«La belleza es una cosa que no se discute – comentaba André Roussin -. La belleza, lo mismo que el genio, posee una dimensión excepcional, nos impresiona de inmediato. En un segundo movimiento, incluso se la puede analizar, descomponer en sus varios elementos y discutir su armonía y equilibrio estético. Pero a primera vista es una cosa que perturba, que nos quita el aliento, y de la cual no nos preguntamos siquiera el porqué. Frente a la belleza, uno se queda petrificado; por el contrario, el encanto implica comunión, y es precisamente él (y no la belleza) el que hace surgir el amor. La belleza perturba, pero no seduce necesariamente. Perturba tanto que ni siquiera apetece ir a verla de cerca; se la admira en silencio, a una distancia respetuosa. Esto no quiere decir que una persona hermosa no pueda ser también encantadora; afortunadamente existen casos (y son los casos ideales) en los cuales ambas cosas marchan juntas».
Santayana se acercaba también a estas palabras: «La Belleza, tal como la sentimos, es algo que no puede describirse. No se podrá decir jamás qué es ni qué significa. Se expande sobre un objeto sin saber por qué. La belleza existe como existe un hermoso objeto o el mundo donde se encuentra situado ese objeto, o nosotros mismos que miramos a ambos. Es una experiencia: y no hay nada más que decir sobre ella». Thomas Traherne buscaba la definición: «El orden es la belleza misma de la belleza». «Lo que la Imaginación aprehende como Belleza debe ser Verdad, existiera o no antes – decía Keats en una carta del 22 de noviembre de 1817 -, porque de todas nuestras pasiones, tengo la misma idea que del amor; en su más sublime forma, todas ellas son creadoras de Belleza esencial».
«Yo amaba no se qué… -confesaba Shelley en 1821 -, en los vientos y los árboles y las corrientes; en todas las cosas más simples, en la música y en los dulces acentos inconscientes de los animales y en esas voces que son humanas y que tienden a expresar algún sentimiento que les sea propio; en los suaves movimientos y extraña sonrisa de una mujer, en las flores y en las hojas, en la hierba fresca abierta y que muere en el otoño…».
(Imágenes:-1.-Lothar Wolleh.-1966.-Olivier Wolleh.-Master of Photography/ 2.- Snejana Onopka para Vogue Nippon.-septiembre 2007/ 3.-Thomasz Kaluzny)
