“Creo yo que lo de escribir en el café – decía Ruano en sus “Memorias’: “Mi medio siglo se confiesa a medias”- puede obedecer a dos razones: una de pura costumbre, puesto que desde muchacho ya lo hacía, y otra de tipo subsconsciente en la que ahora pienso: es bien probable que yo lleve íntimamente un terrible vago que no ha sabido serlo y que el escribir en el café me produzca menos sensación de trabajar en serio que encerrándome en mi casa. El café es un típico lugar de ocio y lo que se escribe en el café tiene algo de “chiripa”, algo así como si hubiera bajado un ángel a escribirnos las cuartillas. También me gusta mucho la tertulia y siempre he procurado hacer compatible el trabajo con la charla, para lo que tuve una gran facilidad. No he necesitado casi nunca abstraerme ni escribir en un ambiente de silencio y recogimiento. Claro que quizá mi obra no necesitara, para lo que era, de tales cuidados. Sin embargo ahora, con los años, en vez de ser mayor la costumbre y el entrenamiento , comienza a fallarme algo lo de escribir mientras oigo y hablo. Ciertas cosas prefiero hacerlas en casa mejor que en el café, y también se va resistiendo la rapidez que en mí era famosa”.
En todos los países los cafés han ejercido una enorme influencia en la creación y en el ambiente artístico. Escritores trabajando en los cafés como Sándor Márai o como Claudio Magris cuando lo relata en “Microcosmos”. Escritores franceses, escritores húngaros. El crítico húngaro Dezsó Kostolányi, al hablar concretamente de la literatura de su país – y así lo recuerda Antoni Martí en su “Poética del Café” – anota que “el primer cliente habitual de los cafés fue Sándor Petófi. A partir de entonces la literatura húngara se desarrolla con la industria del café. Es en los Cafés donde estallan y se apaciguan las revoluciones. Corresponde a los futuros historiadores establecer la influencia del consumo de café en los poemas, las novelas, los artículos, determinar quién bebía cafeína y quién achicoria. Si la literatura se debilita, el café se hace menos fuerte. No sabemos en qué cuartucho habitarán nuestros genios; de hecho, la mayor parte de nuestros escritores se conforman con una cama. Pero será imprescindible colocar una placa conmemorativa en cada Café”.
Marañón, en su discurso de recepción de Pío Baroja a la Real Academia Española, habló de “nuestro hombre del café”: “No es entre nosotros – dijo – este hombre del café, como en otras latitudes, el mismo hombre de la calle que entra unos minutos en el café o en el casino para descansar de la tarea diaria o para hablar o negociar con gentes distintas de las de su medio habitual. Nuestro hombre del café es sólo esto: hombre del café , desde la mañana hasta cerca de la mañana siguiente”.
(Imágenes.- 1- Raoul Dufy – 1934- pinterest/ 2- Edouard Manet – 1869/ 3- café – pinterest)