
El “suspense” — decían sabiamente Boileau- Narcejac —nació de la unión del cine con la historia policial. El “suspense” nace esencialmente de espera y angustia. Dentro del relato, en un segundo plano, se siente sordamente la presencia del castigo que se acerca. Por más que el criminal parezca triunfar siempre, tarde o temprano será aniquilado. En la novela- problema el lector sabía perfectamente que el asesino terminaría por ser descubierto. Pero como se desconocía su identidad hasta el final, la explicación ocupaba el lugar que correspondía al castigo. Y el lector no llegaba a estremecerse porque no se sentía directamente afectado por el relato. Una novela cuyo héroe es un detective, es decir, un observador, un hombre que nunca es perjudicado por el crimen cometido, es una novela que carece inevitablemente de emoción. El gran hallazgo, por ejemplo, del norteamericano William Iris, iba a ser reemplazar la novela del verdugo por la de la víctima. Y en esto consiste el “suspense”. Consiste en recuperar toda la emoción latente que contenían las primeras páginas de la novela- problema, en exasperarlas poco a poco, o sea, que consiste en hacer de la novela policial un “thriller” lento. La novela – problema sólo se dirigía a la inteligencia; el “thriller” clásico, por su parte, sólo pretendía clavarnos un cuchillo en el vientre. Pero el “suspense”, a su vez, va a extraer su fuerza de un terror controlado, “pensado”, provocado por un hecho cuya consecuencia inevitablemente se presiente. En este caso, para que el lector resulte atrapado totalmente, tiene que identificarse con un personaje y ese personaje puede ser únicamente la víctima. El lector se sumergirá así en el relato del mismo modo en que penetra en el túnel gris de la pantalla. Willian Iris fue el primero que vio claramente el problema y en parte lo resolvió.
José Julio Perlado

Imágenes- 1- la ventana indiscreta, basada en un relato de William Iris/ 2- wikipedia