
Escribir me sirve de sedante, de excitante, es angustioso, es…todo a la vez— decía Rodoreda—.Escribir me cansa mucho. Lo necesito porque se tiene que hacer una cosa u otra en la vida. Pero lo que a mí me gusta es ensimismarme ante el paso de las nubes, o leer novelas policiacas, o ir al cine y ver “westerns”, que son las películas que más me entusiasman. Después de la guerra tardé mucho en volver a escribir. Demasiado trabajo tenía para sobrevivir. Escribir catalán en el extranjero es lo mismo que querer que florezcan flores en el Polo Norte. Necesitaba mucha paz y tranquilidad. Eso no quiere decir que los escritores dejen luego de hablar de las épocas trágicas, pero era como si empezara de nuevo con todo. No había asimilado los hechos dramáticos, y si se habla de ellos enseguida, se convierten en una crónica personal, subjetiva.
Me pregunto qué es más importante en una novela. —seguía diciendo Mercé Rodoreda en los años setenta—.Una novela tiene que reflejar la realidad. Pero tiene que tener una parte de fantástico, de irreal. Y ha de ser poética. Hay novelas de Dickens que parecen actuales; el principio de “ David Copperfield”, por ejemplo. ¡Cuánta poesía hay en él! Tiene importancia el estilo, y no la anécdota , sino la forma. Yo no creo en el mensaje; cuando una novela es buena no hace falta ponerlo: está en ella. Y los detalles también son muy importantes. Hay que elegir los que están más de acuerdo con los personajes. Una novela no se puede escribir en una tarde. Es un largo proceso… Y dar la sensación del tiempo, una de las maravillas de Proust.

Siempre es mejor haber sufrido para poder escribir. Una persona feliz es alguien que no tiene historia. Aunque eso del sufrir es muy relativo. Yo, desde luego, me lo paso muy mal, sudo tinta china. Cuando escribo me encierro. Estuve siete meses para escribir “La plaza del Diamante”. Dos años, no seguidos, para “El carrer de les Camelies”. Luego quedo agotada físicamente. Llego a ponerme enferma y a meterme en cama. A medida que te vas haciendo mayor te alejas de los problemas de belleza personal y te dedicas exclusivamente a mirar, no a ti, sino fuera de ti misma. Además, tengo precedentes célebres con eso del envejecer.
Mi amor por las flores viene del jardín de casa de mis padres. Mi abuelo, que en el cielo esté, era un apasionado de las flores. Siempre buscaba flores extrañas, ejemplares raros que no se encontraban a menudo. Recuerdo una foto que me hicieron cuando yo tenía tres años, vestida de ninfa y encima de un taburete rodeada de flores por todas partes.
José Julio Perlado

El ”(Imágenes- 1- mural con el retrato de la escritora en una calle de Barcelona/ 2- ctxt/ 3- “El senyal”, la casa donde escribió sus últimas obras- wikipedia)