VOY A IR DESPIDIÉNDOME …(8) DE LA LLUVIA

No sé si hay lluvia adonde yo voy pero las gotas imprevistas que caen de los tejados de París cuando yo estuve, cuando yo estoy, gotas inesperadas abriendo la mañana, primavera de gotas concentradas que han abierto su cuenco en el cielo, se han reunido las palmas de las nubes y han dejado pasar entre sus dedos las finas gotas que ahora caen, gotas concentradas, redondas, monedas gruesas del dinero del cielo que retumban en cuanto salen de las nubes y caen redondas sobre la ciudad, chisporrotea el metal sobre la calzada, hay una lluvia deshojada, lluvia tenue, apenas lluvia, son gotas igual que latidos, el corazón de las aceras siente el golpe de las gotas repiqueteando, los canalillos fluyen y se llevan las gotas como ríos, Paris en mi memoria tiene un velo de lluvia con que se tapa el rostro, detrás de la lluvia aparece Notre-Dame desdibujada, la Gare de Lyon, los Campos Elíseos. La lluvia en París no avisa, el puño de la lluvia concentrada de repente abre su mano en Saint- Denis, en Montmartre, en Odeón, y caen las gotas sobre los toldos del tiempo, sobre las tazas de café, sobre las mesas y terrazas que recogen sus manteles precipitadamente, conocen bien el paso intenso de la lluvia que es un paso breve, primaveral, ha de dejar sitio al mediodía que viene detrás tornasolado, apartando las nubes, la lluvia camina hacia atrás y espera mejores tiempos para derramarse, son hilos e hilos de gotas en collares que están ocultos en el horizonte. ¿Dónde duermen? ¿Dónde viven? Recuerdo que estuve a punto de descubrir su secreto pero ya no me dio tiempo.

José Julio Perlado

imágenes – 1- Tarkovsi/ 2- wikipedia

LAS “VIÑETAS” DE KATHERINE MANSFIELD

Esta tarde me rebosan las ideas. Es preciso a toda costa que germinen — decía Katherine Mansfield -. Yo quisiera escribir algo bello, algo moderno y lleno de luz … Ha llegado el silencio, la paz y el esplendor. Muy   lejos oigo los carpinteros que trabajan en una casa próxima, y los tranvías me enervan. Que sea esto un poema…””No  puedo escribir nada; tengo muchas ideas, pero no encuentro tema. Quisiera escribir algo que fuese a la vez misterioso, bello y original. “

Todo lo que escribía — recuerda André Maurois —  tomaba la forma de cuentos breves, lo que ella llamaba “viñetas”. Su padre le proporcionó el placer de verse impresa por vez primera en una revista de Melbourne. Cuando el director de la revista le pidió su biografía, ella contestó: “Me pide usted algunos detalles sobre mi vida… Soy pobre, oscura, tengo 18 años y un apetito voraz por todas las cosas, y principios tan endebles como mi prosa”. Para sí misma confesaba: “Aún cuando estoy sola en mi cuarto, muchos me irritan; pasan por delante de mi puerta, llamándose unos a otros, discutiendo sobre el pedido del panadero o la ropa sucia; siento en lo más vivo que arruinan mi vida; ¡es tan humillante!”. “No deseo escribir esta mañana… solo deseo entregarme a la lectura de María Bashkirtseff. Pero si penetran en mi cuarto y me encuentran leyendo un libro, sus miradas trágicas y compasivas me desasosiegan por completo.”

Sostenida por la firme voluntad de llegar a ser una artista, Katherine Mansfield adquirió una fuerza interna tal, que le permitió conservar su equilibrio, y una tal fuerza de persuasión, que le permitió convencer a su padre de que le otorgase una pensión anual. En julio de1908 obtuvo el permiso de partir para Londres, del que nunca volvió. El mayor acontecimiento de su vida  fue la muerte de su hermano. Ella abandonó el mundo real y se refugió en la recreación de aquel pequeño mundo de su pasado, que en recuerdo,  mezclado a la imagen de su hermano, se convirtió en un mundo mágico. “Me parece — escribió—que yo sabía desde hacía mucho tiempo que la vida había concluído para mí, pero nunca hasta entonces lo había comprendido tan claramente, o nunca quise reconocerlo antes de la muerte de mi hermano… Yo estoy tan muerta como él; el  presente y el futuro nada significan para mí; no siento ninguna curiosidad por conocer nuevas personas; no siento el deseo de ir a parte alguna;  el único valor que las cosas pueden tener para mí es el de hacerme recordar lo que acaeció mientras él vivía. Oigo su voz entre los árboles y las flores, en  los perfumes, la luz y la sombra. ¿Acaso  han existido otros seres que aquellos que yo conocí allá,  en mi país, en los dichosos días de mi infancia? 

Siento deseos de escribir poesía…Sí, yo quisiera escribir sobre mi país hasta agotar todo lo que sé de él… porque no es solamente una deuda que necesito pagarle a mi patria, en la que hemos nacido mi hermano y yo, sino también porque con mi imaginación recorro con él de esta forma todos los antiguos lugares… El almendro, los pájaros del bosque en donde tú estabas, las flores que ya no volverás a ver…,la ventana abierta…” 

 José Julio Perlado

imágenes—1- jot/ Dies/ 2 y 3- wikipedia

COLINA DE LOS CHOPOS (y 2)

Jardín de Juan Ramón en el cuadro de la habitación de Fortuny. Jardín de las adelfas por donde el silencio de Juan Ramón pasea.  Un poeta en meditación, en contemplación, en mutismo de versos rezados, parece un monje al que la soledad acompaña. Así  pasean Juan Ramón o Federico: por estos claustros naturales, donde las cuentas de poemas se van contando dedo tras dedo hasta acabar la letanía de la intuición. 

Luego, en un viejo papel al que el tiempo convertirá en pergamino, se escribe cuanto se ha contemplado: 

“El chopo solitario. Yo lo veía ya en mis años de niño, sueños perdidos de adolescentes, como un indómito arco de fuego por el viento grande del vehemente crepúsculo de otoño ( de esos cortos, ácidos, únicos, casi falsos,  que levantan hasta su sorda negación el cenit); como un prodigioso meteoro de la tarde (súbito mártir secreto, arraigado sólo  a su misterio errante), derramando inútilmente en el potro de la alta soledad sus chispas bellas, primero;  gotas,  luego,  de roja luz;  al fin, divinas hojas de oro.”

¡Terrible ya, entonces, loco, ardiente chopo español solitario !”, escribe Juan Ramón en 1915. Entre 1916 y 1923, Juan Ramón, como rumiando los recuerdos, añade, retrasando el reloj de su memoria.

“Aquí y allá, lejos, por los altos del Hipódromo, más cerca, con las vueltas del Canalillo retorcido; en parejas o en ternas (fantasmas de apartadas amistades) solos (sombras de amigos solitarios),  los tiemblos sin hojas, grises, delgados, recogidos, melancólicos.” 

José Julio Perlado

imágenes- 1-Juan Ramón/ 2- Manuel de Falla- wikipedia.

TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (21) : LA INFANCIA DE TUTANKHAMON

Hoy en la numerosa tertulia que hemos tenido — porque había gran curiosidad por escuchar al faraón— nos ha contado Tutankhamon cosas muy curiosas que él recordaba sobre su tumba. Resulta que dentro de ella se habían acumulado nada menos que 5398 artefactos diversos, entre ellos su máscara funeraria, tronos, arcos de tiro, varios carros desmontados, trompetas, sandalias, comida y vino e infinidad de cosas más. También una daga con una hoja de hierro que, según él, procedía de un meteorito metálico. El egiptólogo Horward Carter, que estaba sentado en primera fila escuchándole y que había catalogado todas aquellas cosas, asentía con la cabeza. También el escritor italiano Manganelli, siempre lleno de preguntas y que casi no dejaba hablar a nadie. Pero al fin quiso desahogarse Tutankhamon con nosotros y contarnos algo de su infancia: nos confesó que él había sido un niño obediente, que fue faraón durante ocho años, y que le gustaban, como a todo niño, los juegos de los patios, a orillas del Nilo, los paseos matutinos y las excursiones en barca. Pero me quitaron de las manos, agregó Tutankhamon, las naves en miniatura y me hicieron monarca. Todos seguíamos interesados su relato.


Mi juego infantil, nos ha añadió Tutankhamon, necesitaba , como ocurre con todos los juegos de niños, minúsculos espacios abiertos, tierra que modelar, piedrecillas… Pero también murallas, techos de madera preciosa, y más adelante hombres adultos que movían abanicos. Sin embargo se empeñaron en vestirme con ropajes rígidos, secos y metálicos, con túnicas luminosas que eran inadecuadas para mi cuerpo porque no se doblaban con los miembros. Yo estaba así muy incómodo. Sólo mucho después entendí para qué servían aquellas ropas, como también entendí los enormes techos bajos que pesaban sobre mi cabeza. Fui entonces vestido de ropajes cada vez más estrechos, me prohibieron, por ejemplo, con pretextos ceremoniales, salir al aire libre o tocar objetos sagrados…Luego vinieron a preparar mi tumba pintores del delta del Nilo, orfebres de Arabia, gente muy experta que fue recogiendo piedras de nuestras canteras. Y después, todo se amontonó allí: literas, caballos de madera, cojines, modelos de naves…Yo me quedé encerrado en las estancias interiores del palacio real, estaba inmóvil durante horas frente a los escultores que me grababan en el metal, ignoraba con qué objeto. Recordaba las figuras esbeltas que disfrutaban del sol por las calles y en ocasiones odié a aquel ejército que preparaba mi sepultura. Pero no me había sido concedida otra suerte y tuve que esperar.

Hubo entonces un largo silencio en nuestra tertulia y nadie pronunció palabra.

José Julio Perlado

Imágenes— wikipedia

COLINA DE LOS CHOPOS (1)

Y Juan Ramón, que ha plantado estos chopos— cuatro entre el primero y segundo pabellón de la Residencia de Estudiantes——,  viene de la primera casa de Fortuny por donde pasaron — unos con la palabra y la mirada; otros, con la pluma —Bergson, Cambó, García Morente, el primer libro de Ortega, las poesías de Antonio Machado, volúmenes de Unamuno, ejemplares  de Azorín, “Platero y yo” — misterioso borriquillo enterrado en Fuentepiña—  y los inicios en la oratoria de Eugenio d’Ors.

1913, año en que se encuentran los terrenos para esa Residencia en la que el sol y los vientos — como techo  de ese cielo  de Madrid que hoy las casas encuadran — es la fecha clave en las alturas:  tres pabellones que se van alzando y donde numerosos  y grandes dormitorios reciben a estudiantes y a poetas.

Es tiempo sin distancias. Madrid extiende azul su cielo y la pupila puede atravesar espacios, como si los hombres no tuvieran vivienda, como si el existir fuera un vacío pasillo por donde el ojo cruza  la capital de parte a parte. “En  Madrid — escribe Alfonso Reyes—  al término de la Castellana, cerca ya del Hipódromo…  hay una colina graciosa, vestidas de jardín las faldas y coronada por el Palacio de Bellas Artes .Juan Ramón Jiménez la ha bautizado: “Colina de los Chopos”. Los viejos la llaman el Cerro del Aire . Sopla allí un vientecillo constante, una brisa de llanura…Lejos, alta, saneada de silencio y aire, abre la Residencia sus galerías alegres; capta todo el sol de Castilla — dulce invernadero de hombres — y da vistas a los cielos azules del Guadarrama, aérea Venecia de reflejos. Esta casa es refugio de algunos espíritus mayores. El poeta Juan Ramón Jiménez vivió aquí hasta su viaje a América, de donde regresó casado… Eugenio d’Ors paraba siempre en la Residencia antes de trasladar a Madrid sus reales. Y todos ellos, y Ortega y Gaset, Azorín, Maeztu, Canedo, gustan de ofrecer a los huéspedes de la Residencia en lecturas privadas, las primicias de sus libros y sus estudios. El filósofo Bergson, el sabio Einstein, el escritor Wells, el músico Falla…no pasan por Madrid sin saludar esta casa.” 

Jose Julio Perlado

Imágenes— Residencia de Estudiantes – wikipedia

UN SEÑOR QUE BAJA POR LA CALLE

Un señor que baja por la calle

 un señor que sube por la calle 

dos señores que bajan y que suben 

es decir un señor baja 

y el otro señor sube 

 justo delante de la tienda de Hinderickx y Winderickx

famosos sombrereros

se encuentran

 un señor se quita la chistera con la mano derecha 

el otro señor se quita la chistera con la mano izquierda

 luego se van el uno y el otro señor

 el diestro y el zurdo que sube y el que baja 

el diestro que baja 

el zurdo que sube 

luego se van los dos señores

 cada cual con su chistera con su propia chistera su chistera originaria 

justo delante de la puerta 

de la tienda 

de Hinderickx y Windericks

de los famosos sombrereros

luego se ponen los dos señores 

el diestro y el zurdo el que sube y el que baja

 una vez se separan el uno del otro 

su chistera otra vez en la cabeza 

 entiéndaseme bien 

cada cual se pone su propia chistera en su propia cabeza

es su derecho 

es el derecho de estos dos señores

Paul van Ostaijen- poeta belga de lengua holandesa (1896- 1928)

imágenes- Magritte)

AMANECER

Amanecer 

solo el cielo 

limpia la serranía 

mirar sin ver miradas todavía

oír sin escucharme la voz mía hasta el atardecer 

soledad que parece compañía

silencio y alegría 

al ver 

que nace el día sin querer 

José Julio Perlado

imágenes- wikipedia

REMEDIOS PARA LA MELANCOLÍA

Robert Burton en su “Anatomía de la melancolía”, al hablar de los medios curativos, se detiene en la corrección de malos hábitos o defectos. Se debe  —dice— preferir la atmósfera cálida y húmeda, clara, saludable, grata. Renovar el aire con frecuencia, dejando las ventanas abiertas. Evitar en lo posible salir en los días de tormenta y de niebla. Respecto a los ejercicios, éstos han de ser físicos y mentales, pero moderados, como la caza, equitación, tiro, pesca, paseos campestres, tenis; dedicarse a estudios serios, a negocios y a ocupaciones adecuadas, incluyendo todo esparcimiento sano. Evitar la vigilia excesiva y el sueño intranquilo y torturador. Buscar todos los medios de alivio, haciendo confidentes a los amigos. Evitar todo motivo de agravación del mal. No abrir cauce a las pasiones y oponerles la mayor resistencia posible. En cuanto a la ayuda de los amigos, buscar en la amistad consuelo en el descontento y en las ofensas. Los amigos pueden ayudar con buenos consejos y advertencias, y frecuentar reuniones amenas y gratas compañías.

José Julio Perlado

Imágenes- 1- Durero Melancolía 1514/ 2- wikipedia

CHARLANDO CON CHEJOV

Es muy difícil describir el mar —decía  Chejov- ¿sabe usted la descripción que he leído recientemente en un cuaderno escolar?  “ El mar era grande”, y eso es todo. Yo encuentro eso admirable.

 ¿Escribe usted mucho? ¿No? Hace   usted mal. Hay que trabajar, ¿sabe  usted?,   sin tregua…toda la vida. Creo que una vez escrito un cuento, hay que borrar el principio y el final . Es ahí donde más mentimos nosotros, los prosistas.

 Lo que sentimos cuando estamos enamorados es quizás un estado normal. El amor indica al hombre cómo  ‘debería’ ser. 

Te has quejado con frecuencia delante de mí — le escribía a su hermano —  de que la gente no te comprendía. La gente te comprende perfectamente y si tú no te comprendes a ti mismo, no es culpa suya…No tienes más que un defecto, más bien una debilidad, y lo falso de tu posición, tu sentimiento de ser desgraciado, provienen solamente de este defecto: es una falta total de cultura. Perdóname, pero la verdad ha de colocarse por encima de la amistad. La vida, ¿sabes?,  lleva consigo sus condiciones. Para  sentirse cómodo, feliz, como en familia, entre personas educadas, hay que cultivarse, por lo

menos, hasta un cierto grado. En mi opinión, las gentes cultivadas deben cumplir las siguientes condiciones:  respetar la personalidad humana, y,  por consiguiente, son siempre buenos, afables, corteses y prestos a ceder ante los otros…;  temen la mentira como el fuego y no mienten ni aun en las cosas insignificantes…; no se desprecian ellos mismos para suscitar la compasión…; si hay un talento, lo respetan…  El deseo de servir al bien general debe ser un deseo del alma, una condición de la felicidad personal, ya que, cuando dimana de consideraciones teóricas, no es un verdadero deseo…

José Julio Perlado

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VOY A IR DESPIDIÉNDOME…(7) DE LOS ARMARIOS

Voy a ir despidiéndome de los armarios. De aquel armario que en sus cajones, en la tibieza entre mantas y toallas, al lado de unas espigas esparcidas para condensar el olor, uno metía la mano y encontraba atado un manojo de cartas antiguas, recientes de palabras, llenas de abrazos, consejos, preocupaciones y amor. La mano, al salir del fondo del armario, se traía con ella las evocaciones de las cartas, su caligrafía azul, el círculo de los besos estampados sobre el papel y todo un tiempo que se hacía vivo desde el pasado. 

Todos los armarios tienen secretos. Yo recuerdo un gran armario de luna que levantaba su cuerpo entero en medio de una habitación semivacía, abría su puerta, y al doblar su hoja empezaban a salir uno tras otro todos los que ante aquel armario se habían acercado a la luna de cristal para retocar su atuendo, faldas, tacones, chaquetas, abrigos, peinados, colores, mejillas, una vuelta en redondo de cuerpo entero antes definitivamente de salir, la mueca última, una sonrisa. Luego se cerraba despacio la gran hoja del armario y éste se quedaba en penumbra durante mucho tiempo como testigo oscuro que ya hubiera cumplido su misión.

Recuerdo también a mi abuela paterna los domingos en una casa del Pirineo donde pasábamos los veranos, cómo iba de armario en armario, con su mano blanca puesta sobre las ropas, como si las acariciara, como si quisiera conservar su calor, y aquellas ropas recién planchadas y con intenso olor, venían hacia nosotros —- hacia mis hermanos y hacía mí —  a la hora en que aún seguíamos en cama y el sol de septiembre entraba alto por los visillos y el domingo se iniciaba con aquella mano que venía entre las camas, la puerta del armario abierta, y una luz en la infancia que acababa de despertar.

José Julio Perlado

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SOBRE EL SUPERSTICIOSO

El supersticioso es tal —dice el filósofo griego Teofrasto —que lavándose las manos y rociando todo con agua bendita, sale del templo llevando en la boca unas hojas de laurel, y todo el día se pasea sin dejarlas. Si ve que una comadreja atraviesa el camino que él lleva, no lo pasará hasta que otro pase primero o tire tres piedras sobre ese camino. Si ve en su casa una culebra, levantará allí mismo una capilla. Arrimándose  a las piedras ungidas que están en las encrucijadas, derrama sobre ellas aceite, y al retirarse se hinca de rodillas. Si un ratón casualmente roe el saco donde tiene la harina, va a ver al adivino y le pregunta qué es lo que debe hacer. Si acaso le responde que lo dé al costalero para que lo remiende, no se conforma con esto, sino que, mirándole con aversión,  se deshace de él. Purifica su casa con frecuencia. No va a entierros. Cuando tiene algún sueño, va de casa en casa a que los que los  interpretan, los adivinos y los agoreros, le digan a qué dios o diosa debe hacer sus oraciones. Para salir de una encrucijada, el supersticioso se lava la cabeza  y pide que le purifiquen aplicándole una cebolla. Y si ve un loco se paraliza de miedo.

José Julio Perlado

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VIAJES POR ESPAÑA (41) : LOS NOMBRES DE ÁVILA

Una Guía” de 1863 nos dice que en Ávila hay calles de Barruecos, Caballlero, Cozuelo, Cuchillería, Maldegollada, Tallistas, Tres Tazas, Muerte y Vida, Tejares. En Ávila existen muchas plazuelas. Las plazuelas son el encanto de las viejas ciudades españolas—así nos lo recuerda Azorín—. La piedra de los edificios es cenicienta en Ávila. El  silencio, hoy, en las plazuelas es profundo. Lo gris de la piedra hace resaltar más lo azul del cielo. Las plazuelas se llaman de la Catedral, de la Feria, de Fuente el Sol, de Magaña, de Ocaña, de Pedro Dávila, del Pocillo, del Rollo, de las Vacas, del Rey Niño, de Nalvillo, de Zurraquín… 

El autor de la “Guía” nos da una relación con nombres y domicilios de los administradores que las grandes casas españoles tienen en Ávila en 1863: Su Majestad  la emperatriz de los franceses, los duques de Abrantes, Alba, Medinaceli, Roca, Tamames;  los marqueses de Cerralbo, Fuente el Sol, Obieco, San Miguel de Gros;  los condes de Campomanes, Parsent, Polentino,  Superunda, Torrearias; la condesa de Montijo. En Ávila se ven infinidad de escudos. Se los ve en las fachadas, en las puertas, en los esquinazos. Esos escudos son de los Heredias,los Acuñas, los Bazanes, los Mújicas, los Guevaras, los  Bracamontes, los Castrillos, los Salazares, los Cepedas, los Ahumadas. Ávila es la ciudad de los caballeros. El ambiente es aristocrático. Y  un momento hay en la vida de Ávila en que esta modalidad culmina en una fórmula viva y espléndida: Teresa de Jesús.

José Julio Perlado

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SABORES DE ESPAÑA

Seguramente se olvidará en este recorrido algún manjar, pero sobre la piel de España pueden perfectamente extenderse olores y sabores de las guindas de Toro,  uvas de Totana y de Cebreros, sandías de Utrera,  batatas de Nerja, higos de Lepe y de Villajoyosa, melones de Villaconejos y de Guardamar, naranjas de Tarifa, damascos de Bornos, garbanzos de Fuentesaúco y Alfarnate, zanahorias de Lillo, repollos de Melgar, arroz de Callosa, papas de Sanlúcar, granadas de Alcira, truchas de Viana, del Barco de Ávila y de Lerma; anguilas del Duero, sábalos de Sevilla, sardinas de Pontedeume y de Laredo, salmón de Santander, atún de Conil, bocas de la Isla, pescadilla de Cádiz, capones de Vergara, salchichón de Vich, chorizos de Castuera, jamón de Montánchez, butifarra catalana, sobreasada  mallorquina, queso manchego, miel de la Alcarria, mostachones de Utrera, chocolate de Orense, mantecados de Estepa, bizcochos de Monforte y Guadalajara, almíbares de Granada, conservas de Vitoria, tartas reales de Motril, alpisteros  de Chiclana, cantos de Calatayud, limoncillos de Sagunto, calabazate de Onteniente, gazpacho andaluz, paella, caldereta asturiana, almendras garrapiñadas  de Alcalá, churros madrileños..

España ofreciendo siempre olores y sabores.

José Julio Perlado

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TARDES DE SOL

Tardes de sol 

un clave en el pelo 

y un mantón de Manila

sombrero cordobés con chaquetilla

y un caballo enjaezado a maravilla

se oye un clarín 

se espera al presidente,

se abre una puerta, 

sale la cuadrilla 

montera en mano, tranquilo, sonriente,

el torero andaluz mira a la gente

mientras vienen detrás los monosabios tratando de arrastrar a las mulillas.

Así es la fiesta brava 

juventud y alegría 

una tarde de sol 

unas mujeres  

un caballo 

un clavel

 una mantilla.

José Julio Perlado

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TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (21) : LA MAÑANA DE LOS LABERINTOS

Esta mañana nos hemos entretenido —yo diría más bien que nos hemos angustiado — con el tema de los laberintos. Naturalmente uno se pierde siempre en ellos, aunque esté en la eternidad, y uno no sabe salir del laberinto univiario porque lo confunde con el laberinto manierista y a su vez se tropieza con el laberinto rizoma. Borges, que ha escrito mucho sobre laberintos, nos acompañaba hoy muy temprano y nos ha pedido que en la fila que habíamos creado para no perdernos, nos tomáramos todos de las manos y no nos soltáramos, aunque eso ha sido realmente difícil. El llamado laberinto univiario produce pánico cuando uno se mete en él porque es como un ovillo con dos cabos. Pero si uno entra en el laberinto manierista es peor, y así nos lo advertía hoy Umberto Eco que iba el quinto de la fila, exactamente dos pasos delante de mi. El hilo de ese laberinto, me decía Eco mientras andábamos, se enreda y ramifica. Aunque es mucho más temible, me añadió, el laberinto rizoma, que es una red infinita donde cada punto puede conectarse con todos los restantes y la sucesión de las conexiones no tiene término, ya que no hay un exterior o un interior. Yo le he dicho a Eco que para eso estábamos acostumbrados porque en la eternidad tampoco existe un exterior ni un interior, todo es plano, inmenso, pero en la fila, todos cogidos de las manos, iba también Paolo Santarcangeli, un escritor que iba tres pasos detrás de Eco y que es especialista en el tema. Santarcangeli estaba interesado en cambio en el laberinto íntimo que todos llevamos dentro y en cómo nos espera al fondo de él el Minotauro, al que hay que vencer con nuestras fuerzas especiales. Con eso nos hemos quedado no mucho más tranquilos, pero sí paralizados y pensativos.

También en nuestra fila— yo creo que iba la segunda o la tercera — caminaba una mujer valerosa y sabia, una mujer francesa, enamorada y defensora de Grecia, Jacqueline de Romilly, académica y siempre entusiasta, que nos ha recordado el palacio de Knossos en Creta y su laberinto. Nos ha ido hablando de la infinidad de puertas e increíbles escaleras que existen en ese recinto, y lo ha hecho con gran pasión. Entonces nos hemos sentado todos en el suelo a esperar y sobre todo a pensar cómo podíamos salir de aquel lugar, cosa realmente difícil. Los laberintos dan un poco de dolor de cabeza, son enigmáticos y yo diría que bastante opresores. Hemos estado hablando de un laberinto que hay en el país de Gales, en Caerdonia, y de los laberintos construidos con setos o con hierba y del secreto que guardan para confundir, engañar, desconcertar o equivocarse, y así hemos pasado un largo rato hasta que alguien, no sé cómo, ha conseguido sacarnos de allí.

José Julio Perlado

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BAROJA POR MADRID (y 2)

Siempre en las ciudades hay un cerco indefinido que dibujar, una hora que cabalga en la duermevela, un cinturón geográfico y social que tiñe de dormitorios la zanja de las horas lívidas, el paso de los primeros bostezos. Siempre en los desmontes de las capitales hay un ojo literario enfundado en un abrigo negro, un ojo lúcido que es testigo de cuanto ocurre en la frontera entre vicio y bondad, sobre la línea de un horizonte donde las cercanías del desamparo hurgan en el cúmulo de la miseria.  Los personajes de Baroja en “La Busca” cruzan Madrid sin sentido del tiempo, bajan las calles del espacio entrando por una página, interviniendo en una escena y desapareciendo. La filosofía de Baroja es la del “ transeúnte y paseante en corte” y si Unamuno lucha contra el tiempo y contra la muerte, si Azorín trata de inmortalizar el instante y si Valle-Inclán, al estilizarlo, lo hace atemporal, Baroja consigue la permeabilidad del tiempo, dejar siempre “una ventana abierta”. Los  personajes barojianos del Madrid de “La Busca” bajarán con frecuencia hacia el paseo de las Acacias, hacia el Puente de Toledo, los veremos cerca del Manzanares, saldrán a la carretera de Andalucía. El “Bizco”,  Vidal, Manuel, el señor Ignacio… La Petra se muere y su hijo entra en la habitación de al lado para pedir auxilios: “Manuel entró en el comedor. En la atmósfera espesa por el humo del tabaco, apenas se veían  las caras congestionadas”. Es el paisaje interior, el umbral entre noche y vida, el día y la muerte entre las palmas y las castañuelas del Domingo de Piñata en la casa de huéspedes, pared con pared con la Petra que se muere. Siempre hay esa hora sin agujas del estertor inesperado, el áspero sabor de boca que muestra el contraste definitivo de la existencia.

 Cuando en 1956, acercándose aquel 30 de octubre en que Baroja se fue de este mundo, la Muerte se iba acercando a la calle de Alarcón donde el novelista vivía con su sobrino Julio Caro,  las volteretas de las anécdotas daban su adiós despidiéndose. Una vez, comiendo algo, Pío Baroja comentó desde su ancianidad: “este pescado tiene buen sonido”. Y otro día, mirando a una visita que se reía, viéndolo todo de color de rosa, Baroja comentó a su sobrino: “Oye, eso que hay ahí: ¿ es un plato de arroz con leche?”.

 Iba dejando la muerte como anticipo una huella de comicidad, la socarronería de un viejo escritor desde la última vuelta del camino, antes de desaparecer de nuestra vista.

 José Julio Perlado

imágenes- Eduardo Vicente