VIEJO MADRID (105) : LOS BODEGONES

En los bodegones — escribía Ramón Gómez de la Serna en su “Elucidario de Madrid”—palpita el elemental apetito primero. El que lo tenga perdido, sólo con asistir al espectáculo del bodegón lo irá recobrando mejor que con otros estimulantes, entre ellos la copa amarga, que parece el recurso último y supremo. Ya quedan pocos bodegones con ese aire sin engaño del verdadero bodegón; pero de vez en cuando se inicia alguno o se realza la taberna que llevaba vida oscura, y su lombarda vuelve a ser la lombarda enajenadora— por el ajo que la sonríe— y el chico del bodeguero —- ¡nada de menús escritos! —repite toda la tirada del verso de lo que hay, repitiendo la lista en todas las mesas y evitando así que la cartulina se manche de aceite y vino. El mediodía es la hora típica del bodegón, cuando se observa la espera típica del hambre, que es espera sin lectura, echado de manos el que espera, con los ojos fijos en el horizonte por el que ha de aparecer el cocido. Ya no hay en el escaparate del bodegón aquel barreño con fuego en que se iban haciendo y recociendo los pucheros del cocido.


Los días optimistas busco mi bodegón y me mezclo a los arrieros, que comen con el látigo abrazado al cuello, y observo a esos tipos con mirada de perro que no acaban de saber quién es el prójimo. El bodegonero me trae la olla con la misma prisa y cuidado que a los demás, y cogida la tapadera contra el cuello y el asa del puchero, como si abriese una castañuela, deja salir sólo el caldo , para que después figure en vez aparte lo que es más sólido en el cocido.

José Julio Perlado

Imágenes- 1- wikipedia/ 2- arte rural / 3- bodegón- paseos Madrid com)

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