados a tener: Kafka, como es sabido, en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales ocupado hasta las dos de la tarde; Eliot en el Lloyds Bankes el trabajo más interesante del mundo – decía el gran poeta -. Es tranquilo y me permite vivir en Londres, continuar mis trabajos y ver a los amigos; el banco es acogedor y estimulante«),

En alguna ocasión he hablado en Mi Siglo de la soledad y de los oficios de los escritores. Los viajes en avión del piloto Saint- Exupery; el recorrido por diversas pensiones y en diversas ciudades del italiano – de profesión ingeniero y luego corrector de textos-  Carlo Emilio Gadda; la dura responsabilidad de George Orwell en la policía birmana; la profesión de empleado de Banca del francés Jean Giono (he estado en el banco -decía – no un día o unos meses, sino dieciocho años : y entre un cliente y otro escribía, sin equivocarse nunca en las cuentas), todo ello nos lleva al aprendizaje en otros quehaceres y tareas que, además de proporcionar alimento a los escritores, les transmiten indudables experiencias. En ese libro en donde se recogen varios consejos útiles – «Suspense» (Anagrama) -, Patricia Highsmith recuerda que « si uno intenta escribir, y al mismo tiempo tiene un empleo, es importante que cada día o cada fin de semana se reserve cierto tiempo para crear, tiempo que deberá ser sagrado y sin interrupciones».

«Los escritores – sigue diciendo la novelista norteamericana -deberían aprovechar todas las oportunidades de aprender cosas sobre las profesiones de otras personas, ver cómo son sus cuartos de trabajo, oir de qué hablan. El escritor debe observar bien todos los nuevos escenarios que se le presenten, tomar notas y sacar partido de ellos. Lo mismo cabe decir de los pueblos, ciudades y países nuevos. O incluso de calles que nunca había visto antes: una calle miserable en alguna parte, llena de cubos de basura, chiquillos, perros vagabundos, es tan fértil para la imaginación como una puesta de sol».

«En cuanto a las pequeñas dificultades de la vida – prosigue -, las hay a miles. ¿Qué escritor no ha tenido que trabajar con dolor de muelas, con facturas que hay que pagar, con un niño enfermo en la habitación de al lado o en la misma habitación, cuando te visitan los parientes políticos, cuando una relación amorosa acaba de terminar o cuando el Gobierno te exige que rellenes más y más formularios?».

Es la vida, la riqueza de la vida, las contrariedades enlazadas con la literatura, hechas a veces literatura, inspiraciones que conviven con distintos oficios, oficios que sin ellos quererlo dan nuevas luces a la creación.

(Imágenes:- 1.- manuscrito de «La tierra baldía» de Eliot con correcciones de Ezra Pound/ 2.-T. S. Eliot.-foto de Ida Kar/ 3.-manuscrito de «1984», de George Orwell/ 4.-manuscrito de Jonathan Edwards.-1703-1758)

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