
Siempre me ha parecido muy interesante la importancia que se les da a las primeras impresiones. Por ejemplo, ¿ en qué momento tuve por primera vez la sensación de libertad? ¿Cómo fue aquel primer día en que mi padre me dijo “ hoy ya puedes cruzar la calle solo”? O quizá no me lo dijo, pero yo la crucé: iba con los brazos abiertos al aire, con la soltura de las manos y lejos cada vez más de las ataduras de la familia, abrazaba sin querer lo que veía y todo aquello que me rodeaba era impalpable e inabarcable. Estaban detrás de mí, en la distancia, y en la vida, los ojos de mi padre y las manos de mi madre tendidas, y yo me abría a un mundo carente de muros y a un espacio en el que al miedo lo iba venciendo la aventura. Un futuro escritor pienso que debe buscar todas estas cosas — tal y como hace Proust—, y rebuscar e indagar en la medida en que pueda cómo era aquel primer amigo con el que jugó, cuál fue quizá su primera pesadilla y cuál fue también su primera casa. ¿Podría dibujar aquella casa y describir sus ventanas y puertas? ¿Era una casa de campo o era de ciudad? Sin duda para estas cosas y para muchas otras,las mujeres — las futuras escritoras —, al ser muy detallistas y concretas, tienen más capacidad de evocación. Pero la primera impresión siempre está ahí. Hay que desenterrarla porque vive debajo de los recuerdos y los recuerdos muchas veces están dispersos, llenos del polvo del presente, lo que se hizo ayer y lo que no se hizo, lo que se quisiera haber hecho y no se supo hacer, y entonces la casa y el primer amigo y la primera vez que uno cruzó la calle solo es como si nunca hubieran existido.
José Julio Perlado

Imágenes— 1-colgante con el ojo de Horus/ 2- casa de campo en Australia- micasa revista