CONOCIMIENTO DE MALRAUX


 Conocí a Malraux en 1968 en el palacio del Elíseo, en una de las conferencias de prensa del general de Gaulle y vuelven a mi memoria  muchas palabras suyas: “ los hombres han de escoger entre los dioses y los muertos. Si apartan a los dioses no pueden apartar a los muertos. Es un problema de nuestro tiempo”. Y estas palabras pronunciadas por aquel Malraux de toda suerte de experiencias: aviación, guerra, arte, amores, acción, pensamiento, fama política… y que como cada hombre — como a usted y como a mí—  sólo una experiencia le quedaba al final de su vida por ser encarnada:  morir.  Malraux vio morir a los demás. Pero,  igual que cada hombre,  nada, absolutamente nada, sabía sobre la muerte hasta morir él mismo.  André Malraux estuvo siempre obsesionado por la muerte, obsesionado por la vejez.” “Y sin embargo el sentimiento de haber envejecido me era desconocido”,  había escrito. Obsesionado por la antesala del sepulcro, que para él fue la parálisis: “ Se sabe que la muerte es impensable:  nadie tiene de ella conciencia, me repiten la fiebre, el hospital, el profesor”,  confesaba en 1974 en su libro “Lázaro”. Obsesionado por el sufrimiento: “cada hombre es igual a su sufrimiento” declaraba este ser que terminó sufriendo. Y me vienen a la memoria pensamientos de Gabriel Marcel: “ nunca se espera de mejor modo que cuando se sufre:  paradoja que sólo  puede ser iluminada con la luz de una ontología concreta”. Y de nuevo Gabriel Marcel, en una frase sellada a fuego : “No hay más que un sufrimiento: es estar solo”.

Paso sobre la vida de Malraux, por aquel capellán de la brigada del coronel Berger, el canónigo Pierre Bockel  a quien Malraux no olvidaría nunca, también por aquella “Madonna con el niño” del siglo XV pintada por Domenico Veneziano, paso por ese “Jesús expulsando a los mercaderes del templo” de la juventud del Greco, ante los que Malraux quedaría extasiado. ..

 Paso sobre Rembrandt con tres Cruces,  los Cristos del arte bizantino, un Juan Bautista del gótico de Reims, por la Virgen en los frescos de Tavant…y por “Notre- Dame de la Belle Verriere” contemplando a Malraux desde Chartres.

Es el momento del crepúsculo. Y pienso, cuando murió Malraux, que  por la cama de Creteil hubiera pasado un gran pequeño fraile, conocedor de muertes y dolores. “A  la tarde de la vida te examinarán en el amor”,  le habría dicho San Juan de Juan de la Cruz en aquel suave y silencioso aviso.

José Julio Perlado 

imágenes- wikipedia