
Una Guía” de 1863 nos dice que en Ávila hay calles de Barruecos, Caballlero, Cozuelo, Cuchillería, Maldegollada, Tallistas, Tres Tazas, Muerte y Vida, Tejares. En Ávila existen muchas plazuelas. Las plazuelas son el encanto de las viejas ciudades españolas—así nos lo recuerda Azorín—. La piedra de los edificios es cenicienta en Ávila. El silencio, hoy, en las plazuelas es profundo. Lo gris de la piedra hace resaltar más lo azul del cielo. Las plazuelas se llaman de la Catedral, de la Feria, de Fuente el Sol, de Magaña, de Ocaña, de Pedro Dávila, del Pocillo, del Rollo, de las Vacas, del Rey Niño, de Nalvillo, de Zurraquín…

El autor de la “Guía” nos da una relación con nombres y domicilios de los administradores que las grandes casas españoles tienen en Ávila en 1863: Su Majestad la emperatriz de los franceses, los duques de Abrantes, Alba, Medinaceli, Roca, Tamames; los marqueses de Cerralbo, Fuente el Sol, Obieco, San Miguel de Gros; los condes de Campomanes, Parsent, Polentino, Superunda, Torrearias; la condesa de Montijo. En Ávila se ven infinidad de escudos. Se los ve en las fachadas, en las puertas, en los esquinazos. Esos escudos son de los Heredias,los Acuñas, los Bazanes, los Mújicas, los Guevaras, los Bracamontes, los Castrillos, los Salazares, los Cepedas, los Ahumadas. Ávila es la ciudad de los caballeros. El ambiente es aristocrático. Y un momento hay en la vida de Ávila en que esta modalidad culmina en una fórmula viva y espléndida: Teresa de Jesús.
José Julio Perlado
