
Un paciente que sufre de agudo dolor fantasma — escribe el neuropsiquiatra alemán Otto Lowenstein — no puede más que señalar el lugar del miembro, perdido mucho tiempo atrás, si pretende indicar su origen, y los singulares fenómenos del dolor referido aumentan la confusión. El dolor referido a menudo proviene de impulsos de un órgano profundo, pero el enfermo lo localiza en la superficie de su cuerpo. Muchos dolores de espalda y de cabeza caen dentro de esta categoría. Una explicación de por qué creemos que nos duele la piel, cuando la fuente del trastorno es el apéndice, el corazón o la matriz, es que los caminos que salen de dichos órganos no tienen conexión directa con el cerebro, sino que se relevan en las mismas neuronas que las fibras del dolor cutáneo. En consecuencia, una corriente de impulsos del órgano enfermo es interpretada por el paciente como procedente de las áreas cutáneas conectadas con esta estación de relevación. Los médicos emplean mapas de la superficie del cuerpo que señalan blancos favoritos del dolor referido, y la piel sensible en determinado lugar puede ser útil guía hacia el lugar donde de veras reside el trastorno.
El fenómeno del dolor ha originado multitud de controversias biológicas, filosóficas y religiosas. ¿Qué significa el dolor? Sin duda, su valor para la supervivencia reside en su importancia como aviso para el organismo de que no todo anda bien en la maquinaria corporal. El dolor impide el exceso de actividad que sería peligroso, y la atención es dirigida a la parte afectada. El perro se pondrá a lamerse la pata magullada, aplicando así saliva antiséptica a la herida. Nosotros acudiremos a la cirugía de nuestro médico, a menudo a tiempo de recibir tratamiento útil, a veces, por desgracia, demasiado tarde. Asumamos la actitud de que, aparte de su función puramente biológica, la intrusión ocasional del dolor en nuestras vidas puede darnos mayor apreciación y disfrute de la buena salud.
José Julio Perlado

imágenes- wikipedia