VIEJO MADRID (104) : ANTIGUO PASEO DEL PRADO

Hacia la parte oriental de Madrid — cuenta Mesonero en su “Panorama matritense” hablando de una imagen del Prado en el siglo XVl —,luego saliendo de las casas y sobre una altura, hay un monasterio de Jerónimos, con apartamentos y cuartos para recibimientos y despedida de reyes y una hermosísima y  muy grande huerta entre las casas, y en este monasterio hay, a la mano izquierda, saliendo del pueblo, una grande y hermosísima alameda, puestos los álamos en tres órdenes que hacen dos calles muy anchas y muy largas con cuatro o seis fuentes hermosísimas.

Aquí, en esta alameda, hay un estanque de agua que ayuda mucho a la grande hermosura y recreación de la alameda. A la otra mano derecha del mismo monasterio, saliendo de las casas, hay otra alameda  también muy apacible con dos órdenes de árboles que hacen una calle muy larga hasta salir del camino que llaman de Atocha. Tiene esta alameda  regueros de agua, y en gran parte se va arrimando a unas huertas. Llaman a estas alamedas el Prado de San Jerónimo, donde de invierno al sol y también de verano, gozan de la frescura de las cosas muy de ver y de mucha recreación con la multitud de gente que sale: damas, apuestos  caballeros y muchos señores y señoras principales en coches y carrozas. Aquí se usa con gran deleite y gusto de la frescura del viento todas las tardes y noches del estío y de muchas y buenas músicas sin daños y perjuicios por el buen cuidado y diligencia de los alcaldes de la corte.


Qué  campo tan fecundo para el observador, —añadía más tarde Mesonero en el siglo XIX —.Sentado  en una silla cruzando los pies sobre otra, los anteojos sobre la nariz y el bastón bajo la barba, si se inclina al lado de las fuentes en la parte principal del Paseo mira desfilar delante de él a la inmensa multitud y  descubre las intrigas amorosas: sorprende las  furtivas miradas de las niñas,las sonrisas y  la inteligencia de los mozos,  marca los saludos expresivos, anota  en las madres los diversas síntomas de la vanidad del cariño maternal, tiembla al contemplar la imprudente seguridad del padre que, entretenido por el travieso niño, se distrae con él mientras que su hermana acaba de recibir un billete que un apuesto mancebo resbala en su mano, sorprende las expresiones de doble sentido y las que se dicen al paso y mirando  a otro lado, está en antecedentes respecto al juego de pañuelos y el lenguaje del abanico y nada en fin se escapa a su vista penetrante y escudriñadora.

Imágenes – 1- el Prado- pintura de 1637/ 2 y 3- wikipedia