VENECIA (1) : El SILENCIO, LAS PALOMAS

Si las entradas, en las ciudades famosas, quedan grabadas en la memoria, esta de Venecia bajo la tormenta salpicada de luces, misteriosa y obsesionante, será para mi inolvidable. Junto a ella, escenas, rincones, tiempos que brillan en Venecia como un fogonazo. Entré un día en San Marcos a las doce de la  mañana. Los  dos moros de bronce tocaban en ese instante las campanas. Escribir  sobre la plaza de San Marcos …:  a pesar de ello cada encuentro tiene un significado nuevo y cada ojo humano descubre un signo, sea original o repetido, que conserva todo su encanto. Creo  que ha de penetrarse en San Marcos con el espíritu desnudo de turismo. La invasión turística ya se encargará de transmitirnos todo su eco mecánico, artificial y falso. Pero el centro de la belleza, el corazón de lo maravilloso y de lo insólito, debe llegarnos directamente, sin el obstáculo de las prevenciones, como un tiro de gracia:  con sorpresa, como un disparo que lanza la belleza al cuerpo. San Marcos, nueva plaza para mi memoria, invadida, alborotada, orquestada por las palomas. Fomentan el turismo estas palomas de San Marcos. Caminan a pasos cortos;  con sus patas rojas se amontonan, revolotean, se picotean breve y fieramente en una guerra intestina en busca de los granos de maíz. Es necesario levantar la mano a media altura y no bajarla, no arrodillarse:  levantar la palma repleta de granos y sentir en la piel las puntas de estos picos que no hacen daño, que a una velocidad asombrosa devoran los copos sin fallar un solo golpe, con una voraz y consumada maestría. El   rumor que acompaña a estos banquetes es únicamente el del aleteo, clásico aleteo  registrado en las postales y en las películas: ese volar muy leve, como una onda, como un golpe de viento .

José Julio Perlado

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VIAJES POR EL MUNDO (51): JERUSALÉN

La situación de la ciudad, erguida desde hace seis mil años en su alta roca rodeada de precipicios, es una garantía de que su planta no puede haber cambiado — escribía Gómez Carrillo — . En donde hoy se elevan las murallas medievales, se alzaron antaño los baluarte salomónicos. Los  sabios no notan una desviación de la cintura de torres, sino por el Norte, en donde la población se ha ensanchado, apoderándose de la antigua colina del Gólgota, en otro tiempo situada extramuros. Por  el Sur y por el Este, la línea continúa siempre igual.  Bajo los sillares  actuales se ven aún, hacia la Puerta del Valle, hacia la Piscina de Siloé y hacia la Puerta Dorada, los enormes bloques que desafiaron el empuje de las catapultas romanas. Dentro de esta cintura el emperador Adriano, que fue el primer peregrino augusto después de la destrucción del templo, encontró un campo de ruinas monumentales, entre las que sólo subsistían incólumes las casitas de los más modestos habitantes. Todo lo que representaba el orgullo del pueblo judío, los gentiles lo habían arruinado. Las torres, los palacios y las sinagogas, habían sido presa de las llamas.

De vez en cuando, un rayo de vida anima estas calles. Entre dos casas, en  una tienda baja, aparecen colgados de la puerta algunos rosarios, algunas  cruces de  palo santo, algunas conchas grabadas. Ante ello,  los peregrinos se amontonan para regatear. Los frailes que los acompañan forman grupos  en las esquinas. Otras veces, en una esquina, una imagen se destaca en un nicho lleno de flores y de luces . O bien, en una plazoleta, entre altas tapias pardas y mudas, una fuente de azulejos deja oír la  alegre canción de su surtidor, invitando a refrescarse. Pero éstos no son sino relámpagos en la perpetua soledad.

José Julio Perlado

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FILMAR UNA FAMILIA (8) : BUSCAR ESCENARIOS: LOS TEJADOS DE MADRID

¿Escribir con guión o sin guión? No lo sé. Esta película que estoy hacien sobre la familia, sobre una familia, surgió, como creo que dije al principio, por aquella imagen del  pasillo de Ettore Scola  en su película “La familia”, de 1987,  que no era una película excepcional, pero sí algo que me impactó,  quizás por ver allí cómo pasaba el tiempo sobre las generaciones. Hoy el paso del tiempo va a toda velocidad y en muchas direcciones , y no sólo en la sociedad en general, sino también en familias concretas. Estoy charlando de  todo esto con mi hermana Paula ,que tiene ya veinticinco años y está sentada junto a mí en el suelo de nuestro comedor, al lado de su novio Andrés, que es fotógrafo, y que esta mañana nos ha inundado la casa de fotos del Madrid antiguo y moderno, porque además de fotógrafo, es arquitecto, lleva un año de novio con Paula, yo creo que se quieren, es  hombre inquieto, con ideas; Paula es maestra de niños en un colegio del barrio, y él  un apasionado de Madrid, de sus secretos y sus casas, y especialmente de sus tejados, que no sé por qué le interesan tanto los tejados, pero él es así.  Andrés me ha asegurado que esos tejados antiguos de Madrid poseen gran belleza y  misterio, y, sobre todo, son reveladores de muchas cosas, ya que descubren los cambios de toda una ciudad, desde sus inicios de la ciudad- pueblo, hasta la urbe actual en la que vivimos entre tantos rascacielos. Me habla también de los tejados de zinc de París, que él  conoce muy bien, y admira su bella uniformidad gris, tan famosos ya que posiblemente vayan a proponerlos como patrimonio inmaterial de la UNESCO.  El zinc, me sigue explicando Andrés sentado junto a mí, es un material barato y fácil de poner, y grandes pintores y cineastas han recogido esos tejados en sus obras. Me viene a la memoria, mientras me habla, una viejísima película de René Clair, sería allá por 193O, titulada “Bajo los  techos de París”,  primera película sonora del cine francés, y que es muy probable  que ni Paula ni él hayan visto, y que presentaba  una simple comedia musical con  carteristas y ladrones, donde los techos de París( al menos en el título), eran la excusa para relatar tales aventuras. Pero todos estos  son meros pensamientos personales sin demasiado interés mientras continúo  viendo cómo se extienden poco a poco por el suelo de nuestro comedor decenas y decenas  de techos y tejados de Madrid como si aquello fuera un mapa inmenso, techos fotografiados por Andrés, que los ha rescatado con toda su buena intención por si alguno de ellos me pudiera servir de escenario. Quizás sí, me sirva alguno,  no lo sé.  


Encontrar escenarios nuevos para una película no es tarea fácil.  Nos hemos sentado, pues,  toda la familia en el suelo del comedor, incluida mi madre que se ha acomodado sobre un almohadón para seguirlo bien todo y hemos apartado algunos muebles para hacer sitio y que  haya suficiente espacio para las fotos; solamente hemos dejado sin tocar y en su lugar de siempre, el sillón donde suele ponerse mi tío Adolfo, que ahora ya  está allí sentado y preparado, impecablemente vestido con su bata de seda azul y apoyado en un elegante bastón, con cuya punta nos señala, entre gozoso y distante, mirándonos desde su monóculo, las fotografías que más le gustan.

José Julio Perlado

(del libro “Carnet de un director de cine”)

relato inédito

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

imágenes- 1 foto JJ P/2 y 3- wikipedia

SOBRE LA COQUETERÍA

De los treinta a los cuarenta años es cuando las mujeres se sienten ordinariamente más inclinadas a la coquetería — escribe el francés Sainte-Beuve en el siglo XlX —: más jóvenes, agradan sin esfuerzo, y por su misma ignorancia. Pero cuando ha desaparecido su primavera es cuando empiezan a emplear su habilidad para conservar los homenajes a los que les sería penoso renunciar. A veces intentan adornarse todavía con las apariencias de esa inocencia que les ha valido tantos éxitos. Están equivocadas: cada edad tiene sus ventajas, lo mismo que sus deberes. Una  mujer de treinta años ha visto el mundo, conoce el mal, incluso aunque no haya hecho más que el bien. A esa edad es ordinariamente madre;  desde hace mucho tiempo, la experiencia se ha convertido en su verdadera salvaguardia. Entonces debe ser serena, reservada; diré que incluso un poco fría. Ya   no es el abandono y la gracia de la confianza lo que debe rodearla, sino la dignidad majestuosa que le dan los títulos de esposa y madre. ¡Oh,  madres! Rodeados pronto de vuestros hijos. Desde  que vienen al mundo, atreveos a decir que vuestra juventud va a traspasarse a la de ellos. ¡Sed madres, y seréis prudentes y felices! 

José Julio Perlado

Imágenes- 1– wikipedia/ 2- Jacques Tissot— 1876

ViAJES POR ESPAÑA (41) : VALLE DEL BAZTÁN (NAVARRA)

Llueve en el bucólico Baztán de tan dulce manera que el oído parece percibir sonidos musicales. Se denomina este valle la Suiza española. Sus bellos rincones, que tanto recuerdan al mejor paisaje guipuzcoano, — escribe Manuel Iribarren — parecen una prolongación de las perspectivas cantábricas. En el Baztán, bajo la lluvia, todo es suave, voluptuoso y sin violencias de forma y de color. El conjunto se despieza en una colección de estampas bonitas y apacibles. Se diría que es un escondido Eden donde la vida transcurre con egoísta recato, lenta y fácil. El verde jugoso que le caracteriza sume por completo el ocre de la tierra, y multitud de fuentes, arroyos y riachuelos cantan con su breve juventud entre hierbas y espejo boscaje.

El pueblecito deslindado por conos de heno, rumorosos maizales y cabeceo de yuntas a medio uncir, se encarama por la ladera del monte próximo que lo protege en invierno de la ventisca. Un inmenso fanal de lluvia envuelve y lustra las casas de piedra. Señoriales,  sólidas, cuadradas, independientes, con traza y blasón de palacios algunas de ellas. El agua casi imperceptible, que no cesa de caer del cielo entoldado, imprime al cromo calidades de xilografía y ennegrece los escudos de armas rebajados por el tiempo. 

La campana de la iglesia toca a misa de difuntos; concretamente, a función de aniversario.  La campana suena a esquila adulta. Los  lugareños del Baztán, ataviados de luto, ascienden por un camino salpicado de relucientes guijos. Llevan  las mujeres sus clásicos añales — el paño negro y el cestillo con la cerilla enroscada como una serpiente de cera — , que colocarán ardiendo sobre el rectángulo de la tumba familiar. Delante del pórtico, empotrada en el enlosado, se advierte  una reja para impedir que los cerdos, que merodean por las inmediaciones, profanen la iglesia. Todavía  existen a la entrada del templo dos pilas de agua bendita. Los hombres ocupan los bancos de la derecha, de pesado roble. Las  mujeres los de la izquierda.

 José Julio Perlado

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LA LECTURA Y EL METRO

Se lee mucho al ir o al volver del trabajo— escribe el francés Georges Perec —. Podríamos clasificar las lecturas según el medio de transporte: el coche y el autobús no sirven (leer produce dolor de cabeza); el autobús es más apropiado, pero aquí los lectores son más infrecuentes de lo que podríamos pensar, sin duda a causa del espectáculo de la calle. 

El lugar donde se lee es el metro. Eso podría ser casi una definición.  Me asombra que el ministro de Cultura o el secretario de Estado encargado de las universidades, aún no haya exclamado: “Basta, señores, basta de reclamar dinero para las bibliotecas: ¡ la verdadera  biblioteca del pueblo es el metro! “ (salva de aplausos en los bancos de la mayoría) 

Desde el punto de vista de la lectura, el metro ofrece dos ventajas:  la primera es que un trayecto en metro dura un tiempo determinado casi con exactitud (alrededor de un minuto y medio por estación), lo cual permite regular la lectura: dos páginas, cinco páginas, un capítulo entero, según la longitud del trayecto. La segunda ventaja es la recurrencia bicotidiana y pentasemanal del trayecto. El libro comenzado el lunes por la mañana se terminará el viernes por la tarde

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VOY A IR DESPIDIÉNDOME …(8) DE LA LLUVIA

No sé si hay lluvia adonde yo voy pero las gotas imprevistas que caen de los tejados de París cuando yo estuve, cuando yo estoy, gotas inesperadas abriendo la mañana, primavera de gotas concentradas que han abierto su cuenco en el cielo, se han reunido las palmas de las nubes y han dejado pasar entre sus dedos las finas gotas que ahora caen, gotas concentradas, redondas, monedas gruesas del dinero del cielo que retumban en cuanto salen de las nubes y caen redondas sobre la ciudad, chisporrotea el metal sobre la calzada, hay una lluvia deshojada, lluvia tenue, apenas lluvia, son gotas igual que latidos, el corazón de las aceras siente el golpe de las gotas repiqueteando, los canalillos fluyen y se llevan las gotas como ríos, Paris en mi memoria tiene un velo de lluvia con que se tapa el rostro, detrás de la lluvia aparece Notre-Dame desdibujada, la Gare de Lyon, los Campos Elíseos. La lluvia en París no avisa, el puño de la lluvia concentrada de repente abre su mano en Saint- Denis, en Montmartre, en Odeón, y caen las gotas sobre los toldos del tiempo, sobre las tazas de café, sobre las mesas y terrazas que recogen sus manteles precipitadamente, conocen bien el paso intenso de la lluvia que es un paso breve, primaveral, ha de dejar sitio al mediodía que viene detrás tornasolado, apartando las nubes, la lluvia camina hacia atrás y espera mejores tiempos para derramarse, son hilos e hilos de gotas en collares que están ocultos en el horizonte. ¿Dónde duermen? ¿Dónde viven? Recuerdo que estuve a punto de descubrir su secreto pero ya no me dio tiempo.

José Julio Perlado

imágenes – 1- Tarkovsi/ 2- wikipedia

LAS “VIÑETAS” DE KATHERINE MANSFIELD

Esta tarde me rebosan las ideas. Es preciso a toda costa que germinen — decía Katherine Mansfield -. Yo quisiera escribir algo bello, algo moderno y lleno de luz … Ha llegado el silencio, la paz y el esplendor. Muy   lejos oigo los carpinteros que trabajan en una casa próxima, y los tranvías me enervan. Que sea esto un poema…””No  puedo escribir nada; tengo muchas ideas, pero no encuentro tema. Quisiera escribir algo que fuese a la vez misterioso, bello y original. “

Todo lo que escribía — recuerda André Maurois —  tomaba la forma de cuentos breves, lo que ella llamaba “viñetas”. Su padre le proporcionó el placer de verse impresa por vez primera en una revista de Melbourne. Cuando el director de la revista le pidió su biografía, ella contestó: “Me pide usted algunos detalles sobre mi vida… Soy pobre, oscura, tengo 18 años y un apetito voraz por todas las cosas, y principios tan endebles como mi prosa”. Para sí misma confesaba: “Aún cuando estoy sola en mi cuarto, muchos me irritan; pasan por delante de mi puerta, llamándose unos a otros, discutiendo sobre el pedido del panadero o la ropa sucia; siento en lo más vivo que arruinan mi vida; ¡es tan humillante!”. “No deseo escribir esta mañana… solo deseo entregarme a la lectura de María Bashkirtseff. Pero si penetran en mi cuarto y me encuentran leyendo un libro, sus miradas trágicas y compasivas me desasosiegan por completo.”

Sostenida por la firme voluntad de llegar a ser una artista, Katherine Mansfield adquirió una fuerza interna tal, que le permitió conservar su equilibrio, y una tal fuerza de persuasión, que le permitió convencer a su padre de que le otorgase una pensión anual. En julio de1908 obtuvo el permiso de partir para Londres, del que nunca volvió. El mayor acontecimiento de su vida  fue la muerte de su hermano. Ella abandonó el mundo real y se refugió en la recreación de aquel pequeño mundo de su pasado, que en recuerdo,  mezclado a la imagen de su hermano, se convirtió en un mundo mágico. “Me parece — escribió—que yo sabía desde hacía mucho tiempo que la vida había concluído para mí, pero nunca hasta entonces lo había comprendido tan claramente, o nunca quise reconocerlo antes de la muerte de mi hermano… Yo estoy tan muerta como él; el  presente y el futuro nada significan para mí; no siento ninguna curiosidad por conocer nuevas personas; no siento el deseo de ir a parte alguna;  el único valor que las cosas pueden tener para mí es el de hacerme recordar lo que acaeció mientras él vivía. Oigo su voz entre los árboles y las flores, en  los perfumes, la luz y la sombra. ¿Acaso  han existido otros seres que aquellos que yo conocí allá,  en mi país, en los dichosos días de mi infancia? 

Siento deseos de escribir poesía…Sí, yo quisiera escribir sobre mi país hasta agotar todo lo que sé de él… porque no es solamente una deuda que necesito pagarle a mi patria, en la que hemos nacido mi hermano y yo, sino también porque con mi imaginación recorro con él de esta forma todos los antiguos lugares… El almendro, los pájaros del bosque en donde tú estabas, las flores que ya no volverás a ver…,la ventana abierta…” 

 José Julio Perlado

imágenes—1- jot/ Dies/ 2 y 3- wikipedia

COLINA DE LOS CHOPOS (y 2)

Jardín de Juan Ramón en el cuadro de la habitación de Fortuny. Jardín de las adelfas por donde el silencio de Juan Ramón pasea.  Un poeta en meditación, en contemplación, en mutismo de versos rezados, parece un monje al que la soledad acompaña. Así  pasean Juan Ramón o Federico: por estos claustros naturales, donde las cuentas de poemas se van contando dedo tras dedo hasta acabar la letanía de la intuición. 

Luego, en un viejo papel al que el tiempo convertirá en pergamino, se escribe cuanto se ha contemplado: 

“El chopo solitario. Yo lo veía ya en mis años de niño, sueños perdidos de adolescentes, como un indómito arco de fuego por el viento grande del vehemente crepúsculo de otoño ( de esos cortos, ácidos, únicos, casi falsos,  que levantan hasta su sorda negación el cenit); como un prodigioso meteoro de la tarde (súbito mártir secreto, arraigado sólo  a su misterio errante), derramando inútilmente en el potro de la alta soledad sus chispas bellas, primero;  gotas,  luego,  de roja luz;  al fin, divinas hojas de oro.”

¡Terrible ya, entonces, loco, ardiente chopo español solitario !”, escribe Juan Ramón en 1915. Entre 1916 y 1923, Juan Ramón, como rumiando los recuerdos, añade, retrasando el reloj de su memoria.

“Aquí y allá, lejos, por los altos del Hipódromo, más cerca, con las vueltas del Canalillo retorcido; en parejas o en ternas (fantasmas de apartadas amistades) solos (sombras de amigos solitarios),  los tiemblos sin hojas, grises, delgados, recogidos, melancólicos.” 

José Julio Perlado

imágenes- 1-Juan Ramón/ 2- Manuel de Falla- wikipedia.

TERTULIAS EN LA ETERNIDAD (21) : LA INFANCIA DE TUTANKHAMON

Hoy en la numerosa tertulia que hemos tenido — porque había gran curiosidad por escuchar al faraón— nos ha contado Tutankhamon cosas muy curiosas que él recordaba sobre su tumba. Resulta que dentro de ella se habían acumulado nada menos que 5398 artefactos diversos, entre ellos su máscara funeraria, tronos, arcos de tiro, varios carros desmontados, trompetas, sandalias, comida y vino e infinidad de cosas más. También una daga con una hoja de hierro que, según él, procedía de un meteorito metálico. El egiptólogo Horward Carter, que estaba sentado en primera fila escuchándole y que había catalogado todas aquellas cosas, asentía con la cabeza. También el escritor italiano Manganelli, siempre lleno de preguntas y que casi no dejaba hablar a nadie. Pero al fin quiso desahogarse Tutankhamon con nosotros y contarnos algo de su infancia: nos confesó que él había sido un niño obediente, que fue faraón durante ocho años, y que le gustaban, como a todo niño, los juegos de los patios, a orillas del Nilo, los paseos matutinos y las excursiones en barca. Pero me quitaron de las manos, agregó Tutankhamon, las naves en miniatura y me hicieron monarca. Todos seguíamos interesados su relato.


Mi juego infantil, nos ha añadió Tutankhamon, necesitaba , como ocurre con todos los juegos de niños, minúsculos espacios abiertos, tierra que modelar, piedrecillas… Pero también murallas, techos de madera preciosa, y más adelante hombres adultos que movían abanicos. Sin embargo se empeñaron en vestirme con ropajes rígidos, secos y metálicos, con túnicas luminosas que eran inadecuadas para mi cuerpo porque no se doblaban con los miembros. Yo estaba así muy incómodo. Sólo mucho después entendí para qué servían aquellas ropas, como también entendí los enormes techos bajos que pesaban sobre mi cabeza. Fui entonces vestido de ropajes cada vez más estrechos, me prohibieron, por ejemplo, con pretextos ceremoniales, salir al aire libre o tocar objetos sagrados…Luego vinieron a preparar mi tumba pintores del delta del Nilo, orfebres de Arabia, gente muy experta que fue recogiendo piedras de nuestras canteras. Y después, todo se amontonó allí: literas, caballos de madera, cojines, modelos de naves…Yo me quedé encerrado en las estancias interiores del palacio real, estaba inmóvil durante horas frente a los escultores que me grababan en el metal, ignoraba con qué objeto. Recordaba las figuras esbeltas que disfrutaban del sol por las calles y en ocasiones odié a aquel ejército que preparaba mi sepultura. Pero no me había sido concedida otra suerte y tuve que esperar.

Hubo entonces un largo silencio en nuestra tertulia y nadie pronunció palabra.

José Julio Perlado

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COLINA DE LOS CHOPOS (1)

Y Juan Ramón, que ha plantado estos chopos— cuatro entre el primero y segundo pabellón de la Residencia de Estudiantes——,  viene de la primera casa de Fortuny por donde pasaron — unos con la palabra y la mirada; otros, con la pluma —Bergson, Cambó, García Morente, el primer libro de Ortega, las poesías de Antonio Machado, volúmenes de Unamuno, ejemplares  de Azorín, “Platero y yo” — misterioso borriquillo enterrado en Fuentepiña—  y los inicios en la oratoria de Eugenio d’Ors.

1913, año en que se encuentran los terrenos para esa Residencia en la que el sol y los vientos — como techo  de ese cielo  de Madrid que hoy las casas encuadran — es la fecha clave en las alturas:  tres pabellones que se van alzando y donde numerosos  y grandes dormitorios reciben a estudiantes y a poetas.

Es tiempo sin distancias. Madrid extiende azul su cielo y la pupila puede atravesar espacios, como si los hombres no tuvieran vivienda, como si el existir fuera un vacío pasillo por donde el ojo cruza  la capital de parte a parte. “En  Madrid — escribe Alfonso Reyes—  al término de la Castellana, cerca ya del Hipódromo…  hay una colina graciosa, vestidas de jardín las faldas y coronada por el Palacio de Bellas Artes .Juan Ramón Jiménez la ha bautizado: “Colina de los Chopos”. Los viejos la llaman el Cerro del Aire . Sopla allí un vientecillo constante, una brisa de llanura…Lejos, alta, saneada de silencio y aire, abre la Residencia sus galerías alegres; capta todo el sol de Castilla — dulce invernadero de hombres — y da vistas a los cielos azules del Guadarrama, aérea Venecia de reflejos. Esta casa es refugio de algunos espíritus mayores. El poeta Juan Ramón Jiménez vivió aquí hasta su viaje a América, de donde regresó casado… Eugenio d’Ors paraba siempre en la Residencia antes de trasladar a Madrid sus reales. Y todos ellos, y Ortega y Gaset, Azorín, Maeztu, Canedo, gustan de ofrecer a los huéspedes de la Residencia en lecturas privadas, las primicias de sus libros y sus estudios. El filósofo Bergson, el sabio Einstein, el escritor Wells, el músico Falla…no pasan por Madrid sin saludar esta casa.” 

Jose Julio Perlado

Imágenes— Residencia de Estudiantes – wikipedia

UN SEÑOR QUE BAJA POR LA CALLE

Un señor que baja por la calle

 un señor que sube por la calle 

dos señores que bajan y que suben 

es decir un señor baja 

y el otro señor sube 

 justo delante de la tienda de Hinderickx y Winderickx

famosos sombrereros

se encuentran

 un señor se quita la chistera con la mano derecha 

el otro señor se quita la chistera con la mano izquierda

 luego se van el uno y el otro señor

 el diestro y el zurdo que sube y el que baja 

el diestro que baja 

el zurdo que sube 

luego se van los dos señores

 cada cual con su chistera con su propia chistera su chistera originaria 

justo delante de la puerta 

de la tienda 

de Hinderickx y Windericks

de los famosos sombrereros

luego se ponen los dos señores 

el diestro y el zurdo el que sube y el que baja

 una vez se separan el uno del otro 

su chistera otra vez en la cabeza 

 entiéndaseme bien 

cada cual se pone su propia chistera en su propia cabeza

es su derecho 

es el derecho de estos dos señores

Paul van Ostaijen- poeta belga de lengua holandesa (1896- 1928)

imágenes- Magritte)

AMANECER

Amanecer 

solo el cielo 

limpia la serranía 

mirar sin ver miradas todavía

oír sin escucharme la voz mía hasta el atardecer 

soledad que parece compañía

silencio y alegría 

al ver 

que nace el día sin querer 

José Julio Perlado

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REMEDIOS PARA LA MELANCOLÍA

Robert Burton en su “Anatomía de la melancolía”, al hablar de los medios curativos, se detiene en la corrección de malos hábitos o defectos. Se debe  —dice— preferir la atmósfera cálida y húmeda, clara, saludable, grata. Renovar el aire con frecuencia, dejando las ventanas abiertas. Evitar en lo posible salir en los días de tormenta y de niebla. Respecto a los ejercicios, éstos han de ser físicos y mentales, pero moderados, como la caza, equitación, tiro, pesca, paseos campestres, tenis; dedicarse a estudios serios, a negocios y a ocupaciones adecuadas, incluyendo todo esparcimiento sano. Evitar la vigilia excesiva y el sueño intranquilo y torturador. Buscar todos los medios de alivio, haciendo confidentes a los amigos. Evitar todo motivo de agravación del mal. No abrir cauce a las pasiones y oponerles la mayor resistencia posible. En cuanto a la ayuda de los amigos, buscar en la amistad consuelo en el descontento y en las ofensas. Los amigos pueden ayudar con buenos consejos y advertencias, y frecuentar reuniones amenas y gratas compañías.

José Julio Perlado

Imágenes- 1- Durero Melancolía 1514/ 2- wikipedia

CHARLANDO CON CHEJOV

Es muy difícil describir el mar —decía  Chejov- ¿sabe usted la descripción que he leído recientemente en un cuaderno escolar?  “ El mar era grande”, y eso es todo. Yo encuentro eso admirable.

 ¿Escribe usted mucho? ¿No? Hace   usted mal. Hay que trabajar, ¿sabe  usted?,   sin tregua…toda la vida. Creo que una vez escrito un cuento, hay que borrar el principio y el final . Es ahí donde más mentimos nosotros, los prosistas.

 Lo que sentimos cuando estamos enamorados es quizás un estado normal. El amor indica al hombre cómo  ‘debería’ ser. 

Te has quejado con frecuencia delante de mí — le escribía a su hermano —  de que la gente no te comprendía. La gente te comprende perfectamente y si tú no te comprendes a ti mismo, no es culpa suya…No tienes más que un defecto, más bien una debilidad, y lo falso de tu posición, tu sentimiento de ser desgraciado, provienen solamente de este defecto: es una falta total de cultura. Perdóname, pero la verdad ha de colocarse por encima de la amistad. La vida, ¿sabes?,  lleva consigo sus condiciones. Para  sentirse cómodo, feliz, como en familia, entre personas educadas, hay que cultivarse, por lo

menos, hasta un cierto grado. En mi opinión, las gentes cultivadas deben cumplir las siguientes condiciones:  respetar la personalidad humana, y,  por consiguiente, son siempre buenos, afables, corteses y prestos a ceder ante los otros…;  temen la mentira como el fuego y no mienten ni aun en las cosas insignificantes…; no se desprecian ellos mismos para suscitar la compasión…; si hay un talento, lo respetan…  El deseo de servir al bien general debe ser un deseo del alma, una condición de la felicidad personal, ya que, cuando dimana de consideraciones teóricas, no es un verdadero deseo…

José Julio Perlado

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VOY A IR DESPIDIÉNDOME…(7) DE LOS ARMARIOS

Voy a ir despidiéndome de los armarios. De aquel armario que en sus cajones, en la tibieza entre mantas y toallas, al lado de unas espigas esparcidas para condensar el olor, uno metía la mano y encontraba atado un manojo de cartas antiguas, recientes de palabras, llenas de abrazos, consejos, preocupaciones y amor. La mano, al salir del fondo del armario, se traía con ella las evocaciones de las cartas, su caligrafía azul, el círculo de los besos estampados sobre el papel y todo un tiempo que se hacía vivo desde el pasado. 

Todos los armarios tienen secretos. Yo recuerdo un gran armario de luna que levantaba su cuerpo entero en medio de una habitación semivacía, abría su puerta, y al doblar su hoja empezaban a salir uno tras otro todos los que ante aquel armario se habían acercado a la luna de cristal para retocar su atuendo, faldas, tacones, chaquetas, abrigos, peinados, colores, mejillas, una vuelta en redondo de cuerpo entero antes definitivamente de salir, la mueca última, una sonrisa. Luego se cerraba despacio la gran hoja del armario y éste se quedaba en penumbra durante mucho tiempo como testigo oscuro que ya hubiera cumplido su misión.

Recuerdo también a mi abuela paterna los domingos en una casa del Pirineo donde pasábamos los veranos, cómo iba de armario en armario, con su mano blanca puesta sobre las ropas, como si las acariciara, como si quisiera conservar su calor, y aquellas ropas recién planchadas y con intenso olor, venían hacia nosotros —- hacia mis hermanos y hacía mí —  a la hora en que aún seguíamos en cama y el sol de septiembre entraba alto por los visillos y el domingo se iniciaba con aquella mano que venía entre las camas, la puerta del armario abierta, y una luz en la infancia que acababa de despertar.

José Julio Perlado

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