CRIMEN Y CASTIGO (y 2)

San Petersburgo en verano es triste, sucia, podrida. Se adapta a mi humor y podría ofrecerme alguna falsa inspiración para la novela”, dice Dostoyevski en una de sus cartas cuando está escribiendo “Crimen y castigo”. Años antes, en otra carta a su hermano Miguel redactada en febrero de 1854, el novelista evocará cuando abandonó la ciudad en la Nochebuena de 1849 camino de la prisión, conmutada su pena a muerte por trabajos forzados por haber difundido una carta de Bielinski:”Me  puse a mirar con interés el San Petersburgo que atravesábamos. Las casas estaban iluminadas por la fiesta, y yo decía adiós a cada una. Pasamos delante de tu casa. La de Krayevsky estaba toda iluminada. Tu me habías dicho que él tenía  una fiesta, con un árbol de Navidad y que Emilia Fiódorovna iba a llevar a los niños. Yo me sentí mortalmente triste cuando pasamos ante esa casa.  ¡Cuánto los echaba de menos, y cuántas veces aún varios años más tarde, lo he recordado con lágrimas en los ojos…!” 

“Crimen y castigo” tendrá como paisaje la gran ciudad del siglo XIX, la metrópoli que es escenario de existencias y de aspiraciones de vidas quebradas y de relaciones de caídas y de redenciones sucesivas. En los suelos de las habitaciones y en las calles de San Petersburgo sucederán esos momentos cruciales que marcan unas vidas: Sonia en la calle, Marmeladov en la calzada, Caterina Ivánovna,  Svidrigajlov y el disparo, Raskolnikov y sus paseos con la pregunta a cuestas, perseguido por la sombra del remordimiento, dudando, defendiéndose, entregándose al fin. Se ha dicho que las mentes de muchos lectores podrían estar divididas por esa elección —  los que aman aTolstoi y los que prefieren a Dostoievski —,  pero en ambos (mucho más en Dostoievski) la ciudad con sus arterias abre caminos de soliloquios angustiados a personajes que el paisaje enmarca. La complejidad urbanística de las ciudades es el telón de fondo del autor de “Crimen y castigo” en donde los humillados y ofendidos  tendrían junto a los puentes de soledad el diálogo sentimental de sus noches blancas.


En 1851 Tolstoi abandonará San Petersburgo por el Cáucaso, en 1849 esa ciudad la tendrá que dejar Dostoyevski para ir a prisión. La ciudad al fondo. Rusia al fondo. “A  fines de noviembre, en época de deshielo, a las nueve de la mañana, el tren Petersburgo- Varsovia, se acercaba a todo vapor a San Petersburgo”, comenzará “El idiota”. San Petersburgo acompañará  continuamente a ese escritor que viajó por Europa de ruleta en ruleta, el autor de “Demonios” o “El jugador”. “Vete a una encrucijada, haz una reverencia a las gentes, besa la tierra, porque también ante ella has pecado,  y dile a todo el mundo en voz alta: ¡Soy un asesino!, le dirá Sonia a Raskolnikov.

 Dos meses antes de morir, Dostoievski envía los últimos capítulos de “Los hermanos Karamazov”  al “Mensajero Ruso”: “Mi novela se ha terminado, hace tres años que trabajo en ella y dos años que la estoy publicando. Para mí es una minucia significativa. Tengo la intención de vivir y de escribir aún veinte años”. La vida, sin embargo, le despedirá el 31 de enero de 1881. Será  enterrado en el cementerio del convento Alexandro Nevski  y San Petersburgo quedará en el recuerdo. 

José Julio Perlado


imágenes- 1- el espectador/ 2-Elisa Hernández/ 3- datos vo