EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN

El motivo de que haya tan pocas personas que resulten agradables en la conversación — recuerda  en sus “Máximas” La Rochefoucauld  — es que cada cual piensa más en lo que quiere decir que en lo que están diciendo los demás.


Hay que escuchar a los que hablan, si se quiere ser escuchado;  hay que dejarles en libertad de hacerse oír y hasta de decir cosas inútiles. En lugar de contradecirles o interrumpirles, como suele hacerse, debemos al contrario tomar parte en sus ideas y gustos, mostrarles que los escuchamos, hablarles de cosas que les atañen, alabar lo que dicen si lo merece y demostrarles que los alabamos más por convicción que por amabilidad. Hay que evitar discusiones sobre cosas  indiferentes, hacer pocas preguntas inútiles y no dar  a entender nunca que pretendemos tener más razón que los demás,  así como cederles de buen grado el privilegio de tomar una decisión

Se deben decir cosas naturales, fáciles y más o menos serias, según el humor y la inclinación de las personas con quienes se conversa;  no acosarlas  para que aprueben lo que decimos, ni siquiera para que nos contesten. Cuando se han satisfecho de esta suerte los deberes de cortesía, pueden exponerse los propios sentimientos sin prevención ni tozudez,  dando a entender que tratamos de apoyarlos con la opinión de aquellos que nos escuchan. 

Hay que evitar hablar mucho de sí mismo y ponerse a menudo como ejemplo. Nunca  será excesivo el interés que pongamos en conocer la inclinación y alcances de aquellos con quienes hablamos, para unirnos a la opinión del que más talento tiene y añadir nuestras ideas a las suyas dándole a entender, en lo posible, que las tomamos de él. Es de gran habilidad no agotar los temas que se tratan y dejar para los demás algo que pensar y que decir.

José Julio Perlado

imágenes- 1- Hooper/ 2- wikipedia