MILAN KUNDERA

Cuando tenía 13, 14 años fui a clases de composición musical .— escribe Kundera en “Los testamentos traicionados”—. No porque fuera un niño prodigio sino por la púdica delicadeza de mi padre Eran tiempos de guerra, y un amigo suyo, compositor judío, tuvo que llevar la estrella amarilla ; la gente empezó a evitarlo. Mi padre, sin saber cómo expresarle su solidaridad, tuvo la idea de pedirle en el momento justo, que me diera clases. A los judíos entonces se les confiscaba el apartamento, que cada vez era más pequeño, para terminar en una pequeña vivienda en la que en cada habitación acampaban amontonadas muchas personas. En cada traslado había conservado su pequeño piano, en el que yo tocaba mis ejercicios de armonía o polifonía mientras unos desconocidos a nuestro alrededor se entregaban a sus quehaceres. De  todo aquello sólo  me han quedado mi admiración por él y tres o cuatro imágenes.Sobre todo esta: al acompañarme después de la clase él se detiene cerca de la puerta y me dice de pronto: “Hay  muchos pasajes sorprendentemente flojos en Beethoven. Pero  son estos pasajes flojos los que otorgan valor a los pasajes fuertes. Es como el césped,sin el cual no podríamos disfrutar del hermoso árbol que crece en él.” Curiosa  idea. Que se me haya quedado en la memoria es aún más curioso. Tal vez me haya sentido honrado de poder escuchar una  confesión confidencial del maestro : un ardid que sólo los iniciados tenían el derecho de conocer.  

Pequeña evocación de Milan Kundera, que acaba de fallecer.
Descanse en paz.

José Julio Perlado

Imágenes- 1 y 2 – Kundera / 3- Brno- Checoslovaquia

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