
“Nunca elegí hacer películas — confesaba Sydney Pollack—y, en cierto modo, sólo empecé a aprender cine después de haberme convertido en director. Así que, de alguna manera, lo hice al revés. Llevaba unos cuatro años dando clases de interpretación cuando alguien sugirió que me hiciera director y, antes de saberlo, ya estaba haciendo películas para la televisión y, más tarde, para la gran pantalla. Me di cuenta que hacer películas es, fundamentalmente, contar historias, aunque yo no diría que hago películas para contar historias. El interés principal que tengo son las relaciones. Para mí las relaciones son una metáfora de todos los aspectos de la vida: la política, la moralidad… todo. Así que básicamente hago películas para aprender más cosas sobre las relaciones, pero no para decir algo, porque no sabría qué decir. Creo que, fundamentalmente, hay dos tipos de cineastas: los que saben y conocen una verdad que quieren comunicar al mundo y los que no están muy seguros de qué respuesta tiene algo y hacen la película como medio para tratar de averiguarlo. Esto es lo que hago yo.
En “Memorias de África”, me enfrenté a un gran problema de iluminación, porque descubrí que, cerca del Ecuador, la luz es muy fea. Es una luz directa y desnuda, con un enorme contraste. Era espantoso ver las pruebas que hicimos con el material habitual. De modo que decidimos experimentar y retrocedimos, es decir, utilizamos la película más rápida que encontramos. Tuvimos que subexponerla bastante. Y, los días nublados, usamos la película más lenta que teníamos, con lo que conseguimos una imagen más rica.
Una cosa importante que creo hay que saber es que la interpretación no tiene nada que ver con la intelectualidad. Un actor no necesita entender lo que está haciendo de una forma convencional, simplemente tiene que hacerlo. De modo que hay que distinguir la dirección que produce comportamiento y la dirección que produce entendimiento: esta última es completamente inútil. Muchos jóvenes directores se pasan horas hablando sobre el significado de una escena y nunca dirigen el comportamiento. Eso no va a hacer que un actor esté más enfadado o más conmovedor en la escena. Sólo necesita entender lo que tiene que vivir con sinceridad en un conjunto de circunstancias imaginarias. Lo que te impulsa a hacer algo es lo que quieres, no lo que piensas.”
José Julio Perlado

Imágenes- Memorias de África- wikipedia