«No es un libro por el que yo apostaría que se vaya a vender mucho«, le escribía George Orwell a su editor en diciembre de 1948 hablando de su novela «1984«. Como recordaba George Steiner en un artículo en el The New Yorker, Orwell, en noviembre de 1948, al terminar su manuscrito, se limitó a invertir el orden de los dos últimos dígitos para elegir el título de su obra. «Ningún otro libro -decía allí Steiner – ha sido objeto jamás de tanta publicidad, de tanto lanzamiento comercial y de tanto escudriñamiento. En una comparación estadística, los centenarios de Shakespeare han sido discretos. Pero ningún otro libro ha tratado de apropiarse, se ha apropiado para sí mismo, de un año del calendario de la historia del hombre.»Y sin embargo es el lenguaje que vamos descubriendo en «1984» – «El Gran Hermano te
vigila», «la policía del pensamiento«, el «Ministerio de la Verdad«, y tantos otras frases, las que han permanecido a lo largo del tiempo y hoy extienden su tela de araña de vigilancia total y de espionaje múltiple hasta nuestros días. La actualidad estas semanas está teñida de espionaje y los ojos y oídos de los aparatos se adentran por nuestros oídos y ojos, arrastrándose por correos electrónicos hasta desnudar la intimidad. «Como visión terrorífica del mundo, «1984« – así lo recordaba Frederick Karl al hablar de la novela inglesa – , es una propaganda eficaz contra una centralización usurpadora, un efecto natural del deseo del autor de conservar una vida más simple y más pura.» Y por otro lado, la importancia de «1984» supuso – como evoca Mary McCarthy en su ensayo – «Escrito en la pared« (Lumen) – que un ejemplar de esa obra, traducido al húngaro y puesto en circulación secretamente, fuera el catalizador de la rebelión de Hungría.
Bajo los laberintos de la «neolengua« y entre las rendijas del «doblepensar« ( en el fondo, lenguajes y palabras, palabras y lenguaje) , el espionaje total permanece.
(Imágenes.- 1.-Sterling Hundley/2.-Keith Carter.-1997.-artnet)

