EL CIERVO Y LOS PERROS


Un hombre capturó un cervatillo, durante una cacería. Con  el propósito de domesticarlo, lo llevó a su casa. En el portón, moviendo la cola y ladrando, salieron a recibirlo sus perros.  Al día siguiente fue a la perrera con el corzo, el látigo en la mano, y lo acercó a los perros para que lo olieran. Y así todos los días hasta que se acostumbraron al recién llegado. Al cabo del tiempo, ignorante de su propia naturaleza, el ciervo jugaba con los perros. Los embestía con dulzura, corría, saltaba entre ellos, dormía sin miedo a su lado. Temerosos del látigo, los perros le devolvían caricia por caricia. A veces, sin embargo, se relamían los hocicos.


Un día el ciervo salió de casa. En el camino vio una jauría. Al punto  corrió a unirse a ella, deseoso de jugar. Pronto se vio rodeado por ojos inyectados y dientes largos. Los  perros lo mataron y devoraron, dejando sus huesos esparcidos en el polvo. El ciervo murió sin entender lo que pasaba. 




LiEU  TSANG-YEU autor chino (773- 819)

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